A Mark le quemaba la piel. No podía estarse quieto en su pequeña oficina, su pierna derecha parecía tener vida propia. Cada cinco minutos miraba su reloj, ya le había enviado al grupo editorial su crítica sobre la última película Damien Chazelle, otra pieza pretenciosa e idealista que agregar a su catálogo de supuesto arte. Nunca se le había hecho tan eterno un día de trabajo. Pero debía tranquilizarse, hoy sería el día. Ese día en que todo lo cambiaria. Estaba casi seguro que luego de esta noche, nunca más tendría que pisar aquella revista de mala muerte. Nunca más tendría que oír las asfixiantes palabras de su desagradable jefe, o forzarse a tener que sonreírle seductoramente a su subdirectora, no recordaba ya la cantidad de veces que le había hablado sobre su mujer, Poppy.

El aire fresco y helado de la ciudad lo rejuveneció, hoy no tomaría un Uber ni volvería en metro, su mente y cuerpo se lo agradecerían. Mientras caminaba sentía la pesada presencia de la carta que llevaba en su maletín. Hace dos días, a eso de las seis de la tarde, cuando solía encontrarse viendo el partido y tomando unas cervezas en su sofá, le tocaron el timbre. Resoplo, parecía como si el mundo buscara maneras de molestarlo en el único momento del día en donde se encontraba solo y no tenía que escuchar las exigencias de su mujer, si supiera que aún llevaba los zapatos puestos…

– Una entrega para Mark Brown anunció el desconocido detrás de su puerta. Se preguntó quién sería tan anticuado como para estar enviando cartas en estos años.

    Pero cuando vio el nombre del remitente, el mundo se le detuvo. Una letra delicada y antigua en un papel grueso de color crema indicaba el nombre de Vazek Stránský. Sin pensarlo abrió como pudo la carta, practicante de manera desesperada. “Estimando Mark Brown, nos complace invitarlo a la décima exposición del artista. ‘Acción reactiva’ que tendrá lugar el 25 de julio del presente a las 20:00 horas, en 1334 York Ave, Nueva York, Upper East Side. Estamos a la espera de confirmación. Atentamente, Vazek”. Con manos temblorosas tomo su teléfono y comenzó a buscar en internet información de la exposición. ¿Cómo era posible que no se había enterado de que el mismismo Stránský iba a presentar un nuevo proyecto? Aún podía recordar el sabor amargo que le había quedado cuando había entregado su crítica sobre su última obra. No entendía como alguien con semejante reputación creaba un tipo de arte tan indiferente. Uno que observabas y no te evocaba ningún sentimiento, ni pensamiento. Sin embargo, las personas volvían a caer una y otra vez en sus redes. Así, encontró un artículo en donde el artista explicaba que aquella sería su última exposición, se encontraba agotado de lo desgastante que era idear su arte. Mark se rio para sus adentros, si su proceso creativo era desgastante… pero su mirada se quedó congelada en una frase. Este hablaba de cómo había seleccionado a 10 críticos de preferencia para que fueran los primeros en presenciar el estreno de su nueva obra, además de que habría invitados especiales de diferentes áreas del ocio. Y que por primera y última vez la subasta de las obras se haría en la galería. Lo que mostraba el aire de exclusividad que tendría esta exposición. El joven no lo podía creer, había sido seleccionado específicamente por Vazek para ser uno de los únicos que experimentarían lo que sería ‘Acción reactiva’. Ya podía imaginarse cuantas revistas le pedirían la exclusiva de la experiencia o los futuros eventos a los que sería invitado. Probablemente, su futuro éxito les permitiría a Poppy y a él poder acceder a comprarse su propia casa y comenzar de una vez por todas la vida de sus sueños.

    El agua proveniente de la nieve descongelada en la acera lo trajo de nuevo a su realidad, malditos coches que no se fijaban por donde uno caminaba. Mark, tomo su teléfono y le envió un mensaje a su mujer: Cariño, ¿ya has llegado de Chicago? Seguramente te encuentres durmiendo, pero quiero que esta noche hagamos algo especial luego de la exposición. Debemos celebrarlo.

