Mientras miro como las olas del mar golpean fuertemente las rocas que se encuentran en la playa, acomodadas ahí por montones para proteger a la ciudad de cartagena de la fuerza del caribe, (un mar tan misterioso como hermoso) el humo del pielroja irrumpe en mis pulmones dejando un sabor amargo en mi garganta. La noche bohemia de la ciudad amurallada llena de historia, libertad y romanticismo entregó a mi un dulce regalo, un regalo que me llenó de felicidad, el recuerdo de la mujer mas hermosas que pude conocer en mis tristes años de vida. Yo, un comandante derrotado por los rebeldes en bolívar, frustrado y decepcionado de mi, no encontraba razón para vivir ya que veía como mi vida se desvanecía en el más recóndito olvido de mi mismo, tal y como lo hacían en el aire los remolinos de humo que el cigarrillo encendido dejaba escapar.
Si al mirar el cielo lleno de estrellas, los balcones de las viejas casas y las bellas murallas de esta ciudad, no hubiera recordado tu hermoso rostro, juro por mis creencias católicas que me hubiera dado un tiro en el corazón; pero ahí estabas tu, en mis pensamientos, con tu piel blanca y tierna, tan especial y perfecta que hasta los hombres mas fuertes y valientes de la guerra no hubieran dudado un instante siquiera en entregar sus armas y hasta su vida por tener el privilegio sublime de que por lo menos uno sus dedos tocara tal creación perfecta de la naturaleza. Cerré mis ojos e imaginé tu cabello, fue ahí cuando después de mucho tiempo mi boca desgastada por los años y la sed dibujó una sonrisa que alivió mi triste y derrotado corazón, pero con justa razón sentí felicidad ya que tu precioso cabello es envidiado hasta por la mismísima calipso. Descasar en el sería un privilegio de reyes ya que el placer seria tanto que ni la felicidad de napoleón al ser emperador podría compararse con lo que se sentiría estrechar suavemente uno de tus cabellos. Decidí sacar entonces una vieja silla de mimbre y me senté mas cerca del balcón del cuarto donde me hospedaba, saqué de mi bolsillo derecho una cajetilla de cigarrillos maltratada a la cual solo le quedaba uno. Mientras observaba el color rojo del indio dibujado en la cajetilla recordé tus labios y comprendí que ni los ríos de sangre que sentí y vi correr en los campos de batalla se comparan con la intensidad y pasión que refleja tu boca, ya que pienso en mis circunstancias actuales, que sí los egipcios te hubieran conocido, en lugar de oro hubieran atesorado la preciosa miel de tus labios y los piratas ingleses asaltarían cualquier navío que garantizara un tesoro tan valioso como un beso tuyo. Cuando sentí el fuerte olor del tabaco negro componente principal del cigarrillo que acaba de encender pasó por mi mente lo único de ti que no quería recordar, tus ojos, esos ojos negros y perfectos que me vieron tantas veces, unas cuantas llorar de alegría y otras mas sufrir de dolor, en tus ojos, esos mismos tan altivos y enamoradores vi como se perdían las vidas de muchos hombres, arrasados por tus encantos y hundidos en lo más profundo del foso de satisfacción mortal que produce el amarte. El mar me hizo pensar en sirenas y ninfas, que, según la mitología son los seres mas encantadores de la creación, pero sonreí al saber que no serían nada comprables al monumento de cuerpo donde vive tu espíritu, los griegos no contaron con la suficiente inspiración y técnica para plasmar en sus esculturas de mármol tal belleza comparable a tu cuerpo, ya que eres como un poema de asunción silva, de principio a fin eres perfección y el verbo de belleza se plasma en ti. Eres todo lo que siempre soñé, ya que ni siquiera pelear por mi país es mi verdadera causa, fue tu voz dulce e inspiradora la que me llevó por los caminos de pólvora y sangre arrancando vidas de personas quizás inocentes.
Me enamoré de ti, de tu sonrisa, de tu forma de hablar, de tu manera de escribir, de pensar y de tu bello rostro.
Solo desee en esos momento en los que te imaginaba haber contado con el valor suficiente para decirte lo que sentía por ti, y que el único miedo que viví en mi vida no hubiera cobrado fuerzas en mi ser en los momentos cuando me encontré decidido a expresarte lo que me ahogaba por dentro, y que el temor de ser rechazado hubiera claudicado ante mi, ya que había perdido tantas batallas que no quería perder la última, la cual fue peor que perderla ya que nunca pude pelear en ella.
Sigo pensado en ti mientras el cigarrillo se acaba, escuché unos pasos cercanos a la puerta de mi habitación, no les presté atención ya que era tan hermoso imaginar tu bello rostro que no existía distracción alguna que lograra entorpecer lo que por mi mente pasaba. En un instante sentí mas cerca los pasos sigilosos, e incluso la puerta se abrió lentamente, cuando traté de levantarme de la silla sentí un fuerte golpe en mi espalda acompañado por un ardor intenso, la sangre se fue acumulando en mis pulmones y caí frío sin pronunciar una palabra, entonces desde el viejo piso de madera donde me hallaba agonizando observé tu precioso rostro y tus manos sostenían un cuchillo con el cual arrancaste mi vida, solo te bastó clavarlo una sola vez en mi para que mi cuerpo viejo y cansado cediera ante la muerte, ni aun partiendo de este mundo asesinado por tu mano pude odiarte ya que fuiste la única razón por la cual un nuevo día veían mis ojos, solo que hubiera deseado decirte en vida lo que sentía por ti y demostrarte el amor que estaba hasta en mis huesos. Hoy me toca hablarte de mis sentimientos desde este lugar oscuro y frío donde se encuentra mi alma, no conté con la sabiduría de aureliano para descifrar los pergaminos de las razones que te llevaron a asesinarme ya que muerto no puedo ni pensar, también me consuela saber que no pagaré cien años de soledad como macondo ya que me hiciste el favor de acabar con mis tristes penas, cuando leas esta carta sabrás que desde el mundo desconocido de las almas que vagan pagué con mis obras buenas de la vida a un viejo para que llevara esta carta hasta tu presencia, espero no verte por aquí, ya que creaciones como tu solo merecen estar en lo mejor que pueda existir en el universo. Ojalá esta confesión después de la muerte pueda llegar a lo mas profundo de tu corazón y perdonar la cobardía de mi cuerpo terrenal. Te amaré y admiraré tu belleza hasta que me toqué pagar por mis pecados y todo a mi alrededor sea sufrimiento.
Descansa tu también en paz, amor mío.
José Daniel T.F.
OPINIONES Y COMENTARIOS