Sinopsis
Él pisaba las hojas secas, su mirada iba perdida en sus pies. Una risa estruendosa opaco sus pensamientos, aquellos pensamientos que inventaban una nueva historia para su libro.
Miró hacia la dirección procedente de aquel sonido, miró a una mujer con flores en su cabello, mientras hablaba con otra mucho mayor, las dos tenían cierto parecido.
-Vi, quédate quieta- la chica se movía de un lado a otro intentando correr de una ardilla que comenzó a perseguirla, mientras tanto su madre trataba de ahuyentarla
Aquella chica gritó cuando la ardilla subió por su pierna y eso fue suficiente gracioso para que él riera.
Un momento de risa que en estos tiempos le costaba disfrutar, su teléfono suena interrumpiendo sus pensamientos.
Ve el mensaje escrito en la pantalla y no lo puede creer, la editorial que tanto anhelaba que publicara su dichado libro al fin le ha escrito y está vez lo a citado con uno de sus editores.
Comienza a movilizarse hacia otra lugar lejos y pudo escuchar aquel nombre.
-Violeta-miró y las dos mujeres que reían por lo que acaba de acontecer, que escenario tan bello, pensó el.
Entonces en su mente vienen todos los pensamientos, aquellos recuerdos que no logró ver pero si escuchar, en su memoria podía sentir la belleza de sus alrededores pero jamás pensó que la vida y las personas fueran tan bellas.
Aun cuando en su mente recuerda nunca haber sido pesimista, era momento de serlo.
Él tenía una novia, recientemente había enfermado, estaba internado él había hecho todo lo posible para que la atendieran como debía.
Su pecho se comprimía a tal pensamiento, no podía perderla, perderla era como perder una parte de él, ella fue su inspiración para tantas historias y tantos mundos.
Sabía que costaría que se recuperará, pero lo añoraba y lo deseaba todos los días.
Recuerda su flor favorita, Las rosas.
Aun se estaba recuperando de la vista, su reciente operación le hacían todavía mantener aquellos lentes oscuros, que le impedían ver con claridad los colores y el color que más anhelaba ver era el de aquellos ojos verdes.
Amelia, aquel amor al que no se olvida y que marca más de lo que debería, su añorada espera por el matrimonio los hizo prófugos de una vida de sufrimiento, él no pudo evitar sentir dolor y algunas lágrimas bajaban por su rostro.
La única persona que lo amó con toda la sinceridad del mundo, aun cuando él tocaba fondo ella estaba allí, sosteniendo su mano y diciéndole.
-Aunque el mundo deje de girar, y las estrellas alguna vez desaparezcan, el último hombre ya no esté y la última flor se marchite, yo te amaré más que núnca.
Sentía que jamás encontraría un amor como el de ella, pero a veces solo no hay que cerrar las puertas de nuestra alma para dejar que nos vuelvan a amar.
El amor no será el mismo, pero sí diferente, diferente en la forma en la que te trata, la forma en la que te mira y la forma en la que te espera, espera que sanes.
Capítulo 1
Coloco la última maceta en su lugar, hoy habían llegado los nuevos pedidos para el invernadero. Este verano había decidido ayudar a mi madre en el negocio de la familia, desde pequeña me llamó la atención todo esto, las flores, las plantas y uno que otro árbol para la estética del jardín.
-Ya casi cerramos- dice mi madre a mis espaldas.
-Está bien, ya terminé- digo quitando el sudor de mi frente con el dorso de mi mano.
En eso escucho el sonido de la campanita sonar.
-Ve a ver quien es- dice mi madre mientras se coloca en el mostrador.
Me dirijo hacia la entrada donde un hombre con una especie de Smoking ya se allí parado observando algunas plantas.
-¡Buenas Tardes! Bienvenido al invernadero Azucenas- digo con una sonrisa en mi rostro mientras acomodo algunos mechones de mi cabello que se han salido.