    Eran las siete y cuarto de la tarde, le quedaban unos segundos antes de que tuviera que irse de su casa para llegar a tiempo a la galería. Se observó frente al espejo de su habitación mientras oía el tono de la llamada. La camisa rosada recién comprada y sin corbata le daba el aire jovial con el que había intentado presentarse, pero los pantalones de color azul marino junto a su cinturón y zapatos de suela marrón indicaban su lado más serio. El tono dio ocupado. Le parecía extraño que Poppy aún no le contestara, le había enviado varios mensajes y nada. Probablemente seguiría absorta en su último proyecto. Decidió enviarle un mensaje a su compañera, Lissie, preguntándole si seguía con ella. Guardo el teléfono y cerro la puerta. Pero no tenía de que preocuparse, su mundo de oportunidades lo esperaba, si era necesario festejaría solo.

    El eco de sus pasos en el suelo de parquet dorado lo reconfortaba y obligo a su corazón a que le siguiera el ritmo. Ya se encontraba allí, rodeado de excepcionales personajes de todas las áreas, cantantes, magnates del arte, actores, accionistas y otros artistas. Pero no había casi evidencia del arte, solo se podían observar repartidos en una habitación rectangular diez lienzos exageradamente grandes cubiertos por una tela negra, debajo de estas una pequeña inscripción con el nombre de la obra y el precio por el que comenzaría en la subasta. La única que había podido leer detenidamente indicaba que su precio comenzaba en el millón de dólares. Oyó como una garganta carraspeaban y como un silencio sepulcral tomaba la sala. Al girarse pudo observar cómo Vazek se había subido al pequeño escenario que se encontraba en el medio del salón. Mark, tomo un trago de su copa de champán, le impresionaba tenerlo frente suyo. “Queridos invitados, hoy con un pesar infinito, pero cargado de orgullo, les presento mi última obra”, comenzó a decir con un acento severo. “Quiero que comprendan esta noche que cada una de estas piezas es un fruto proveniente de sus vidas. No han sido seleccionados al azar y son tanto los creadores de esto como lo soy yo. Y tengan en claro, que ninguna acción, ni palabra, crea indiferencia”. Le vibro el pantalón y vio que Lissie le había respondido que no la había visto a Poppy desde que habían llegado a Manhattan. Al levantar la mirada vio como los ojos oscuros del artista se posaron directamente en el joven, con una sonrisa siniestras y al mismo tiempo que bajaba sus brazos como si se encontrara en una orquesta, continuo: “He aquí, Acción reactiva”. Cada uno de los camareros que anteriormente se encontraban sirviendo el espumante, se encontraba parado a un lado de los lienzos gigantes. Luego de dar una mirada alrededor y a la par, retiraron con ímpetu las telas negras. Dejando ver algo que definitivamente cambiar el rumbo de la vida de Mark.

    Los aplausos del público y los comentarios de alago, rompieron el silencio. Allí, expuesta en el segundo cuadro de la derecha, se encontraba su mujer. Encerrada en una pequeña área transparente, maquillada como una señora de la época antigua y vestida con semejante ropa que era lo mismo que no llevara nada. El maquillaje ya se encontraba destruido a causa de sus lágrimas y el joven puedo observar los golpes desesperados que esta pegaba contra el vidrio. Pero, no se la escuchaba, nada de lo que hacía. Miro a su alrededor y noto como todas las demás piezas exponían algo similar, en el lado izquierdo a su mujer había un hombre de un físico excepcional, que pateaba con firmeza el cristal. Y a su costado una pequeña señora de cabello blanco que se encontraba arrodillada rezando. Cada uno de sus compañeros de oficio corrieron a los correspondientes cuadros, intentando rescatar a sus seres amados, ayudarlos como pudieran. Mark, intento con todas sus fuerzas arrancar el marco negro que envolvía el cristal, las lágrimas le nublaban la vista. Probo golpeando el vidrio una y otra vez, grito pidiendo ayuda a las personas de su alrededor, pero nadie respondía. Todos seguían observando enajenados a cada una de las personas que se encontraba encerrada en los cubículos de vidrio. Volvió a mirar a su mujer y esta se encontraba arrodillada a su altura, su frente y mano derecha pegadas contra el vidrio, él imitó su gesto y cerró los ojos. Tal vez había una manera de salvarla, pero nunca lograría hacerlo. Miro al pie de foto: ningún sentimiento, 2.000.000 de dólares.

    Hubo un golpe seco en la madera, y todos los espectadores se volvieron a girar. Stránský, se encontraba otra vez en el escenario sonriendo. Abrió los brazos y anuncio con una voz que invadió el cuerpo de Mark en un escalofrío: Ha de comenzar la subasta.

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