Ser en el caos llamado tierra

Ser en el caos llamado tierra

Valeria Sofia Q

14/06/2023

Aún no me ajustaba a aquel cuerpo carnal, de sangre caliente y alma helada. Sentirme a gusto en ese ambiente tan ajeno resultaba en una pérdida de tiempo . Era muy… físico.

Aquel día me arrepentí de haber tomado tan absurda decisión. Recuerdo oír una fuerte carcajada cuando le expresé mi deseo de abdicar para así al menos cambiar de rol:

“Absurdo,…Trabajo es trabajo y más vale lo malo por conocido que lo bueno por conocer; además, no venga con vainas que vos no sabrías como hacer mi trabajo y yo mucho menos el tuyo. -Me dijo en un tono ya molesto.

Desde hace unas cuantas estrellas nuestras almas habían sido materializadas de acuerdo al entorno. Todo yo era oscuridad rodeado de silencios y frío, así como la mesura y la plenitud. Al contrario, este otro ser había sido siempre la locura, la luz y la espontaneidad desenfrenada.

Nunca supimos quién era más poderoso, ni cuál quemaba más; el calor abrumante y agotante o el frío paralizante y penetrante.

Algunos atardeceres discutíamos cómo llegar a un equilibrio, y cómo enseñarles ese camino a los seres de al lado. Cómo le extraño…

Las almas vecinas que llegaban solían hablar profundamente con nosotros antes de tomar la decisión de hacia dónde ir. Nunca entendí muy bien porqué en la tierra veían la dualidad en todo. Para ellos, mi oscuridad era la maldad, en cambio, la luz era la bondad; yo era el infierno, y este otro ser en cambio, era el cielo.

Durante un atardecer acompañados de una dulce tetera color azul celeste, nos preguntamos porqué ellos tomaban el arriba y el abajo como extremos principales, nunca sospecharon que la oscuridad y la luz habitaban siempre a su lado.

Éramos el equilibrio que tanto buscábamos; ojalá lo hubiésemos sabido en aquel instante en que me acerqué con mis erigida capa oscura que cubría la materia que solía ser.

Mirándome con ojos tiernos y compasivos preguntó el porqué de mi decisión. Cabizbajo no me atreví a soltar una palabra, pero mi silencio comunicó mis razones. Yo sabía que no era el único existencialista ya abrumado.

-Te propongo pues algo, ya que estamos condenados a vivir de semejante manera… hazté humano ¡che!

Ya me había acostumbrado a su cómica forma de hablar, producto a su cercana relación con aquellos seres despreciables. La energía proveniente de aquellas palabras se podía sentir en lo más oscuro de mi hábitat. Aquella idea seductora y absurda no paraba de darme vueltas. Aún siento los diminutos caballos galopando en mi más tranquila soledad.

“¡¡Sí!!” grité a los pocos segundos impidiéndome pensar dos veces.

Así fue como llegué al más extenuante viaje que tuve que vivir desde aquel día soleado de marzo. Yo había adquirido una nueva forma y a su vez, sin saber había adquirido un nuevo camino.

Me desperté en aquel valle cercano al ecuador por el calor sofocante. El sudor resbalaba por mi ‘piel’, áspera. El rayo de sol en mi cara me molestaba, pero a su vez me hacía sentir protegido.

Esperaba encontrarme con el fresco aroma de hierba mojada, característico del ecuatorial. En cambio, un fuerte olor penetró mis fosas y a su vez me llenó de vida. El olor a ‘Café’. Abrí mis ojos y observé la nueva forma de mi alma. Una masa gigante y un poco abstracta se recostaba sobre una hamaca color tierra. Mientras me levantaba descubrí que la materialización humana, es decir, el ‘cuerpo’ humano, era más pesado de lo que imaginaba, pues además de huesos y piel, cargaba con historia y fuertes costumbres naturalizadas. Después de unos minutos, la masa deforme cobró sentido y se naturalizó completamente en mí.

Una vez llegué a la tierra y a este cuerpo, fui bombardeado de dudas; aún más que antes. Fue una experiencia apabullante. Me habían nombrado el diablo y mi masa era vista por cada uno de manera distinta. Algunos humanos me trataron de ‘tú’, otros de ‘mi señor’ y algunos otros de ‘belleza’. Cada uno vio lo que quiso.

Caminé, vi, los escuché, me enamoré… durante muchos años viví, pero no fue sino hasta que escuché como definían a la muerte, que me di cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de quien toches era.

Me hicieron responsable de miles de masacres, de la caída de ciudades, y hasta de la creación de partidos políticos. Había perdido mi capacidad de discernir entre que era real y que no. Mi realidad no era humana, era la superior lateral; ¿no? ¿Acaso no debía estar al otro lado llevando a las almas al hábitat más adecuado para su ser?¿Acaso no era yo la consciencia y plenitud?… Mis recuerdos y acciones se hicieron difusas y fui guardando esos pensamientos como meros sueños. A veces le llamaba locuras filosóficas, y así mis recuerdos dejaron entonces de ser reales.

Mi “vida” aunque aburrida solía ser lo que tenía que ser. Pero ahora no era más que algo colonizado por seres realmente indomables, destructores y canallas. Antes de partir dejo escrita esta carta, para constatar con mi vida la desgracia y el error que fue llegar aquí. Aunque llegué a experimentar el miedo, el amor, la felicidad, los celos, la rabia, la avaricia, la emoción e incluso el tiempo, llegué a conocer lo que significa ser humano e incluso terminé por convertirme en uno. No puedo seguir luchando en un delirio social por miedo a perderme en otra realidad…

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