-¡Buenas Tardes!- responde a mi saludo sin voltear a mirarme.
-¿Busca algo en especial?- pregunto al ver su silencio.
-Sí, unas rosas el color no es lo importante, quieron un gran y extravagante ramo.
Gira su cuerpo a mi dirección y noto algo que anteriormente por mi cansancio no había notado. Consigo trae un bastón el cual es para personas ciegas, al igual que trae unos lentes oscuros. Al principio creí que miraba las plantas seguramente solo las olia.
-Por supuesto señor.- Me giro y en eso observo a mi madre ella se encuentra detrás de mi señalando la hora, así que me apuro a hacer el pedido.
-¿Hay algún problema?
-No, ya se lo traigo señor.
Comienzo hacer el ramo mientras mi madre le cobra en el mostrador, aunque no somos una florería en cierta parte siempre nos llegan pedidos así, así que el ingenio de mi madre fue dividirlo en dos zonas, el área de las flore y el de las plantas ornamentales.
-¡Aquí tiene! señor…-dejo la oración en el aire esperando su apellido o su nombre. Le extiendo el ramo justo delante de él y lo toma con su mano libre.
– Ricardo Muller, mucho gusto.
-Bueno señor Muller, algo en especial que quiera poner en el ramo.
-No señorita así está bien, gracias
-Espero que vuelva pronto- mi madre también se despide y él sale de nuestro establecimiento a paso tranquilo y elegante, tanteando el suelo con el bastón.
-Así será, qué tengan un agradable día ambas.
Es lo último que dice antes de montarse en un auto donde lo espera su chofer. Aquel automóvil se aleja, se pierde en la distancia de la carretera desértica.
Capítulo 2
Coloco la última maceta en su lugar, hoy habían llegado los nuevos pedidos para el invernadero. Este verano había decidido ayudar a mi madre en el negocio de la familia, desde pequeña me llamó la atención todo esto, las flores, las plantas y uno que otro árbol para la estética del jardín.
-Ya casi cerramos- dice mi madre a mis espaldas.
-Está bien, ya terminé- digo quitando el sudor de mi frente con el dorso de mi mano.
En eso escucho el sonido de la campanita sonar.
-Ve a ver quien es- dice mi madre mientras se coloca en el mostrador.
Me dirijo hacia la entrada donde un hombre con una especie de Smoking ya se allí parado observando algunas plantas.
-¡Buenas Tardes! Bienvenido al invernadero Azucenas- digo con una sonrisa en mi rostro mientras acomodo algunos mechones de mi cabello que se han salido.
-¡Buenas Tardes!- responde a mi saludo sin voltear a mirarme.
-¿Busca algo en especial?- pregunto al ver su silencio.
-Sí, unas rosas el color no es lo importante, quieron un gran y extravagante ramo.
Gira su cuerpo a mi dirección y noto algo que anteriormente por mi cansancio no había notado. Consigo trae un bastón el cual es para personas ciegas, al igual que trae unos lentes oscuros. Al principio creí que miraba las plantas seguramente solo las olia.
-Por supuesto señor.- Me giro y en eso observo a mi madre ella se encuentra detrás de mi señalando la hora, así que me apuro a hacer el pedido.
-¿Hay algún problema?
-No, ya se lo traigo señor.
Comienzo hacer el ramo mientras mi madre le cobra en el mostrador, aunque no somos una florería en cierta parte siempre nos llegan pedidos así, así que el ingenio de mi madre fue dividirlo en dos zonas, el área de las flore y el de las plantas ornamentales.
-¡Aquí tiene! señor…-dejo la oración en el aire esperando su apellido o su nombre. Le extiendo el ramo justo delante de él y lo toma con su mano libre.
– Ricardo Muller, mucho gusto.
-Bueno señor Muller, algo en especial que quiera poner en el ramo.
-No señorita así está bien, gracias
-Espero que vuelva pronto- mi madre también se despide y él sale de nuestro establecimiento a paso tranquilo y elegante, tanteando el suelo con el bastón.
