Las llamas comenzaban a recorrer su piel y, él no podía sentir nada. El calor aumentaba y la joyería se fundía en su piel hasta el núcleo de su alma y, el solo miraba su pasado roto, mientras brillaba para un futuro, un nuevo futuro.

“Tal vez estoy listo” se dijo con mucho optimismo, no podía creer que después de aquella noche, podría recobrar las fuerzas que perdió, aprendió de sus miedos y se conoció en el punto más vulnerable.

Tomó su libreta, un lápiz y partió con una maleta llena de cicatrices para inspirar su carbón.

“Tengo miedo, pero jamás me dejaré caer”

Salió de su casa volteó una última vez para dejar todo atrás, un suspiro profundo lleno de recuerdos, inhaló pasado, exhaló esperanzas, volteó hacia el cielo lleno de estrellas que alcanzar, No se limitaba a mirar, sentía y sentía más que nunca.

Los caminos estrechos ya no eran un obstáculo, se había hecho amigo de lo adverso y aprendió a convivir con los que lo incitaban a destruirse, se alejó de lo que le ocasionaba malos hábitos, quedó solo, entendiendo que era puro amor propio, no le tenía miedo a la soledad, bailaba en soledad y se dejaba abrazar por la oscuridad, abrazó a sus miedos y los cuidó con mucho amor.

Al final comprendió que no es la cantidad, sino la calidad de estrellas que bailan a tu lado.

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