La Obra de Firacci

La Obra de Firacci

Dylan

05/01/2023

I – El Viaje Aéreo

El atril y los pinceles rebotan en la cabina de la avioneta, dando golpes que se sintonizan con el sonido mismo del motor de aquel pájaro artificial. La bitácora de viajes que escribo queda imperfecta a causa de las turbulencias que invaden la cabina, la pluma ya no sigue las ordenes de mi mano. Por la ventana, maravillosas pinceladas de azul colorean el cielo y leves toques de negro le dan profundidad al océano, tanto caos dentro de la cabina y tanta armonía fuera de ella, solo 2 personas tenemos la fortuna de contemplar tan magnifico paisaje desde los cielos. Mi acompañante, quien dirige este pájaro artificial hacia el Amazonas, me motiva a revivir experiencias pasadas como aquella vez que nos perdimos en la selva del Congo y un cuadro de pintura fresca nos ayudó como referencia para que tribus de la zona nos guiaran devuelta al rio, o aquella larga caminata rumbo a las Tres Hermanas en Escocia solo para descubrir que los pinceles habían sido olvidados en Glencoe. La sensación de alegría y nostalgia inundaba la cabina mientras el azul del paisaje era reemplazado por pinceladas anaranjadas y eventualmente negras.

Aquel abismo de oscuridad y mi reflejo en la ventana me hacían recordar mi vida en Greenwood, la eterna rutina de trabajar en el periódico local, donde los días eran interminables, las amistades se disfrazaban de falsedad y las risas eran artificiales buscando aferrarse a la mínima posibilidad de un ascenso. Por la ventana de aquella oscura oficina podía observar como el cielo se pintaba con mis sueños, pero no tenía el coraje de volar con ellos, pues el negro siempre absorbe a los otros colores.

II – El Viaje Terrestre

Cuando el cielo volvió a pintarse de naranja cesó el eterno baile que mantenía el atril con los pinceles en la cola de la cabina y la ventana se pintó de verde con el paisaje del Amazonas. A la distancia se extendía el rio zigzagueando, al igual que yo unos años antes, al salir corriendo de la oficina, esquivando los periódicos que mi jefe lanzaba bajo el grito… !Firacci! no puedes renunciar de un día para otro.

El avión aterrizo suavemente en el rio y con equipaje en mano decidimos entrar en este mundo verdoso, en donde la brújula era nuestro guía, el machete nuestro vehículo y Salto Angel nuestro destino. Cuando se alzaba la luna nos alejábamos del suelo para descansar y cuando se alzaba el sol nos acercábamos al rio para pescar, la humedad de la zona amenazaba con destruir mis lienzos, pero la inteligencia humana los mantenía vivos. El Amazonas, de acuerdo con nuestra rutina, nos permitió acercarnos a nuestro destino y nos bendijo con la posibilidad de pintar en nuestros ojos los cuadros más hermosos que hemos tenido el placer de observar. Azules con verdes, verdes con cafés y en ocasiones punteos de amarillo y naranjo otorgado por algún insecto que se hacía presente, simplemente magnífico.

Al décimo día vimos los castillos de roca imponerse por sobre el océano verde, una suave línea blanca cortaba la roca en dos mientras se difuminaba sobre las nubes, la parte superior de la roca contaba con una planicie capaz de desafiar el trazo de la mano más firme y la sensación de magnitud era casi imposible de replicar con palabras. Envueltos en asombro no pudimos contener las lágrimas de felicidad al ver dicho paisaje plasmarse en nuestra retina, la alegría de ese momento fue equiparable al día en que el periódico local de Greenwood recitaba “Nuevamente Firacci nos abre los ojos al mundo”. Ubicando el atril sobre la plataforma de roca, el lienzo sobre el atril, las pinturas en la paleta y, a diferencia de aquella vez en Escocia, los pinceles en mano, me embarque en la imposible misión de replicar el paisaje. Con cada trazo me invadía la sensación de no ser merecedor de representar tanta belleza, pero el haber escapado aquel trabajo en el periódico me devolvía la confianza en mí mismo.

III – El Viaje de la obra

Al cabo de un tiempo, los periódicos locales de Greenwood gritaban de manera escrita: “Firacci desaparece de la faz de la tierra”. El artista era conocido por aventurarse al mundo durante largos periodos, pero siempre lograba volver a Greenwood para la presentación anual de sus obras. En esta ocasión, Firacci no se hizo presente en el evento y rápidamente despertaron los rumores de su desaparición. Hay quienes dicen que perdió la vista y hay quienes dicen que Dios lo llamo al cielo para pintar su reino, personalmente creo que aventurarse en lo desconocido puede traer mucha belleza, pero no está libre de tragedias. La preocupación se hacía tangible en Greenwood, pero la esperanza del retorno del artista se iba apagando con los días.

