Un mundo donde las hadas reinan sobre los humanos.
Las hadas eran hermosas, pero no como las criaturas mágicas y etéreas que solemos imaginar. Sus ojos eran negros sin ningún rastro de benevolencia, y sus alas eran afiladas como cuchillas. Sus cuerpos eran delgados y pálidos, y su piel parecía brillar bajo la tenue luz de la luna llena.
Nadie sabía cómo las hadas llegaron a dominar el mundo, pero todos los humanos sabían que no podían hacer nada para detenerlas.
En el corazón de la ciudad, había un castillo donde la Reina de las Hadas, Mab, vivía. Ella gobernaba sobre las hadas y los humanos por igual, pero siempre se aseguraba de que su poder nunca fuera cuestionado.
Los humanos debían trabajar largas horas en las fábricas y minas, mientras que las hadas disfrutaban de una vida llena de lujos y placeres. Nadie tenía el suficiente valor y coraje para quejarse, porque todos sabían que la Reina castigaría sádicamente a cualquier persona que se atreviera a desafiarla.
Pero había un humano llamado Art que no podía soportar la opresión de las hadas. Él había visto a su madre morir en las fábricas debido a la falta de seguridad, y cómo su hermana pequeña desvanecía del hambre.
No podía soportar la idea de vivir en un mundo donde las hadas eran adoradas como dioses y los humanos eran tratados como esclavos.
Una noche, Art decidió hacer algo al respecto. Se infiltró en el castillo de la Reina, decidido a matarla y liberar a la humanidad de la opresión que los esclavizaba. Pero cuando llegó al trono de la Reina, encontró algo que lo aterrorizó más que cualquier cosa que hubiera visto antes. La Reina de las Hadas no era una criatura de este mundo. Era una monstruosidad proveniente de otro plano de existencia, y su objetivo no era simplemente gobernar sobre los humanos, sino esclavizar sus almas para siempre.
Art sintió su voluntad debilitarse cuando Mab lo miró directamente a los ojos, aceptando que no tenía ninguna oportunidad de derrotarla.
De repente, una legión de hadas se materializó en la habitación, y Art tomó conciencia de que su vida y esperanzas pronto acabarían.
Las hadas lo atacaron con sus alas afiladas, cortando su carne y bebiendo su sangre. Gritó de dolor mientras lo torturaban. Dio su último aliento acompañado de un pensamiento que lo atormentaría aún más allá de su pobre vida terrenal: nunca debería haberse metido con un poder que no podría subyugar debido a su condición de humanidad.
La Reina miró con satisfacción mientras su violento ejército destrozaba el cuerpo de Art. Sabía que los humanos nunca se atreverían a desafiarla de nuevo después de ver lo que le había sucedido a su intrépido compatriota.
Las hadas continuaron gobernando el mundo, aplastando toda esperanza de libertad y justicia. Pero en el corazón de algunos humanos, la llama de la rebelión todavía arde. Algunos sueñan con un mundo donde las hadas sean vencidas y la humanidad sea libre una vez más.
– Morgana Blackwood
OPINIONES Y COMENTARIOS