Pensamientos sobre el amor

Pensamientos sobre el amor

Puedo decir con certeza que he amado y que, aún ahora, amo; y siempre estaré seguro de decir que siempre seguiré haciéndolo. Pues, ¿qué otro carácter, tan común y tal bello, posee el ser humano sino que es el de amar? Si un hombre no ama, ¿realmente puede decir que ha vivido? Y quién ha sido amado aún en su muerte, ¿de veras ha muerto? Es sólo el amor lo que nos vuelve inmortales. Y no son otros sino los artistas los profesionales de la inmortalidad. Cuando uno de ellos te ama te conviertes, antes o después, en un ser eterno. ¿Y qué otra cosa, tras la muerte, nunca desaparece sino el amor? Pues a todos a los que en vida has amado les ha ayudado a amarse a sí mismos, y estos llevaron a otros a querer a su persona a su vez. El amor nunca muere, se transforma pero, a diferencia de la materia, sí puede crearse y, némesis de esto, destruirse. Todo pecado conlleva a la destrucción de este amor. Al matar a alguien, al robar algo querido de otra persona (¡y qué hay más horrible que robar su honra y dignidad! Adiós al pasional y fogoso eros), dejándole con la convicción de que ya jamás lo volverá a encontrar, se llega a ese acto. Emponzoñar buenos recuerdos con traumas maltratando, abusando y engañando no hacen sino envenenar el más puro amor, el surgido de la confianza. El magnífico y etéreo ágape. Y cuando te conviertes en destructor del amor de otros no estás haciendo otra cosa que, a su vez, destruir el tuyo. Si no amas a los demás, ¿de verdad puedes decir que eres capaz de sentir en absoluto amor? Pues el que no ama a los demás, tampoco es capaz de amarse a sí mismo, y el ego no es amor, pues muchas veces, produce dolor. Y aun cuando querer puede doler, siempre habrá algún placer en ello después, ya sea tras el acto de la reconciliación, que puede ser un simple gesto de disculpa si el daño fue pequeño, mas cuanto mayor sea este mayor deberá ser (pero nunca, ¡nunca el amor se ve vetado si hay buena intención!), o si definitivamente jamás se solucionó, el placer será el recuerdo siempre presente de haber amado.

Nunca debería nadie (hombre, mujer, niño, adolescente, adulto, anciano, sin distinción de raza o nación de origen) ser juzgado por amar a otro (¡también cualquier otro hombre, mujer, niño, adolescente, adulto, anciano, sin distinción de raza o nación de origen!). Pues algo que es tan bello y tan benigno nunca hará mal. El sufrimiento sólo nace de más sufrimiento, y jamás del amor; y, a su vez, el amor y la felicidad sólo pueden surgir de sus iguales creando un ciclo sin completo final. Si, por extraño que sea el caso, el amor conllevase dolor a través del acto de envidiar, llevando a alguien de buen corazón a sentir celos, también sea sólo el amor el que pronto lo vaya a solucionar. Pues si alguien ama, se alegrará de ver a su deseado feliz en brazos de otro, ya su vez nunca podrá querer nublar el sol que se cierne sobre el otro sosteniendo a su deseado. Sólo en el amor se encuentra la felicidad. Y sólo el amor todo lo podrá solucionar.

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