Tiempo después, se descubrió el atril de Firacci sobre una plataforma rocosa  y a su lado, una bitácora de viajes que logró respaldar la presencia del artista. El explorador que dio con dicho hallazgo relata la destreza del artista para capturar tan hermoso paisaje, pues sobre el atril se encontraba la naturaleza plasmada en una armonía y belleza sin precedentes, el imponente castillo rocoso sobre el océano verde, partido a la mitad por una línea blanca difuminada en las nubes y la superficie de la roca llevada a la vida con un trazo perfecto, pero había algo más en ese cuadro. El explorador no sabe si fue fruto de genialidad o fruto de locura la mancha rojiza oscura que rompía salvajemente la armonía del paisaje.

La obra de Firacci fue llevada del corazón de la selva al corazón de Greenwood, artistas de todo el mundo visitaban la exposición y quedaban atónitos ante la valentía del artista de irrumpir una obra de manera tan salvajemente bella. El cuadro fue centro de las exposiciones más prestigiosas del mundo y las escuelas de arte en cada rincón del planeta incorporaron en sus cátedras la obra de Firacci como objeto de estudio, eventualmente el arte de la época evolucionó de representaciones realistas a incorporaciones abstractas en las obras y Firacci se convirtió en la representación absoluta del arte moderno, pero lo cierto es que el mismo artista no estaba presente para ver sus logros, aún se desconocía su paradero.

IV – El Viaje del Artista

Existe un antes y un después en el mundo del arte, siendo el punto de inflexión la obra de Firacci. Enseñada en escuelas, sobre analizada y admirada al punto del endiosamiento, la obra logró despertar el deseo de descubrir cuál fue el paradero de su creador, pues fueron los mismos fanáticos y admiradores de Firacci quienes emprendieron la búsqueda hacia lo desconocido.

Naturalmente, el punto de partida se ubicaba en Salto Angel y fue este mismo destino el que convocó a decenas de personas. La selva amazónica se hizo con gran parte de los turistas, quienes cegados por el bellísimo paisaje descuidaban su propia vida y terminaban siendo alimento para la zona. Al cabo de poco tiempo, la obra de Firacci se rodeó de un aura mítica, se pedía discreción a la hora de observar la obra, ya que se rumoreaba que mantener contacto con ella durante tiempos prolongados despertaría una obsesión por visitar el Amazonas que solo acabaría en la muerte del individuo. A estas alturas, era innegable la fama que traería el descubrimiento del paradero de Firacci, lo que despertó la curiosidad de gente lo suficientemente influyente para financiar un equipo de búsqueda en las densas selvas de la zona. Con el paso de los días aumentaba el número de personas que no volvía a casa después de seguir el viaje de Firacci, concluyendo en una prohibición de vuelos hacia el Amazonas, lo que hizo aún más atractiva la aventura para personas que estuviesen por encima de la ley.

El 21 de octubre se detuvo el mundo, pues se encontró el equipamiento y las prendas de Firacci y su acompañante. En los periódicos se censuró gran parte de la historia, pues se omitían detalles sobre el descubrimiento. Las inquietudes y los rumores empezaron a florecer, pero solo los círculos influyentes y los integrantes del equipo de búsqueda teníamos conocimiento de la realidad. Lejos de revelarla al público general, mantuvimos el secreto, pues éramos conscientes que la ignorancia brinda mayor tranquilidad que el conocimiento.

Las prendas de Firacci y su acompañante fueron encontradas en una tribu caníbal en la cercanía de Salto Angel, junto a las prendas se podían ver los huesos y los cráneos de ambos individuos. Era imposible no notar que el cráneo de Firacci tenía una forma irregular, como si se le hubiese dado un golpe en la cabeza, a su lado se encontraba una piedra con un color similar a la famosa mancha de la obra de Firacci. Cualquier persona que haya visto la obra puede notar que esta no lleva firma, pareciese ser que el autor dejo de pintar una vez llevó a cabo la célebre mancha. Esta obra le dio la vuelta al mundo y cambio para siempre el mundo del arte, pero… ¿Quién fue realmente el autor de tan magnífica disrupción?

Fin

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