Morfosis de una espermatofita- semilla de otoño

Morfosis de una espermatofita- semilla de otoño

Nia Calvo

21/12/2022

Cada año el bosque prepara un espectáculo para despedirse de lo que hasta ahora ha sido. Ochenta y tres días dura la función y cada hoja, de cada árbol, desempeña un papel. Las sombras se tornan tenues, los cielos se entintan con gradientes y los árboles se visten de colores. Y aunque esto para algunos sea un deleite visual para otros es el inicio de lo absoluto, un supuesto fin a la pertenencia.

Una hoja cae al piso y se siente derrotada, sin haberlo elegido abandona sus raíces, queda indefensa, se siente sin vida. La brisa canta en un soplido encantada de la ligereza que alcanza una hoja al abandonar sus cimientos. Y es que… al árbol ser árbol pierde la oportunidad de pasear en el aire, el despegar es derrumbarse. La hoja, en cambio, al despegar se vuelve libre y aunque se sienta desnuda y hasta vulnerable con la primera caricia del viento, embarca un camino propio que la inicia como individuo. El surrealismo de la ingravidez y el susurro del viento la trasladan a la sensación de no tener cuerpo, pero más tarde toca tierra y comprende que no era un sueño.

Espera, espera y espera inerte… espectadora del tiempo. Se colma de historias que no ha vivido ni creado ella. La brisa se convierte en nubes y las nubes en lluvia que la empapan, el polvo se convierte en barro cubriéndola. El bosque se enciende y se apaga, retumba y se calma y aunque ella todo lo observa, nadie se percata que está ahí, hasta el viento que la trajo la ha olvidado. Y es que, en la inmovilidad sin mucho esfuerzo se encuentra la ruina.

Pedazos de ella se encuentran por doquier, algunos fueron arrastrados por el agua volviéndolos parte de su cauce, otros por un pisotón quedaron homogeneizados con el barro.

Esa sola hoja se volvió parte de nidos, macetas, polvo y mucho más. Aunque nadie la notara sumó todas las veces y aunque pareciera que de su cuerpo restara lo que hizo fue llenarse. Esa parte de ella que quedó bajo el polvo vivió a oscuras por mucho tiempo hasta que por una grieta que abrió la lluvia se coló un rayo de luz. Así fue como por haber aprendido a despegarse, romperse y desligarse supo cómo elevarse a la superficie dejando partes de ella que ya eran muy pesadas. Paró de esconderse y así el aire, el agua y la tierra pudieron notarla y se le unieron para ayudarla a estar cerca de la luz.

La paciencia que aprendió en la inercia le enseñaron a permanecer y pudo así echar raíces, el agua que la había arrastrado en su cauce le enseñó a confiar, por eso al caer la lluvia la recibió y pudo así nutrirse de ella, el volar con la brisa le permitió aceptarse vulnerable entendiendo que el siempre tratar de protegerse la aleja de la sabiduría.

Todo ese tiempo estuvo creciendo sin saberlo, y ahora de ella misma brotan raíces, ramas, folio… Logró construirse un hogar luego de extraviarse del que venía y ahora es hogar para otros. De esa hoja ahora árbol emprendieron vuelo cientos de pájaros y se despegaron millones de hojas, pertenece al bosque y el bosque a ella, es eterna.

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