Viste mi historia en Instagram. Podrías haberte limitado a responderla como cualquier persona normal, pero siempre te gustó mandar correos. Antes nos escribíamos así todo el tiempo, nos hacía sentir especiales, importantes. Era divertido, algo nuestro. ¿Por eso me escribiste por acá? ¿Recordaste que nos gustaba hacernos pasar por personajes de los 90, o simplemente fue porque a vos te divierte hacerlo? De cualquier manera, ya sabés que no puedo resistirme a una página en blanco, así que acá va mi respuesta:
Leí tu mensaje anoche, pero recién hoy a la mañana supe qué responder. Todo venía bien hasta que llegué a la última parte. Decía: Me alegró mucho ver tu foto. Me hace muy feliz que tengas a alguien especial en tu vida, te lo merecés.
No voy a mentirte, lloré. Lloré porque es mentira, sabés, yo no tengo a nadie especial en mi vida, no como vos lo eras para mí, no como ella lo es ahora para vos. Sé que lo escribiste con buenas intenciones, al fin y al cabo, siempre fuiste un buen amigo, pero tu mensaje igual se sintió como una puñalada en el pecho porque me hizo darme cuenta de lo sola que en realidad estoy. Más allá de las fotos de las vacaciones y los tuits contando anécdotas divertidas solo para los que estábamos presentes, estoy sola porque ya no soy tu persona. No soy de nadie.
¿Te acordás de esa vez que nos fuimos una semana juntos de vacaciones? Nos pasamos noches enteras hablando de nuestra infancia. Antes era a mí a la que le contabas hasta el más insignificante y maravilloso detalle de tu vida. Yo era tu confidente y vos el mío. ¿Ella también sabe el nombre de tu primera mascota? ¿A ella también le contaste lo angustiado que te sentiste cuando tus papás se divorciaron? Seguro que sí, seguro que ahora es a ella a la que no podés esperar para contarle cómo te fue en el día. Ahora es ella la que te da buenos consejos, mientras que, al parece, yo ya no puedo decir nada bien. Seguro que ella no siente que tiene que pedir perdón y permiso para poder verte en la semana, lógico, porque ahora es ella tu persona, ahora tu tiempo es suyo. Pero antes era mío. Antes era yo tu mejor amiga. Antes eran solo míos tus secretos, y tus miedos, y tus sueños. Y me duele, se me parte el corazón, porque los míos siguen siendo solo tuyos. Aunque ya no sea lo mismo, aunque algo se haya roto, vos seguís siendo mi número uno.
Me duele, sabés, porque cada vez que te veo pienso en lo perfecto que sos para mí, en lo especial que me hacés sentir, en cómo ya no sos mío, y ya no soy yo la que te hace sentir así a vos. Por cada migaja de atención que ahora me das, se me rompe un poco más el corazón porque soy dolorosamente consciente de lo que me estoy perdiendo, y, por más que lo intente, no encuentro a nadie que me dé todo lo que vos me dabas.
Por favor, no me malentiendas, me alegra que hayas encontrado a alguien más, en serio, te lo merecés y nunca desearía que te sintieras como yo me siento ahora. Lo que me pasa es que no puedo evitar desear que esa persona siguiese siendo yo. Y lo siento tanto, no sabés cuánto, porque sé que fue mi culpa, sé que yo dejé el espacio para que alguien más lo ocupara, sé que hiciste lo mejor que pudiste, pero no fue suficiente. Era imposible.
¿Alguna vez lloraste todos los días durante meses? Cada. Puto. Día. Durante meses. Espero que te puedas hacer una idea de cómo me sentía, no quiero entrar en detalles. Estaba tan agotada. Nunca me sentí tan triste y tan asustada de mí misma en la vida. Me da vergüenza aceptarlo, y creo que solo porque lo escribo puedo hacerlo, pero recuerdo pensar: «¿Es esto mi vida? Si es esto lo único que hay, no lo quiero, no lo quiero, no lo quiero…» ¿Te acordás de la vez que nos juntamos en la plaza después de cenar? No sé por qué cuando peor me sentía ese recuerdo volvía a mí, como una especie de consuelo agridulce. Veía todo como a través de un lente con zoom. La pintura descascarada del banco, tus brazos alrededor mío, mis manos cubriendo las tuyas, tus pulseras de colores y el lunar que tenés en la muñeca. Y, si me concentraba, todavía podía sentir tu abrazo a la distancia, como un eco. Siempre diste los mejores abrazos del mundo.
Perdón por no haber estado ahí para vos, por haberte dado la espalda, por encerrarme y dejarte afuera, por no responder los mensajes. Sé que te lastimé, sabía que te estaba lastimando, pero a veces nuestro dolor es demasiado oscuro y hace demasiado ruido, y no te deja existir más allá. Te juro que, de haber podido, habría hecho las cosas diferentes. Pero no podía, juro que no podía, y no sabés cuánto lo siento porque te extraño un montón y tengo este vacío en el pecho que no se va. No hago más que desear que las cosas fueran diferentes, que nada de esto hubiese pasado. Sé que seguimos siendo amigos, pero la mayoría del tiempo siento que es peor porque sos el recordatorio constante de todo lo que perdí, de que ahora alguien más es tu persona, y yo no soy la de nadie, y no me gusta sentirme sola.
El amor y el odio son dos caras de una misma moneda, dicen, y creo que parte de mí te odia. Te odio porque te diste por vencido. Porque seguiste con tu vida cuando yo estaba ahogándome en la mía. Te odio por no saber. Por no haberte dado cuenta. Porque no bajaste al pozo conmigo. Porque no fuiste suficiente para salvarme. Porque no me leíste la mente.Te odio por ser humano y tener tus propios problemas. Te odio porque encontraste consuelo en alguien más. Me reemplazaste. Te odio porque no me soltaste la mano del todo y ahora me tengo que conformar con un cuarto de lo que alguna vez fuimos. Odio que me sigas haciendo sentir tan especial, pero al mismo tiempo abandonada. Odio que los tuyos sigan siendo los mejores abrazos del mundo. Te odio por no aparecer con una solución perfecta, por no haberme dado un final feliz. ¿Acaso yo no merezco tener un final feliz? Sé que no estoy siendo justa, pero nada de esto es justo y si no te puedo culpar a vos y ya no me quiero culpar a mí, entonces ¿a quién?
Quiero que sepas que hay días en los que me gustaría contarte lo que siento, sacarme todo del pecho y gritar y llorar y abrazarte, y que volvamos a ser nosotros, pero tengo miedo de que no vaya a cambiar nada. Probablemente no cambie nada. También hay días en los que me siento optimista y pienso que este no es el final del cuento, sino que recién vamos por la mitad, el nudo, y que todavía nos quedan varias páginas por recorrer. Hay días en los que es a lo único a lo que me puedo aferrar.
En fin…
¡Hola! ¡Qué linda sorpresa recibir tu correo! Hace mil años que no hablábamos por acá, qué épocas, ja ja.
Yo estoy muy bien, y sí, la estamos pasando bárbaro. Si están pensando a dónde viajar este verano, se los recomiendo totalmente.
Ya nos pondremos al día en el cumple de Fran.
¡Te quiero!
Lena.
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