Al fin la puerta se abrió , ella me miró y dijo HOLA y ADIOS, y el portazo sonó como un signo de interrogación. Sospecho que así se vengaba a través del olvido Cupido de mí.
Gracias Joaquín por fin entendí la letra de tu canción y el motivo, el culpable era yo.
Yo quería quererla querer y ella No.
Así que me merecía estar en esa silla sin poder moverme día tras día hasta apagarme .
Que su naturaleza le hubiera llevado a usar el tronco que reposaba junto a la angosta chimenea para romper mis dos piernas y seguir golpeando mi espina dorsal como si de una masa de pasta se tratara no era más que una reacción normal para su maltrecho cerebro.
Nunca supo la diferencia entre lo correcto y lo malo , y yo nunca supe querer ver que la colección de insectos de clavados en decenas de libretas o consumidos en el invisible calor del microondas no eran un juego de investigación.
Después de cada corta vida de los perritos Candy, Candy II o hasta la de la preciosa gata Esmeralda, la cuál cayó misteriosamente desde la planta superior a la piscina cubierta , cuya tapa de invierno me demostró ser tan útil para proteger el agua de las hojas del árbol del vecino como para ahogar silenciosamente … entonces y solo entonces comencé a dudar , fue en ese momento que me descubrí sudando cabizbajo, avergonzado y también amedrentado cada vez que cogido de su pequeña mano volvíamos a entrar en la tienda de animales del centro comercial.
Tampoco lo quise ver cuando una joven tutora me enseño unos dibujos teñidos de negro y rojo que con nerviosismo me quería hacer creer que mi dulce hija había hecho. Pero esa duda se disipó rápidamente cuando aquella malograda profesora estuvo de baja varios meses por haber caído por las escaleras que conectaban las aulas con el comedor , vaya que mala suerte la rodeaba .
Aún tenía fuerzas para protegerla, podía hacerlo al fin y al cabo su mano recién nacida tomó la mía y ese vínculo era para siempre ¿ no?
La oscura habitación envolvía mis recuerdos y los aclaraba como antes no lo había hecho jamás.
Siempre sentí desde el primer momento en que tomó mi mano que el amor real era ese, el mismo que convirtió su respirar de bebé en felicidad y miedo, y el mismo que se convertía en descanso y en miedo cada vez que dormía.
El amor verdadero ante una hija sólo puede describirse con las palabras fuerza, devoción y miedo escritas a fuego en la piel, un padre mataría y moriría sin dudar de nada cegado por el amor a ella. Y ahora yo moriría por estar ciego .
Que uno ame no requiere necesariamente de la obligación de ser amado por su amor.
Esa verdad me esboza una mueca que podría asemejarse a una sonrisa, que estupidez imaginarme en esta silla a oscuras guardado en el cobertizo bajo la escalera, muerto de cintura hacia abajo esperando que la perdida de sangre termine la obra por si misma.
Supongo que algo de amor me tenía, si no fuera así hubiera terminado con un golpe certero en la cabeza, quizás no es una psicópata sólo tenía que haberla dejado ir al cine con aquél chico.
Espero que la trate bien y le compre el menú grande, a él no lo tratará tan bien como a mí.
FIN.
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