-Así será, qué tengan un agradable día ambas.
Es lo último que dice antes de montarse en un auto donde lo espera su chofer. Aquel automóvil se aleja, se pierde en la distancia de la carretera desértica.
Capítulo 3
Observo las estrellas desde mi habitación, hoy la luna no había salido, lo único que iluminaban el cielo era aquellos puntos blancos. Un suspiro sale de mis labios, hoy después de un largo y caluroso día por fin puedo descansar en la soledad de mi departamento.
El silencio reinaba en este lugar, sin muchos preámbulos decido colocar musica en mis audífonos y disponerme a leer.
Sin darme cuenta ya me había quedado dormida con libro en mano, el sol de esta mañana abrazaba con su caluroso esplendor cada milímetro de la ciudad, podía escuchar desde mi departamento el ajetreo de los ciudadanos, la alarma fue lo que me despertó, marcando las 6:00 de la mañana decido comenzar mi día.
Hoy antes de ir al invernadero junto a mi madre, tengo que ir al hospital. Después de presentar un malestar en mi pecho mi madre me ha recomendado ir a hacerme un chequeo, hoy iré por los resultados.
Termino de vestirme y maquillarme un poco, peino mi cabello castaño ondulado y coloco un gloss en mis labios. Salgo de mi casa con bolso y llaves en mano.
Después de pedir un taxi, ya que mi sueldo solo me permite un departamento, llego al hospital camino entre los pasillos hasta llegar a la recepción allí una mujer de mediana edad espera, la saludo como es correspondido y ella igual.
-Vengo a una cita con el Doctor Hernández- le informo a la enfermera.
-Claro, él la está esperando Señorita García- me señala el pasillo y la puerta que es, caminando hacia aquella dirección accidentalmente mi cuerpo impacta contra alguien o más bien esa persona impacta contra mi.
-Lo siento- veo de nuevo al hombre de ayer y también de la floreria, en su mano tiene un ramo de flores, exactamente unas rosas.
-Está bien, no se preocupe- digo quitándole importancia al asunto.
Él me sonríe, su pequeña barba quizás de una semana se nota descuidada pero no hace que se vea menos interesante, él asiente mientras se retira por el ascensor, me quedo un momento observándolo hasta que veo que el ascensor se cierra y comienza a subir. Sigo mi recorrido, núnca lo había visto y ahora por ningún lado me deja de aparecer, no le tomo tanta importancia la ciudad en la que vivo no es tan grande, solo un hospital, un parque y uno que otro centro comercial, quizás lo justo.
Una vez delante de la puerta del doctor, mis nervios se sienten a flor de piel mis manos tiemblan y mi mente piensa en lo inevitable, aquel dolor se había presentado creciente en los últimos días incluso cuando toque uno de mis pechos pude sentir un pequeño bulto, pero a pesar de eso solo quisiera que me dijera que todo estaba bien.
Toco la puerta y desde el interior alguien me invita a pasar.
-¡Buenas días! Señorita García- observo al hombre delante de mi se ve un poco joven, pero ya algunas crecientes canas le adornan su cabellera- Tome asiento, por favor.
-Buenas días- respondo mientras me acerco a la silla delante del escritorio.
-Espero que se encuentre bien, ya tengo los resultados de su consulta anterior- en su voz noto melancolía, no soy una persona pesimista pero si soy muy realista y sé que en este momento solo debo ser realista.
-Claro y ¿Está todo bien?- pregunto con la esperanza de que responda que sí, pero lo único que hace es guardar silencio, me mira serio.
-Usted tiene cáncer de mama- su voz se hace un eco en mi mente y aprieto con fuerza la falda que traía, una lágrima baja por mi rostro y atrás más las siguen- Tranquila, con unas cuantas sesiones de quimioterapia podemos hacer que el cáncer se detenga.
-Van…-guardo silencio un momento, para tomar la valentía de decir aquello- me quitaran mis senos.
