Vuelve a mí

El único problema es que, hasta el día de hoy, sigo sentada en el mismo sofá, con la misma bebida y el libro en las manos, esperando a que vuelvas a mi.

El sofá sigue igual de suave, incluso aún más cómodo. Mis caderas aprendieron a encajar en el lugar exacto de aquella pequeña espuma tapizada, mis rodillas reconocen la posición de como sentirse cómodas por horas, y ahí es cuando cada parte de mi cuerpo entiende que sucede. Las caricias se sienten reales, me lleno de profunda melancolía y respiro un aire que es solo mío, aire que no puedo compartir contigo porque te has marchado de este sofá. Ahora solo somos él y yo, esperando pacientemente a que camines hacia aquí para descansar junto a mí.

La bebida de hierbabuena no es de mis favoritas, nunca está dentro de mis primera opciones, pero es la primera opción para ti. Desde que no te veo, siento el olor en la cocina cuando preparo lo que te gusta comer, sí que amas comer; siento el olor en la ducha cuando te imagino besándome bajo cada pequeña gota que resbala por mi espalda y choca con tus dedos, hasta dentro de mi cama, aun cuando nunca quisiste abrazarme en ella. Ahora la limonada de hierbabuena es mi bebida favorita, y acepto el dolor de llevar conmigo su olor impregnado a tus labios, ahora impregnado en mi soledad.

No debí dejarte besarme ese día, no debí dejarte plasmar eternamente en un pedazo de papel lo que sería nuestra primera cita, ahora pienso reiteradamente y con ansiosa desesperación lo que las personas hablaran al ver esa marquilla en el centro de una hoja, una mancha tan diminuta pero tan explosivamente romántica. Sería una lástima que condicionaras a los enamorados que sin querer encontraron nuestro idilio de amor a repetir tan desastrosa forma de amar.

Vuelve a mí, no luches contra quien te ama, no me dejes por un reto personal, o por la inevitable distancia. Vuelve a mí, te estaré esperando en el mismo y cálido sofá, con dos exquisitas limonadas de hierbabuena, y con una segunda primera cita que mejore nuestro historial.