La Máscara (La historia de Lucía)

La Máscara (La historia de Lucía)

Hace un tiempo pienso en esa sensación de querer ser uno mismo sin tanto prejuicio e indudablemente mi cabeza viaja a las experiencias más cercanas. Tengo amigos que conozco hace muchos años, con los cuales hemos compartido diferentes eventos como fiestas, cumpleaños, reuniones o simples juntadas para compartir un mate y una charla breve. Debo reconocer que en algunos de ellos siempre observé un comportamiento correcto; todo lo que sus padres esperaban de sus hijos: Que sean buenas personas, buenos amigos, que estudien, que tengan un propósito y proyecto concreto en la vida adulta pero nada de todo eso a ellos los llenaba. Siempre observé en algunos casos donde era más una bajada de línea familiar que algo real, pero nunca supe exactamente qué era lo que ellos más querían, simplemente los sentía vagando en la idea de que como eran estaba bien, todo cuadraba por todos lados: buenas notas en el colegio, en la facultad, grupos de amigos, buenos hijos en sus casas, buenos hermanos, buenos en sus empresas… pero nunca -o casi nunca- se escuchaba una queja respecto a algunas bajadas de línea. Tampoco los oí decir «YO QUISIERA SER ESTO», «YO DESEO ESTO» o simplemente las cosas que no querían para sus vidas. 

Probablemente la verdadera guerra era de las puertas para dentro, pero solo recuerdo un caso reciente donde luego de algunos años en pareja, mi amiga Lucía le comentó al novio que ya estaba cansada de que sus suegros le dijeran lo bien que le quedaba un bebé o cuándo pensaban darle un nieto, y todo ese mandato familiar y atrevido que algunas personas tienen el tupé de exponerlo sin pensar en los deseos (o no) del otro. Lucía aguantó algunos años los almuerzos familiares y la insistencia constante sobre agrandar la familia. El problema era que sus suegros pensaban que su hijo con, en ese entonces, treinta y siete años, y luego de algunas relaciones fallidas anteriormente, no debería dejar pasar esa oportunidad. Ellos estaban grandes y esa sería la jugada maestra, el momento justo en que su hijo les diera un nieto. Con esa insistencia, no solo intentaban sembrar en Lucía la idea de ser madre, sino que Lautaro empezara a repetir exacta y progresivamente las mismas palabras que sus padres, haciendo presión y finalmente auto boicoteando su pareja. 

Pasados los años, y con la semilla sembrada en la cabeza de Lautaro, sus padres finalmente decidieron cesar con la idea de tener un nieto y dejar que el trabajo más fuerte ahora lo hiciera su hijo. Lautaro no solo comenzó con su propia insistencia, sino que sus proyectos a futuro se convertían en deseos más obsesivos haciendo que cualquier idea que Lucía tuviera de crecer individualmente, no fuera apoyada por su pareja. Esto sumado al peso que sentía de tener un novio altamente demandante junto con su familia, empezó a llamarle la atención y decidió seguir para saber qué pasaría y sobre todo qué sentiría ella. Lucía estaba dándole lugar a sus sentimientos para saber qué camino quería tomar. Lucia, finalmente, estaba escuchándose a sí misma y por ese motivo comenzó un curso de azafata para que su sueño de viajar por el mundo pueda realizarse mientras ganaba dinero. 

Todo cuadraba: Conocería el mundo mientras ganaba dinero, seguiría viviendo con Lautaro mientras él la apoyara en su deseo individual, conseguiría cómo viajar los dos juntos a los destinos que quisieran y más adelante proyectarían formar una familia. Pero nada de eso sucedió… Ser azafata implicaba trabajo de logística sobre todo cuando se encontraba en pareja, y ni hablar si hubiera hijos de por medio. Para el tipo de trabajo que Lucía deseaba, era necesario cumplir con ciertos requisitos a la hora de postularse en vuelos internacionales pero eso no era un problema, el verdadero problema estaba más cerca de lo que ella pensaba. 

Lucía se veía hermosa con el uniforme con el que debió vestirse para su egreso; pañuelo rojo, pelo prolijamente tirante, traje color negro, zapatos a tono y su sonrisa tan genuina que, además, iluminaba sus ojos chinos de felicidad. Esa fue la foto que había mandado al grupo de amigas donde todas nos alegramos aunque por motivo de la pandemia no hayamos podido acompañarla. Lautaro sí, pero no estaba tan feliz, a él empezaba a recorrerle el miedo y los celos de que Lucía encontrara otra persona en una aerolínea y un nuevo sentido por el cual cambiar su vida. Lo que no se había dado cuenta era que Lucía había empezado a pensar otro destino en el preciso momento en que él permitió la intromisión de su familia en su vida conyugal. 

Hay momentos en que uno debe entenderse de lo que ocurre a su alrededor y cambiar el chip para ser un adulto comprensivo y compañero. Lautaro era una especie de político donde no solamente en su trabajo debía ser [políticamente] correcto, sino que a su vida personal también llevaba esa política la cual implicaba tener todo ordenado y bajo control, no ir en contra de lo que sus padres querían para su vida, tener un auto, tener una casa, ser buen hijo. A veces los compromisos impuestos son los que sacan de eje al que uno es o quiere ser verdaderamente. Muchas personas, por miedo a ser juzgadas, dejan a un lado el verdadero deseo que aflora cada vez con mas fuerza desde adentro nuestro. ¿Podemos reprimirlo? Por supuesto que podemos, pero debemos ser cuidadosos y conscientes con eso que escondemos bajo la alfombra puesto que a veces ese mismo deseo, en algún momento, va a intentar hacerse presente. El caso de Lautaro era un gran ejemplo para Lucía porque se reflejaba en lo que ella venía postergando a lo largo de los años: viajar, y si encontraba a un compañero dispuesto a sumarse a la aventura, por supuesto sería bienvenido. ¿Qué mejor que aventurarse juntos a la planificación de un proyecto sin ninguna imposición? Lautaro, por su parte, continuaba rígido, ¿Cómo no iba a darle un nieto a los padres? ¿Cómo iba a tener un hijo en otro lado e imposibilitar que sus padres pudieran compartir el tiempo que les quedaba sin el bebé cerca de ellos? ¿Cómo iba a dejar su trabajo bien pago en la política por aventurarse a poner un negocio para mascotas sin tener un futuro certero? Lautaro quería certezas porque él era calculador. Lucía, por su parte, también lo era, pero gracias a su relación con Lautaro, pudo verse en el espejo y tomar decisiones que permitían escucharse cada vez un poco más. Eso en el grupo de amigas se celebró como un tercer mundial ganado.

Cuando Lautaro salía a trabajar y puesto que Lucía con su nuevo trabajo en pandemia lo hacía desde la casa que compartían, comenzó a querer cada vez un poco más. Ya había obtenido el título oficial de Tripulante de Cabina de Pasajeros pero la idea de viajar cada vez era más latente, lo que la llevó a inscribirse en una beca en Barcelona por un año con todo pago y empezar a enviar currículums a diferentes aerolíneas, tanto nacionales como internacionales. Ese fue el momento en que, sin ser consciente del todo, Lucía había tomado una decisión y elegido un camino: Ser feliz. Lautaro no era feliz con su decisión de quedarse en casa por las noches mientras su mujer viajaba por ahí a horarios poco habituales, como ser de madrugada; e incluso llegó a plantearle que si decidía comenzar a trabajar de azafata, no estaba dispuesto a tener hijos y mucho menos cuidarlos mientras ella se fuera a cualquier hora de su casa. Lo que Lautaro no sabía era que, aunque pensara que esa presión fuera un freno al deseo de Lucía, la estaba ayudando cada vez más a dar el gran paso.

A veces no nos damos cuenta que con nuestras acciones -o sin ellas- estamos allanándole el camino al otro a que se aleje de nosotros. Hay tantos pasos previos a los que darle importancia y decidimos, a veces sin darnos cuenta, hacer caso omiso a todas las señales que se vienen presentando o que nos vienen reclamando ya sea, enojándonos, retrucándolo o simplemente desentendiéndonos si de todas formas nuestro par ya sabe cómo somos y así nos eligió, ¿Cómo nos va a cambiar ahora? Y sí, a grandes rasgos fuimos elegidos pero siempre hay cosas por cambiar, sobre todo si sentimos amor por nuestras parejas, familia o amigos que nos dicen las cosas por alguna razón. Al fin y al cabo desde afuera todo es más claro pero ¡Ojo! debemos siempre hacernos caso a nosotros mismos, no siempre lo que viene de afuera es la realidad ni tampoco es sano. Como el caso de Lautaro que, lejos de acompañar a quien elegía como madre de sus futuros hijos, quería cortarle pluma por pluma hasta el punto de que Lucía quedara sin alas.

Finalmente… ¿Qué pasó?

Ya les contaré.

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