-Lamento decirle que lo más seguro es que sí, pero le haremos más estudios.
Después de una hora en el consultorio y de que él intentara tranquilizarme decido no ir a trabajar, le mando un mensaje a mi madre, aun no pienso decirle lo de mi enfermedad, se que estas cosas primero debo asimilarlas yo y después encontrar una manera de decirle.
El vacío que siento ahora mismo en mi pecho no lo puede quitar nadie, tomo el libro que ayer compré, con la decisión de distraerme un poco.
Después de un rato de leer, una frase llama mi atención. Aquel sentimiento que te genera un libro, que te hace sonreir y pensar que tu eres esa persona, es magico, magico el hecho de que existan seres tan increíbles en la vida que te aceleren el corazón sin existir.
-Creo que con palabras no alcanzo a decir lo mucho que te amo, espero que escribiendo todas aquellas historias que nunca pudimos vivir juntos logren hacerte entender mi amor hacia ti.
Cierro mis ojos, para luego abrirlos y mirar el autor del libro, esperando ver el nombre de alguna mujer para mi sorpresa me encuentro con que el autor es Ricardo Muller, en mi memoria todavía se guarda aquel nombre, la primera vez que lo ví fue extraño creí que era una persona con una discapacidad visual, pero no fue así o quizás todavía no sepa la verdad.
Sus escritos son hermosos, una narración que te hace alucinar y una historia hermosa, muy romántica diría yo. Con la esperanza de que en algún momento nos viéramos de nuevo y pedirle un autógrafo, no soy mucho de obsesionarme con algún escritor, pero a veces no lo puedo evitar.
Mi mente se sorprende y yo también, Ricardo Muller.
Capítulo 4
Me encontraba atendiendo uno de los clientes, todavía no le había comentado a mi madre sobre los resultados del hospital. EStaba esperando un momento a solas de ella y yo, pero hoy el día a estado muy ocupado y eso es curioso.
-¡Buenos días!- delante de mi se encontraba de nuevo aquel hombre con una sonrisa en su rostro, sus cabellos castaños y su barba reposaban desordenadamente en su cabeza.
-¡Buenos días!-sabía quien era y mi emoción se acentuaba más, su libro era la cosa más linda que yo jamás haya leído, pero sabía que debía mantener la compostura, a pesar de todo él era un cliente más al cual debía yo respetar
-He venido por el pedido que mande hacer el día de ayer- su voz no era gruesa, pero si podía remover ciertos nervios de mí al escucharla.
-Claro que sí señor- mi madre aparece detrás de él con el ramo, antes de que si quiere mi voz pronunciara algo él se retira- ¡Aquí está su pedido!
El agradece y esta vez se va más rápido de lo que llegó.
-Un tipo curioso- dice mi madre, un suspiro escapa de mis labios- Vio, compórtate.
-¿Qué?, no he dicho nada- digo un poco ofendida-La que dijo algo fue tú
-No hace falta que lo digas, tú mirada lo dice todo- ella se voltea para ir a atender a otro cliente que ha llegado- Solo lo digo porque todos estos días ha venido por flores y siempre son las mismas, su esposa o novia debe ser muy dichosa.
-Creo que sí- susurro aquello y mi madre me mira.
Novia aquella palabra ronda en mi mente, veintidós años de mi vida y jamás un chico me ha invitado a salir, solo quizás no sea el tipo de nadie, nunca me ha importado más de lo necesario tener un pareja, pero a veces solo a veces quisiera que alguien aparte de mi madre me dijese que me veo bonita o me quisiese.
Niego con mi cabeza, no lo necesito. Si no le gusto a nadie no es mi problema es el de ellos, quizás no sea romantica, ni cariñosa, pero si tengo otras cualidades.
-Vi- miro a la chica a mi lado- ¿Qué tanto piensas?
