Corregí todas mis nostalgias, pasando las andaderas sin desdén.

Guardé aquellos ecos acentuados, abrazados y desconsolados, de disturbio y equivocación.

Han sido reclamadas las horas, comprimidas las medidas de los anhelos.

Suelo estar en la misma alternancia, entre armas y constancia; en rutinas y arrogancias guardadas en mi pecho, talladas en la almohada, pintadas en el texto: de mensajes poco inciertos.

Suelo perder la narrativa, muevo las tildes de las palabras; acostumbro a beber del vaso de vidrio mientras mis dedos se mojan desde lo lejos.

Me gusta caminar en la madrugada, mirar al sol cuando se embriaga, cuando titila mientras sonríe: porque nadie le está mirando…

Porque nadie está mirando.

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