Cánticos tenebrosos

Cánticos tenebrosos

Pauner

30/12/2022

Canuto y Rodríguez eran jóvenes intrépidos en busca de misterios y aventuras que, como muchos otros jóvenes de los ochenta, habían alimentado su imaginación con las numerosas revistas pulp y programas de misterio que escuchaban en la radio.

Ambos contemplaban ahora una obertura que penetraba la basta roca rojiza. Según la leyenda que se contaba en el pueblo, ese lugar había sido un escondrijo de brujas y demonios. En la Edad Media, numerosos caballeros valientes se habían adentrado en su interior para derrotar al “maligno” pero jamás habían vuelto a ver la luz del astro rey. 

Los pueblerinos evitaban pasar por ese lugar tanto de día como de noche.

Era una invitación a la locura, que estos jóvenes aceptaron sin dudar.

Una vez se colaron por la brecha, la luz de la linterna que agarraba fuertemente Rodríguez, iluminó la gran cámara que encontraron pasando un estrecho pasillo.

Canuto encendió la vieja pero funcional grabadora de su padre. Ambos esperaban obtener una sorprendente psicofonía y durante unos diez minutos la cinta magnética capturó el silencio; un silencio que parecía gritarles blasfemias e injurias.

Quizá era la falta de aire limpio, tal vez la claustrofobia que sentían o puede que la sensación de estar siendo observados, pero pasados esos diez minutos decidieron salir de aquel atroz lugar. Un desafortunado resbalón de Rodríguez, hizo caer la linterna petando la bombilla en el acto. La oscuridad y el miedo se apoderó de los chicos y como por arte de magia, la cinta comenzó a reproducir unos cánticos espantosos. Voces de ánimas castigadas se mezclaban con gritos de niñas torturadas, látigos y graznidos de animales espectrales, chasquidos férreos contra la roca, sonidos chirriantes que sacaban de quicio a aquellos desafortunados que escuchaban en las tinieblas la marcha del diablo.

Aterrorizados, los amigos empezaron a darse empujones y a chocar contra la fría roca. Buscaban la salida como locos, pero no la encontraban. Sus gritos de agonía competían con aquellos que se escuchaban en la grabadora. Intentaban taparse los oídos para no escuchar ese insoportable horror. Las lágrimas de dolor y desesperación recorrían sus mejillas. No habría consuelo para ellos, pues una vez allí dentro, estabas condenado a formar parte de la marcha infernal eternamente.

Etiquetas: miedo niños relato terror

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