Hace más de dos años que no la miraba, su cabello rubio y sus ojos azules, siguen siendo los mismos. Aquella sonrisa, que pase muchas tardes y que me sacaron de mi mundo, estaba allí parada.
-Glen- hago lo que muy pocas haré, la abrazo a mi mejor amiga- ¿Qué haces aquí?
-¿Cómo que qué hago aquí?- pone una mano en su pecho disimulando que está ofendida- Acaso no me extrañaste, porque yo a ti sí.
-Por supuesto que te extrañe, pero cuéntame que ha pasado de ti.
-Chicas, se que soy una aguafiestas, pero Vi debes de ayudarme. Que tal si hablan luego- Mi madre aparece con otro pedido en sus manos.
-Si, está bien. ¿Que tal si después del trabajo nos vemos…-me quedo pensando, no conozco otro lugar.
-La cafetería mirando el sol- dice ella, yo asiento- Pero si quiere la ayudo señora Perla.
-Te lo agradeceria mucho- después de pasar la mañana y parte de la tarde las tres juntas logramos terminar justo antes de las cuatro de la tarde- A parte Vi, se te ha olvidado decirme como que te fue en el medico- mi madre me recuerda lo inevitable, Glen me mira esperando a que diga algo, pero solo vuelvo al mostrador.
Habíamos pedido un taxi, le había prometido a mi madre que después de aquí iría a su casa a contarle.
-¿Todo está bien?- la pregunta de Glen me saca de lo profundo de mis preocupaciones, aun vamos en el taxi.
-Si ¿Por qué la pregunta?-mi respuesta es distraída, mi mirada está en la ventana, mientras el auto avanza, algunos locales interrumpen mi vista, en eso un cartel se hace presente en mi visión más claro, cuando el auto se detiene en un semáforo.
Ricardo Muller, presenta su nuevo lanzamiento. Numero uno en Romance…
-No se nota segura tú respuesta- yo la miro y ella también, no digo ninguna palabra más, ella me conoce mejor que nadie- Te entiendo.
Después de aquello, ella guarda silencio hasta la cafetería.
-Gracias- agradecemos ambas al chofer y lo veo alejarse a la distancia.
Delante de mí hay una hermosa cafetería de dos pisos. Glen toma mi mano y nos adentramos, tomamos lugar en una de las tantas mesas.
-Buenas tardes señoritas- uno de los meseros llega por nuestro pedido, Glen y yo pedimos un batido y un postre cualquiera.
-Ahora sí- ella se acomoda mejor en su silla y acomoda su vestido ceñido a su cuerpo- Cuéntame que sucede.
Ella era una persona persistente y quien más que yo para afirmarlo.
Aun mi mente no asimilaba lo acontecido en la consulta del doctor, así que tomo un suspiro y las primeras palabras que iba a pronunciar son silenciadas por la figura indistinguible de aquél hombre.
Él entra, va al mostrador y mi mirada no se va de él.
-Oye- Glen me llama y la miro- ¿Lo conoces?- pienso en eso, ¿Lo conozco?
-No… bueno si- mi respuesta es dudosa y lo volteo a mirar, él en eso me mira también y por inercia quito mi cabeza
Glen rie por mi estúpido comportamiento, pero no lo puedo evitar. El hombre sale no sin antes voltear a mirar de nuevo.
-Deberías ver tu rostro- por inercia me toco mis mejillas y las siento levemente calientes.
-No puede ser- digo susurrando.
-Sabes, te he visto tan pocas veces así que me sorprende. ¿De donde se conocen?
-De la florería él llegó a comprar rosas y no se, solo paso.
-¿Qué pasó?- el mesero llega y coloca nuestras bebidas y postre y luego se retira- Te gustó a simple vista.
-Si- digo en un susurro triste.
-Tranquila, a todas nos pasa- ella me sonríe y yo igual- Ahora- su tono cambia a uno más serio- Cuentame.
-Bueno- suspiro inevitablemente- Hace unas semanas yo…
Se celular comienza sonar y eso interrumpe mi conversación.
-Lo siento, si no fuera importante, te juro que no contestaría- ella mira su teléfono- Es mi padre.
-Tranquila- digo quitándole importancia, ella comienza a hablar con su padre y me mira triste.
-Lo siento Vi- dice ella triste- Me tengo que ir, ¿Qué tal si otro día voy a tu departamento y hablamos?
-Está bien- es lo único que respondo y ella se va.
Me quedo allí sentada mirando mi batido, me lo termino. Al finalizar desino ir a donde mi madre, quizás sea el momento.
Miro la entrada de la casa, sus jardines llenos de muchas plantas coloridas me reciben de primero, la puerta está abierta y entro llamándola.
-En la cocina- el olor a comida y hogar me invaden profundamente- Hola cariño, creí que vendrías más tarde.
-A Glen su padre la llamó, así qu tuvo que irse- ella asiente y yo tomando la valentía de decírselo de una vez por todas abro mi boca y digo- Tengo canser.
Ella deja de hacer lo que está haciendo.
-No- es lo primero que dice- Tu no- ella se cubre la boca con sus manos y comienza a llorar, me acerco a ella y la abrazo- Mi bebé, tu no, ¿Por qué?
-Tranquila, el doctor dijo que todo iría bien- ella me abraza más fuerte y acaricia mi cabello.
-Tranquila, yo estaré contigo- ella me consuela y yo a ella, esa noche había decidido a pasarla junto a ella- Te amo con todo mi corazón.
Capítulo 5
Caminaba por los pasillos del hospital con una hoja en mano, recientemente la había leído en el consultorio del doctor, varias lágrimas caían por mi rostro y las limpiaba con el borde de la camisa. Camino cada vez más rápido para salir de ahí, me detengo abruptamente cuando delante de mi se presenta un niño.
-¿Haz visto a mi mami?- su pregunta me deja confundida, puedo ver como hace un puchero con sus labios, se que en cualquier momento va a llorar.
-Tranquilo-acaricio su cabeza mientras trato de calmarlo- si quieres podemos buscarla juntos.
-No se si podamos.-dice mientras me toma la mano- Ella dijo que vendría pronto y no la he vuelto a ver.
Él me mira y veo como comienza a sollozar.
-Tranquilo-digo de nuevo- Vamos- tomo su mano y comienzo a mirar a mis alrededores a la espera de ver a alguien que se parezca a su madre, comienzo a caminar con él en mano y veo que trae un gorrito y tiene un logotipo de unas palmeras- ¿Cuál es tú nombre?
Le sonrió levemente, mientras él frota su mano en sus ojitos- Jack y ¿Usted?- su voz infantil me hace sentir pena por él. Sera que solo se perdió o ¿pasó algo más? Espero que su madre esté cerca.
-Violeta, pero mis amigos me dicen Vi.
-¿Tú y yo somos amigos Vi?- el me mira y sus ojitos se llenan de lágrimas cada vez más.
-Por supuesto que sí- una de las habitaciones se encuentra levemente abierta y dentro de aquel lugar puedo ver y escuchar a dos personas hablar, ignoró la conversación y sigo mi camino pero mi mirada se va aquellos ojos verdes él también me mira y veo a una mujer con su cabello en rulos y antes de siquiera darme cuenta él se ha levantado y cerrado la puerta.
Supongo que desea privacidad, aun sigo preguntandome como es que alguien como él está aquí, aunque puedo suponer porque.
Duramos media hora buscando incluso preguntamos a los médicos y uno propuso llamar a la policía, el pequeño Jack apretó mi mano y negando que la llamaran.
-Ella debe de estar por aquí- su voz me hizo sentir pena, así que afirme yo también aquello sin convencer al doctor.
-Bueno, espero y la encuentren.
El pequeño comenzó a llorar después de un rato, me acerque a su altura y lo apreté en mis brazos, dejando que llorara
-¿Todo está bien?- pude verlo de nuevo, él se encontraba delante de mí, unas ojeras se hicieron notar al igual que su cabello desordenado.
-Mi mamá-dijo el pequeño contra mi pecho.
-Su mamá, ella no está.
-¿Cuál es su nombre?
-Paola- dijo él entre sollozos, podía sentir sus lágrimas empapar mis blusa de tirantes.
Trate de arrullarlo para así lograr tranquilizarlo, aunque fracasé.
-Dámelo- no sabía a lo que se refería con eso, pero cuando me quitó al pequeño Jack de mis brazos y él lo abrazo mientras acariciaba su cabello y le decía que todo estaba bien, vi algo en él que no veía en otros hombre y era un sentimiento de paternidad- ¿Cómo te llamas pequeño?
-Ja..a.ck-dijo él entre sollozos que iban disminuyendo.
-Yo soy Ricardo, mucho gusto- él me miró y me sonrió, pero su sonrisa era una de cansancio yo no me había movido mucho desde que él llegó, quizás mis nervios y de verlo me hacían hacer cosas tontas.
Ricardo tomó uno de esos vasos de agua que siempre están al lado de garrafón, lo llenó y se lo dio al pequeño, Jack lo tomó mientras bebía un poco de agua.
-¿Quieres comer un helado?- lo miró a él y luego a mi. Yo solo fruncí mi ceño.
-Sí- dijo él limpiándose los mocos con su mano y su abrigo- de chocolate, por favor- su llanto había cesado.
-¿Y tú?
-¿Quién? ¿Yo?- mire hacia mis lados creyendo que estaba loca, eso hizo que el pequeño riera y el hombre también, me sentía levemente tonta.
-Por supuesto que tú- él se dio la vuelta caminando todavía con él en brazos, se veía bien.
Habíamos salido del hospital y fuimos a una heladería que estaba cerca, nos sentamos en unas mesas cerca de las ventanas, allí nos quedamos en silencio, era realmente incomodo, Ricardo decidió hablar.
-¿Cuál es tu nombre?- él pequeño me miró y sonrió enseñando sus dientes, le hacia falta uno.
-Violeta.
-Mucho gusto Violeta. Supongo que usted ya me conoce.
-Claro que sí.
-Chocolate, fresa y menta con chocolate, provecho- el camarero llegó interrumpiendo nuestra «conversación». El pequeño Jack se encontraba realmente feliz comiendo helado.
-¿Qué piensas hacer?- sabía a lo que se refería con aquella pregunta, en realidad no tenía ninguna respuesta, mire sus cabellos dorados, sus mejillas levemente rosadas por haber llorado, sus ojos eran azul cielo, pero dentro de ellos una tristeza sublime, entendí que su madre o lo que sea que fuera esa mujer, una madre jamás haría eso, abandonarlo, eso es inhumano. El sistema de acojo de niños en el país era pésimo, mucho se iban por el camino de las drogas, sabía que era difícil que lo adoptaran, pero yo tampoco podía tenerlo eso sería secuestro e intentar adoptarlo sería una derrota instantánea- ¿Y?
-No lo se- él pequeño me miro triste- quizás lo lleve con mi madre, ella puede quizás ayudarme.
-Sabes, si no yo- el guarda silencio un momento, espero a que hable- Quizás te pueda ayudar.
frunzo mi ceño- ¿Cómo?
-Entiendo el lugar del niño- él se pone serio y me mira- el orfanato no es la mejor opción, podemos no se, yo te puedo ayudar a adaptarlo.
Silencio, no digo nada.
-Mi mama- dice Jack- Ella vendrá por mí.
Ricardo y yo nos miramos, sé que aquello no será cierto.
-Cuando tengas una respuesta me la das- dice antes de levantarse de la mesa e irse.
Yo simplemente me quedé en silencio agobiada. ¿Cómo piensa ayudarme? Yo ni siquiera sabía si lo adoptaría.
OPINIONES Y COMENTARIOS