Fue una locura, lo admito. Pero qué otra cosa podía haber hecho para lograr verte si no es el que te haya buscado de esa forma en tu colegio. Te extrañaba horrores y sentí que algo debía hacer aunque descabellado y ponerle fin así a este silencio atroz entre nosotros.

Lamento mucho el ponerte en este aprieto con el encargado del desfile. La desesperación de no saber nada de ti me hizo creer que resultaría el sinsentido de pedir que tu colegio asesore al mío en este desfile que hubo el otro día. Lo sé, lo sé. Que cómo iba a ser posible que la brigada de mi colegio del Callao recorra las casi dos horas de viaje para llegar hasta tu colegio en Comas, y una vez allí reciba un entrenamiento por parte de ustedes sobre cómo marchar con paso firme y marcial o ser más solemne a la hora de portar los gallardetes. Todo era una completa locura, es cierto. Pero que se diga en todo caso también que si he de estar loco lo estoy por ti, y mi locura solo tiene tregua posible cuando tus besos me devuelven a la tranquilidad como una camisa de fuerza a un desquiciado.

Hubieras visto al tipo en la oficina de tu colegio cómo se envanecía detrás de su escritorio mientras le hacía saber esa pretendida ayuda que lo catapultó a la cúspide de los protocolos escolares. Cualquier duda inicial que pudo haber tenido quedó absuelta al verme junto con el amigo que me sirvió de cómplice en esta aventura lo cual le dio la apariencia de delegación que requería el montaje. Y nuestros uniformes, insignias, cordones de brigadieres e incluso guantes blancos como los que se usan en las escoltas terminarían de demostrar que éramos quienes decíamos ser. Pero claro, en algún momento el maquillaje de esa pantomima resultó inútil cuando con toda la inocencia del mundo le sugerí que no había nadie mejor calificada para darnos ese entrenamiento requerido en las artes del desfile que tú misma.

Ahí es cuando al instructor de tu colegio se le desmoronó el orgullo que la farsa le había inventado y pidió que te fueran a buscar yo creo que con más resignación que enojo. El resto de la historia la conoces tú misma. Saliste de tu salón con una interrogante desencajada en el rostro, bajaste por la escalera que conduce al patio y esa cita blanca abreviando tu cabello por encima de los hombros me hizo creer por un instante que era la primera vez en verte. Tu mirada me envió a los infiernos mientras caminabas poseída hasta la oficina del instructor, y cuando pasaste a mi lado se hizo la noche al escucharte decir eso tan implacable. Me lo merezco. Nunca me habían descrito mejor como aquella vez al llamarme idiota. Y allí estuve solo y derrotado aguardando afuera a que todo pase con el absurdo creciéndome en el pecho hasta hacerse una criatura que se mofaba de mí.

La farsa aunque prometedora al comienzo tenía una evidente debilidad. Me puse al descubierto cuando sugerí tu nombre al frente de ese antojadizo despliegue de alumnos ceremoniosos. En verdad no pensé en lo que ocurriría. Mi mente solo tenía lugar para la obsesión de verte, lo que pasara después no importaba en lo absoluto. El riesgo de ser reportado ante las autoridades de mi colegio por hacerme pasar como su representante y desmejorar su reputación al punto de hacerlo parecer incapaz de resolver sus asuntos o el que se descubra que me ausenté de las clases sin una excusa válida, podría haber dado conmigo en un ejemplar castigo. Yo ahora creo que el recordar una y otra vez esa pequeña hazaña y el descubrirte a la manera fraudulenta en que un bandido se hace abrir las puertas, me hubieran bastado para aplacar cualquier represalia.

Desde luego me doy cuenta ahora que solo estoy hablando por mí y que te he dejado por fuera a pesar de que las consecuencias de este acto temerario también te han alcanzado. Ese instructor debe de haberte exigido explicaciones, y él que se sintió burlado puede que haya cedido a la tentación de devolverte esa ruin moneda. Me duele de solo imaginar que estuviste obligada a hablarle de lo nuestro, ventilar cómo te sentías invadida al tener que hablarle de lo nuestro, exponer eso tan íntimo de nosotros que desconocen hasta tus propias amigas, y permitirle asomarse a los bordes de este pozo al fondo del cual se oculta y persiste nuestro amor. Nuestros escondites revelados, nuestra clandestinidad hecha pública, nuestro mundo perpetuamente discreto bajo las narices de un entrometido… Acorralada ante lo obvio tal vez tuviste que responder la afrenta de un interrogatorio chismoso:

”¿Y por qué no te busca en tu casa y viene hacerse acá el bacancito? ¿Que tu mamá no deja que se vean ustedes? Qué cosas habrán estado haciendo a escondidas para que no quiera que se te acerque pues, ¿es cierto eso? ¿Qué dices, que él tampoco te puede llamar por teléfono? ¿Y entonces tú haces como que visitas a tu prima para encontrarte con él? Claro, entonces se burlan no solo de este respetable colegio sino también de tu familia entera…”

Lo eché todo a perder cariñito. Lo siento tanto, tanto. Y ahora qué pasará si van a dar las quejas a tu propia casa. Puede que no se tomarán el trabajo, pero vives tan cerca de tu colegio que cualquier encuentro fortuito y todo habrá acabado. Yo creo que te quedaste corta con lo de idiota, también debiste haberme llamado como a ese cuadrúpedo muy testarudo y de puntiagudas orejas.

Comprenderás Daysi que al no tener noticias tuyas todos estos meses sentí el deseo irresistible de verte tan siquiera de manera furtiva. Yo que toda la vida me mantuve contigo en ese sumiso rincón donde las cosas brotan desde otra parte, que siempre estuve pendiente de los planes que hacías, del cuándo y el dónde sin que yo pudiera arrimarle a las citas unos minutos antes o unos minutos después o elegir los lugares que finalmente decidías para encontrarnos como ese paradero indigno donde vivimos la vida paralela de ser unos desconocidos, yo que nunca pude reinar sobre tus cosas y someterlas a la condición de cosas por hacer o a su abandono perpetuo, aquella vez que fui a buscarte al colegio te juro que ya no pude seguir encadenado a lo que tú buenamente consigues para nosotros, y esa incierta condena de silencio que nos distanciaba tenía que ser abolida por mi propia mano. Fue mi manera de quitarme arrancarme esta lejanía que ha convertido en un funeral todos estos días sin estar contigo. Cicatrizar esta pena tan honda. De verme ante el espejo donde la soledad me interpela y responderle cuando haga falta que al menos hubo alguna vez en nuestra relación que abandoné el escondrijo de estas sombras y bajo el sol fui como un héroe incomprendido al pie de tu indómito castillo.

¿Me perdonarás por esta osadía? Te invitaré unos masmelos para convencerte de que lo hagas. Unos bien esponjosos, de esos que tardan en devolverse a su forma exuberante luego de aplastarlos ligeramente entre los dedos. Que tal uno de rosadito impecable camino hacia tu boca, elástico como una delicia que se saborea antes de ser engullida, dulce como una promesa de abril que llega en abril. Te haría avioncitos con ellos, planeando cerca de la avaricia de tus ojos y luego la golosina todavía entre mis dedos traviesos retornaría a la bolsa de donde emprendió el vuelo y con esa mirada de súplica que le arrojarías, de nuevo marcharía pobre e indefenso rumbo a tu boquita mi amor, y antes de que llegue a su exquisito destino, con toda la impaciencia de tu boca entreabierta en perfecta agonía, justo en el preciso momento que imaginas derrumbándote ante su sabor masticable, me lo acercaría divertido a mi propia boca mientras una salvaje mueca tuya de impotencia se retorcería del otro lado, pero sin comer el masmelo lo detendría en el extremo de mis labios de modo que quede como al borde de un precipicio, y sostenido en dudoso equilibrio me acercaría muy lentamente hacia ti con mi boca en busca de la tuya cual si se tratara de un pecado que avanza sigiloso hacia para tentar a un débil mortal, y aquello que tanto te gusta va en un irresistible y muy breve viajecito. Y así cuando estemos tan cerca que mi respiración se confunda con la tuya, entre dientes te preguntaría si me obsequias tu perdón una nadita antes de que el masmelo y un beso mío se hagan un solo cuerpo en la afanosa puerta de tus labios: nunca mejor dicho un dulce amor para ti. ¿Aceptas el reto muñequita?

Decir que te extraño sería una obviedad pero no decirlo sería un grito apagado en el silencio. Elijo entonces ser obvio a riesgo de abultar más el fardo de mis defectos. Se me va el alma extrañándote y me consume la pregunta de si el próximo día que se deja sentir en medio de la noche que agoniza, será al fin el día que te traiga consigo. Mientras tu regreso tarde procuraré meterte dentro de un pequeño olvido como hago con tu fotografía que se pierde a ratos en un pliegue de mi billetera, y de ese fondo oscuro como un sol herido por el ocaso que lo sepultó apareces de pronto en un minúsculo amanecer recortada por los bordes de aquel instante que te retrató y ahí repaso las hectáreas de tu belleza, te doy las buenas noches o me arrebato en tus ojos.

De este mismo modo prefiero olvidarte querida mía mientras te extrañe. No en el hoyo infame donde los recuerdos se pervierten en la falsedad o en la memoria despedazada, sino a flor de tierra, apenas disimulada por esos efímeros quehaceres de mis días: el tedio de las tareas del colegio, la fuga de una muy honda partida de ajedrez, las sabias páginas de mis libros, la muerte bella en una película, bella por irreal. Cuando tales cosas transcurran y el lenguaje las degrade nombrándolas con la diluida tinta del pasado, entonces tu recuerdo así reclinado como en un sueño que no acaba de despertar, pueda asomarse discreto y piadoso por entre mis vivencias idas para enaltecerme pero sin los sobresaltos de tener que recordarte contemplarte en un vasto esplendor tuyo que me hiera. Permanece pues pequeñita, sé como una gota de sudor que se desliza y no termina de rodar, el gorjeo de un pajarito tras un vidrio, una vela de cumpleaños recién apagada. Quédate así muy tenue. Y cuando crezcas, que solo sea porque en verdad estás de regreso con todo tu ser al alcance de mis manos y al tenerte por fin conmigo se haga la eternidad.

Con amor: Dany

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS