CAPÍTULO 4: EN UN MAR DE LÁGRIMAS.
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Los cuatro guerreros continuaron cabalgando lo más rápido que podían durante un buen rato, y Teo hizo una pregunta mientras seguían avanzando.
- Se puede saber ¿Qué hay en Halbito? ¿Y por qué estas tan convencido de ir allá?
- En los tiempos que corren hay muy pocas personas en las cuales confiar. El ejército rebelde ya no es lo que alguna vez fue. Estamos cursando en la peor etapa de la rebelión desde su comienzo, además muchos soldados han desertado no solo por dinero, sino porque perdieron la fe y la esperanza en la causa. En Halbito se encuentra una de las pocas personas a las que podría confiarle mi vida.
- Mierda Hernesto, espero que no vayamos allá por una mujer, siempre los más valientes y honestos terminan perdiendo el culo por una mujer. – Dijo Teodoro
- ¿Y por qué no confías en el general Mateo? ¿Qué hizo para que sospecharas de él? – Preguntó Junad.
- Llámalo un presentimiento, desde que lo conocí nunca me transmitió nada bueno, y me lo terminó confirmando con la orden que nos dio al final ¿Por qué nos mandaría a Provincia? Si eso queda atravesando Coliseum. Técnicamente nos estaría forzando a devolvernos con el riesgo de encontrarnos con el batallón de Tesalónica, vea por donde lo vea es algo que no tiene ningún sentido.
- Tal vez esa era la idea, el ejercito Tesalónico jamás esperaría que fuéramos de nuevo a Coliseum, por lo tanto, no estarían tan alerta de esa zona.
- Puede ser chico, pero también puede ser que no y después de lo que hemos vivido no estoy dispuesto a correr más riesgos.
Junad se entristeció al escuchar la lógica del capitán. Pero, al mirar el escudo que el general le había regalado, recordó la fiesta que tuvieron antes de partir del pueblo y deseó que estuviera equivocado, guardando algo de esperanza en él.
Varias horas pasaron para que vieran como el sol comenzaba a salir por su costado derecho. El camino era totalmente plano y no había muchos arboles alrededor, pero se seguía viendo el predominante verde del pasto por todos lados. Hernesto al ver que se estaban acercando a un pequeño pueblo, tomó la decisión de parar allí para comer algo.
- Ese debe ser el pueblo de Fortunio, paremos ahí para comer algo y comprar provisiones, no olviden colocarse las capuchas ya que deben de seguir buscándonos por todos lados.
- Dios mío Fortunio tiene los mejores calenos de todo el país, no puedo esperar para comer hasta más no poder. – Dijo Teo
- Si y luego aguantaremos hambre hasta más no poder. Comeremos lo necesario y nada más, tenemos que ahorrar ya que aún nos queda un largo viaje de 5 días por recorrer.
Los guerreros llegaron al pueblo, bajaron la velocidad y con el caballo cabalgando lentamente Junad veía los detalles de la zona.
Fortunio es de los pueblos más pequeños de Olimpia, la mayoría de sus viviendas están hechas de adobes y piedras calizas, e incluso usualmente usan paja para hacer los techos, característica que para los tiempos que corren es muy rara de encontrar. A pesar de su apariencia un poco anticuada, el pueblo transmitía esa sensación de felicidad y familiaridad por medio de sus habitantes, gente muy humilde a la cual no le importaba vestir trapos de vieja tela. Se dedican principalmente al ganado o a manejar negocios muy pequeños. Sin embargo, era inevitable notar algunas caras de cansancio físico y mental, producidas probablemente por los impuestos injustos del gobierno Tesalónico.
- Hermana, hermana, sígueme y vamos a cazar monstruos con Paco y con Luís. – Decía un niño por la calle mientras corría con su hermanita.
Junad veía con ternura a aquellos niños, aunque también con algo de tristeza deseando ser uno de ellos para vivir una infancia normal y feliz que pudiera recordar. Hernesto guio a los demás hacia un establecimiento local que estaba a su mano izquierda.
- Dejemos los caballos aquí mientras tanto, amárrenlos para entrar y comer algo. – Ordenó Hernesto.
- ¿Podrías dejar de poner esa cara de diarrea Junad? Vamos a probar las mejores calenos del país, es una experiencia única. – Dijo Teo.
- Ya les dije que nada de esa mierda, es mejor comer algo que realmente los nutra para el viaje. No voy a malgastar mi dinero en algo tan caro que al final terminará dejándolos insatisfechos.-Click para reproducir música de fondo
Los héroes entraron al establecimiento y se sentaron en la primera mesa disponible que encontraron. Era una especie de cantina-restaurante bastante tradicional, además se sentía un ambiente muy acogedor donde todo el mundo se conocía entre sí.
- ¿En qué puedo atenderlos caballeros? Veo que vienen de un viaje muy largo. – Dijo una chica que llevaba puesto un delantal de cocina.
- Demasiado largo diría yo, aunque con unos ojos como los tuyos aligeras la carga de cualquier hombre. – Dijo Teodoro.
- Ya va a empezar con sus idioteces. – Dijo Teo entre los dientes.
- Bueno nosotros dos pediremos un bistec y los chicos un plato de pollo cada uno, y además un caleno para que lo compartan entre los dos. – Dijo el capitán.
- ¡Sí! Ha triunfado la perseverancia. – Dijo Teo.
- Listo, dos bistecs y dos pollos con un canelo en seguida ¿Desean algo de beber?
- ¡Dos botellas de safylía! – Dijo Teodoro mientras el capitán lo veía con desaprobación.
- ¿Qué? Los mocosos ya tuvieron su premio yo también quiero el mío.
La camarera tomó las órdenes para retirarse sin levantarle la mirada a Teodoro. Al rato la mujer volvió con una bandeja donde estaban todos los platillos, incluido el canelo preciado por Teo y Junad, y las botellas de safylía que tanto quería Teodoro.
- Dios esto es mucho mejor de lo que esperaba, ¡Definitivamente son los mejores del país! – Dijo Teo mientras le daba un profundo sorbido a su caleno.
- Creo que por primera vez no me decepcionas, esto está buenísimo podría comerlo todos los días. – Dijo Junad.
- Si esto sí que está buenísimo. – Dijo Teodoro viendo a la camarera mientras le hacía ojitos.
La camarera le hizo una invitación a Teodoro con la mirada indicándole que la siguiera a la parte trasera del restaurante, y el no demoró ni un segundo en dejar su comida e ir por el plato el principal. Teo al ver las intenciones de su padre dio un profundo suspiro y se retiró de la mesa para tomar algo de aire. Solo quedaron el capitán y Junad en la mesa, y cuando el chico terminó su comida le hizo un par de preguntas a Hernesto.
- ¿Sabes quiénes eran los que nos estaban siguiendo? Parecías muy preocupado cuando los viste en las alcantarillas.
- Por desgracia para mí los conozco demasiado bien. La mujer de la armadura se llama Roma “El ángel”, y es la capitana del quinto batallón de Tesalónica. El tipo que se encontraba debajo de sus piernas se llama Clay “La momia”, y es su hermano mayor.
- Ah si el tipo aterrador lleno de vendas ¿Por qué las usa?
- Bueno esa es una historia bastante obscura y triste, mejor dejémosla para otro momento.
- Mmmmm ¿Y son muy fuertes? ¿Tanto como tú?
- Lamento decepcionarte chico, pero no, ella incluso es mucho más fuerte que yo. Debes tener en cuenta que a los capitanes de Tesalónica se les ordena en batallones según su nivel de combate, entre más próximo esté ubicado el capitán al batallón número 1, más fuerte es.
- Vaya así que si nos atrapan no tendremos ninguna oportunidad. Cuéntame más sobre los otros capitanes ¿Cómo son?
- Está bien, entonces por donde empiezo mmmmm. El capitán del 4 batallón es alguien bastante fuerte, se dice que mató a un dragón del llanto sin ayuda de nadie. A primera vista parece una persona bastante fría, pero en realidad es un tipazo, aunque tal vez se ríe demasiado de sus propios chistes. El segundo, al contrario, me transmite una mala vibra, como si por estar a su lado algo terrible fuese a suceder en cualquier momento, además he escuchado algunos rumores muy obscuros sobre él, y esa obsesión que tiene con su caballo me da asco. Pero definitivamente el que está más loco de todos los 6 es el tercero, es ese tipo con el cual no quisieras nunca toparte a solas en un callejón obscuro, es totalmente diferente a todo lo que había visto antes, simplemente su apariencia y su forma de ser son aterradoras. Además, de todos los capitanes es el que más recursos económicos posee, y también tiene una mayor influencia política.
- ¿Y qué hay del primero, no es el más fuerte?
- A el primero nunca lo he logrado ver en persona, no sé cómo sea su personalidad o su apariencia, pero he escuchado rumores de que no solo es el más fuerte entre los capitanes, sino que también logra equiparar en fuerza al pilar Dysis. Solo si ves a un tipo con una armadura de hierro gigante que tiene dos rostros en cada una de sus hombreras, huye.
Junad miró su mesa con preocupación al escuchar la fuerza de los capitanes, incluso comenzó a temblar un poco mientras sus manos sudaban.
- ¿Tan fuerte como un pilar? ¿Es acaso eso posible? – Se preguntó el joven en su cabeza.
- Tranquilo chico, nosotros estamos contigo. Además, estoy seguro de que algún día llegaras a ser mucho más fuerte que yo, y que todos los capitanes.
- Bueno eso estuvo más que delicioso. –Dijo Teodoro interrumpiendo la conversación mientras se ajustaba el cinturón.
- Veo que a todos les encanto la comida, aunque a unos más que a otros. – Dijo Hernesto mientras veía al barbón de reojo.
- Deberíamos descansar un poco en algún hotel, me estoy muriendo de sueño. – Propuso el sin vida.
- Creo que ese es un gusto que aún no nos podemos dar, no estoy seguro de si nos están siguiendo o si sospechan hacia a donde nos dirigimos. Sea como sea no quiero tomar ningún riesgo, en el próximo pueblo hacemos una parada para dormir, pero por ahora mejor larguémonos de aquí.
Los 3 salieron del restaurante y se encontraron con Teo junto a los caballos.
- Espera, creo que tienes algo en tus pantalones. -Dijo el pelirrojo a su padre.
- No jodas ¿En serio? Creí haberme lavado bien esta mierda cuando acabé. -Exclamó Teodoro sin darse cuenta de que era una broma.
- Esto es increíble, como se puede ser tan imbécil. – Dijo Teo en voz baja.
- ¡Suficiente! Todos móntense en los caballos y andemos a paso rápido, no nos podemos dar el lujo de que nos atrapen.
- Que tortura esto de no poder pegarnos una buena siesta en todo el día. – Dijo Junad.
Así lo hicieron, los guerreros se montaron en sus caballos y a toda velocidad galoparon hacia el norte. Los paisajes deslumbraban cada vez más los ojos de Junad, después de solo haber visto la densa arena del desierto de Coliseum, cualquier rastro de vegetación, lagos, o ríos lo emocionaba al instante. Montañas enormes comenzaron a notarse a medida que fueron avanzando más, se podía percibir como las águilas sobrevolaban por las alturas de las inmensas montañas, y todo era calma hasta que de repente comenzó a llover, cual diluvio se tratase.
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- ¿Podemos poner alguna tienda debajo de un árbol y esperar a que escampe? – Preguntó Teo
- No, debemos llegar hasta el próximo pueblo por si la tormenta empeora, además, no es muy buena idea quedarnos tan descubiertos en estos momentos, ni siquiera hay un bosque cercano que tenga varios árboles que nos cubran. – Respondió Hernesto.
Continuaron su camino por una hora más, y la lluvia comenzaba a tornarse más pesada, era tan fuerte que los guerreros sentían como a los caballos les costaba seguir avanzando por la fuerte corriente de aire. Los árboles se agitaban bruscamente en dirección al sur, lo cual indicaba que los guerreros iban en contra de la corriente de la tormenta. Transcurridas las dos horas el capitán vio unas luces al fondo del camino.
- ¡Miren esa debe ser una vivienda de campesinos, toquemos y ofrezcamos dinero por nuestra posada!
Aumentaron la velocidad y al llegar a la cabaña Hernesto fue el único que se bajó de su caballo para tocar la puerta.
- ¡Knock Knock! – Sonó la puerta.
- Pero miren a estas pobres almas, entren antes de que se los lleve el diablo, pero primero amarren sus caballos bajo la choza del trigo. Rápido rápido que no hay tiempo que perder. – Dijo un anciano al abrir la puerta, sin siquiera dejar que ninguno de los hombres hablara hasta que entraron a la vivienda.
- Perdónenos por las molestias señor, estamos dispuestos a pagarle por su hospitalidad y su comida. – Dijo Hernesto.
- Oh cállate de una buena vez ¿En qué podría gastar el dinero este anciano? ¿En mujeres?
- En todo menos en mujeres viejo verde, ahora pásame la ropa de los invitados mientras la dejo secando, y dales estos trapos para que se sienten a comer. – Dijo una anciana la cual presuntamente era su esposa.
- Oh vamos cariño tú sabes mejor que nadie que mi cuerpo y mente solo pertenecen a una mujer. – Dijo el anciano mientras intentaba darle un abrazo a la señora.
- – ¡Ya ya ya! Deja las tonterías para después y ayúdame a ordenar la mesa.
La cabaña era mucho más grande por dentro de lo que aparentaba desde afuera. Estaba construida con grandes troncos de árbol, pero no lucía como un vejestorio ni mucho menos, al contrario, tenía una decoración bonita y moderna acompañada con adornos de plata en cada una de las mesas de la sala, y las cortinas y las alfombras eran de color morado con sutiles adornos de color dorado.
Los guerreros se cambiaron en una alcoba que estaba al lado de la cocina, para darle sus prendas empapadas a la señora de la casa. Después de secarse fueron llamados al comedor donde cada uno tomó asiento.
- Miren no sabemos cómo más agradecer su hospitalidad si no es con dinero, de verdad nos morimos de vergüenza por ponerlos en esta situación. – Dijo el capitán.
- Hijo enserio necesitas dejar de mencionar esa mierda, somos ancianos que viven en medio de la nada, realmente cualquier compañía para nosotros es más valiosa que el mismísimo oro. Mi nombre es Juaco y esa preciosura que viene con ese estofado de cordero es mi esposa Martha.
- Caballeros espero que disfruten de esta cena, tuvieron la suerte de que justo hoy por la tarde había ensalado el corderito.
- Bueno los hombres Olímpicos y Magnos de corazón necesitamos de buena carne. Aún recuerdo cuando llenaba mis tripas en los banquetes antes de ir a la guerra.
- ¿Usted sirvió a algún ejercito señor? – Preguntó él pelirrojo intrigado.
- Ohhh por supuesto hijo yo serví en el imperio de Corfinium durante muchos años. Era muy temido por todo el territorio, e incluso llegué a ser segundo capitán de un escuadrón.
- Espere un segundo, no puede ser, yo si decía que esa mancha en el ojo se me hacía familiar. ¿Usted no es Juaconosor el guerrero manchado? – Preguntó Teodoro.
- El mismo que canta y baila hijo y aún me mantengo en buena forma, así que deja de mirar los tobillos de mi esposa. Podrás ser muy grande pero aún sigo metiendo unos golpes que te reviento.
- ¡Bueno bueno! Ya vas a comenzar a discutir con los invitados, pasará todo el tiempo del mundo, pero nunca dejarás de ser un abuelo conflictivo, no parece que tuvieras 170 años. – Regañó Martha.
- Jajajaja… espera un momento ¡170 años! – Exclamó Junad
El joven héroe se frotaba sus parpados para ver con detalle a Juaco, y aún seguía sin poder ver en donde estaban esos 170 años.
- ¿Te sorprendiste muchacho? Efectivamente tengo esa edad, aunque parece que haya sido ayer que me haya retirado del ejército, sigo sin creerme que hayan pasado más de 50 años desde que me retiré.
- Esto debe ser algún tipo de broma, ¿Cómo es posible que tenga esa edad? – Dijo el futuro libertador.
- Creí que Hernesto ya te había explicado lo de las bendiciones, es normal que ciertos magnos de pura sangre duren tantos años ¿Acaso cuantos años crees que tiene mi papá? – Preguntó Teo.
- Tu padre no sé, creía que tenía 50 o algo así.
- Tiene 103 años.
- ¡103 años! Eso es imposible ¿Dónde los tiene en su calva?
- JAJAJA, efectivamente chico ya cumplí mi primer siglo hace 3 añitos, aunque debo de admitir que me siento incluso mejor que cuando tenía 50 años. Por eso mismo me pregunto ¿Por qué te retiraste tan temprano? Apuesto que alguien como tú con 120 años seguía en plena forma física.
En la sala de la habitación se sintió como el ambiente se volvió tenso y un poco desanimado. Juaco tomó aire después de dar un suspiro profundo para responder la pregunta.
- Por donde puedo empezar…
- No tienes que contarlo si no quieres cariño, eso fue hace muchos años atrás.
- No no, no hay ningún problema es algo que ya está superado. Yo tenía dos hijos, y en aquel entonces él varón que se llamaba Camilo era un soldado de mi escuadrón, y mi hija Esiria se quedaba en casa a ayudar a su madre esperando a que nosotros regresáramos de la batalla. El chico era bastante fuerte, incluso sentía que tenía el potencial para ser más fuerte que yo, de otro modo jamás le hubiera permitido entrar al ejército, y la niña simplemente era una de las mujeres más hermosa que hubiesen pisado esta tierra. Un día, mi escuadrón tuvo un enfrentamiento con un bloque del ejército de los Emeritianos, que estaba comandando por un hombre llamado Torrent, el que en ese entonces era el elemental del aire. Fue una batalla muy larga, los magos no querían retroceder ya que ellos habían acabado de conquistar ese territorio, pero por desgracia nosotros no lo sabíamos y necesitábamos pasar por ahí de manera urgente para llegar al monte del holocausto, para recoger un objeto mágico que necesitaba el pilar de Corfinium, que en ese entonces era Antúan “el monje del regreso”. Después de varios días sin obtener resultados, decidimos atacar con todos nuestros hombres al campamento de los magos, sin embargo, cometí un gran error del cual me sigo arrepintiendo hasta el sol de hoy. Una vez los atacamos al amanecer, estando allí en la mitad de la batalla vi a lo lejos como alguien encapuchado salió corriendo de una de las carpas de su campamento en dirección al monte del holocausto. Lo primero que pensé fue que de alguna forma los Emeritianos se habían enterado de nuestra misión, y habían mandado a alguien para que recogiera el objeto mágico, fue entonces que decidí tomar una lanza y arrojarla hacia el escurridizo sujeto, y en efecto, impactó atravesándolo por la mitad provocando su muerte instantánea. Pero había algo muy raro, cuando la lanza se clavó en el suelo se veía como la capucha del sujeto terminaba flotando sin que sus pies tocaran el suelo, y fue entonces que la capa salió volando por la corriente de aire revelando que se trataba de un niño pequeño de unos 8 años. Y como si fuera poco, lo otro que no sabía es que ese niño era el hijo mayor del elemental del aire, y solo estaba tratando de huir hacia alguna zona segura donde no le impactaran las flechas. Cuando Torrent vio eso fue poseído por la histeria, y acabó prácticamente él solo con todo mi escuadrón, dejándome solo a mí y a mi hijo con vida. En el momento en que nos tenia de rodillas al frente suyo, tomó a mi hijo de rehén y me dijo que sabía que yo tenía una hija, y que, si no se la traía dentro de 4 días a su campamento, no solo mataría a mi hijo si no que lo torturaría hasta que la muerte le pareciera su deseo más anhelado, también me dijo que a mi hija no le haría nada malo, que había escuchado rumores de que era una mujer muy hermosa y que a cambio de haberle quitado a su hijo, le daría a mi hija para que se casara con su hijo menor quien aún ni siquiera había nacido. Yo no tuve más remedio que salir huyendo a toda velocidad hacia mi casa para coger a la niña y llevársela. En ese momento tuve una fuerte discusión con Martha ya que ella estaba en contra, decía que prefería tener al menos a una hija con vida que correr el riesgo de quedarse con nada, aún me arrepiento de no haberla escuchado. Cuando le entregué a Esiria a Torrent no solo no me entregó a mi Camilo, me amenazó diciéndome que no me lo entregaría nunca, y que lo usaría como esclavo de su palacio real en Emeritia por el resto que le quedara de vida, asimismo, me dijo que tenía que olvidarme de pertenecer al ejército de cualquier nación, que si volvía a tomar una espada en mi vida por el motivo que fuese, me mandaría las cabezas de mis hijos junto con estiércol de caballo. – Explicó el abuelo sin levantarla los ojos de la mesa.
Naturalmente la sala se inundó de un silencio incomodo mientras todos continuaban con su comida. La leyenda de Juaconosor el guerrero manchado era muy popular en toda Olimpia, ya que era muy raro que un magno sobresaliera tanto en un ejército de otro país. Como consecuencia, para Teodoro y Hernesto era muy deprimente saber que uno de sus referentes, había terminado en una situación tan deprimente. El silencio duró un buen rato hasta que por fin la lluvia terminó.
- Queríamos agradecerle por su hospitalidad, pero no queremos arruinarles la noche, así que creo que es momento de irnos. – Dijo el capitán
- ¿Y morir afuera por el sereno de la noche fría? Ni hablar ustedes se quedan a dormir esta noche. – Dijo Martha
- Señora enserio, nos da mucha vergüenza con ustedes, irrumpimos en su vivienda, nos visten y dan de comer, es demasiado ya como para quedarnos a dormir.
- Mira amigo no sé quién eres, pero el único que le puede llevar la contraria a mi esposa soy yo. Hablando de eso se me olvidó por completo preguntarles sus nombres ¿A quiénes tengo el gusto de darles mi posada?
- Yo soy Hernesto Bonaponte hijo de Heraldo hijo de Funod, también conocido como el capitán de las espinas.
- Vaya yo si decía que tu cara se me hacía familiar, así que tú eres el capitán del sexto batallón de Tesalónica. He oído hablar mucho de ti, y de esa alabarda enorme que tienes reposada en la entrada de mi casa.
- Espero que solo haya escuchado cosas buenas señor, aunque ya no soy más el capitán de Tesalónica, al parecer en realidad soy un traidor y ahora solo vago de un lugar a otro.
- Mmm interesante, y bueno ¿Qué hay de los demás?
- Yo soy Teodoro hijo de Sirpa hijo de Bonad, el armamentista.
- ¿Así que tú eres el armamentista del ejército rebelde? También he escuchado hablar mucho sobre ti, y ese que está al lado tuyo supongo que debe de ser tu hijo.
- Si señor, soy Teo Hijo de Teodoro hijo de Sirpa, el pelirrojo.
- Vayaa ese bautizo sí que se te da bien con esa melena roja que tienes ¿Y qué hay de ti chico? – Preguntó Juaco mientras sorbia su cuchara.
- Yo soy Junad el sin vida. – Respondió Junad tímidamente.
Al oír ese nombre el abuelo escupió toda su sopa y se atoró con un pedazo de cordero en la garganta. De inmediato su esposa se levantó de su asiento para ayudarlo a que no se ahogara.
- Ya viejo por favor no te mueras antes que yo.
- ¡Yo si decía que ese tatuaje me sonaba de algo! ¿Es que acaso no entiendes a quién tenemos al frente nuestro? – Dijo Juaco mientras se ponía de pie.
- Señor Junad, déjeme jurarle infinita lealtad a su inmenso nombre, lo que dicen de usted por las calles, eso de que es nuestro libertador y salvador, es simplemente algo que jamás pensé contemplar mientras estuviera vivo. Usted es la única esperanza de este pueblo sin gobierno ni luz, si hay algo en lo que este abuelo le pueda ser útil, no dude en pedírmelo. – Dijo Juaco al arrodillarse frente a los pies del joven héroe.
- Vaya sí que tenías bien comprados a los mercaderes nómadas ¿No Hernesto? – Dijo Teodoro viendo de reojo al capitán.
- Señor por favor levántese no tiene que arrodillarse, ni siquiera tengo aún la fuerza suficiente para usar armas muy pesadas. – Dijo Junad.
- ¡Pero la tendrás! De eso estoy totalmente seguro, no cabe duda de que serás el hombre de las profecías, y cuando todo el mundo lo vea, me llenaré el pecho diciendo que te conocí, que comiste en mi mesa y dormiste en mi casa, aunque nadie me lo crea. – Dijo Juaco agarrando a Junad por el cuello de su camisa.
- Tranquilo señor, yo estoy seguro de que todavía solo soy un chico normal, así que por ahora estos tratos no son necesarios, además ya ha hecho mucho por nosotros brindándonos su comida y su casa.
- Entonces cuando llegue el día en que seas fuerte, no te olvides de este viejo y si por alguna razón llegas a encontrar a mis hijos en el camino, asegúrate de que estén bien y diles que no dejo de rezar por ellos todos los días. -Dijo Juaco mientras irrumpía en un fuerte llanto y abrazaba la espalda de Junad.
- Ya abuelo, yo estoy aquí y estoy segura de que nuestros hijos están muy bien, ven aquí que ya es hora de descansar un poco, ha sido un largo día para nuestros invitados y ellos deben de estar exhaustos. – Dijo Maratha mientras retiraba a Juaco de Junad y lo llevaba su habitación.
- Ahí tienen almohadas y sabanas en la repisa de aquella habitación, si necesitan algo no duden en tocarnos a la puerta, en la mañana pasaré a ver como durmieron.
El joven héroe se quedó un momento congelado por lo que había acabado de escuchar, y cada vez se hacía consciente de la importancia que tenía volverse más fuerte, para poder ayudar a la vida de todos los habitantes de Olimpia.
- No te quedes ahí parado idiota, ven al cuarto y ayúdanos a acomodar las almohadas. – Dijo Teo.
La habitación de la cabaña no era una de las más espaciosas que hubiesen visto anteriormente, pero si era una de las más limpias. En ella había grupos de cobijas y almohadas delicadamente ubicadas en el piso para todos ellos. Cada uno de los guerreros arregló el sitio donde iba a dormir, y pese a que no estuviesen durmiendo en un colchón, si no en el frio piso de madera de la cabaña, lograron conciliar el sueño perfectamente al estar tan cansados del viaje que ya les había costado casi dos días sin dormir.
A la mañana siguiente, la señora Martha salió a la madrugada de su habitación para revisar que todo estuviera bien, y al abrir un poco la puerta del cuarto donde estaban descansando Junad y compañía, notó que todos aún seguían durmiendo con sus ronquidos de ultratumba, todos menos el sin vida. Después de estar un rato buscándolo, escuchó que a las afueras de la cabaña había algo que hacia un sonido extraño, semejante a cuando se abanica un palo de madera para espantar a los murciélagos. Al asomar a su cabeza por la ventana, vio a Junad practicando con un rastrillo las posiciones de pelea, y las técnicas para hacer cortes tanto verticales como horizontales. Al verlo, la señora se quedó unos minutos observándolo, o más bien, lo analizó de pies a cabeza para después hacer uno quejido con los dientes de su boca.
Cuando todo el mundo se despertó para desayunar, Junad se encontraba ayudando a la señora a pelar unas papas para la comida, y Teo no pudo evitar soltar un comentario al respecto.
- No puedo creerlo, cuando estábamos en la capital nunca en tu puta vida ayudaste ni a pelar una cebolla ¿Y ahora me dices que vas a prepararnos el desayuno?
- Estamos en casa ajena chico, antes debimos habernos levantado todos más temprano para ayudar. – Dijo Hernesto, y después el dio un coscorrón en la cabeza a Teo.
- Lo hice porque me levanté un poco más temprano, y al verla cocinando me ofrecí para ayudarla un poco, es lo mínimo que podía hacer después de que nos atendieran tan cordialmente.
- ¡Mujer! Como puedes obligar a nuestro futuro pilar a cocinar si eso es labor de las mujeres. –Dijo Juaco que recién se unía a la conversación mientras se rascaba el trasero.
- ¡Que trabajo de mujeres ni que trabajo de mujeres! Más bien tú deberías ser el que esté ayudando a su esposa a preparar los alimentos, toma los manteles y prepara la mesa. – Dijo Martha antes de tirarle un cucharon en la cabeza al abuelo.
Juaco arregló la mesa y entre los demás hombres ayudaron a servir los alimentos. Desayunaron entre risas con las discusiones que tenían Teodoro y el abuelo sobre política y mujeres, además Junad parecía estar cada vez más sonriente al pasar tiempo con sus anfitriones temporales.
La comida terminó, y Junad y Hernesto se colocaron sus armaduras, mientras que Teo y Teodoro se colocaban sus prendas de cuero. Al salir de la cabaña Junad tenía un rostro de tristeza y nostalgia, y Juaco al notarlo le colocó un brazo en el hombro.
- ¿Qué te pasa hijo? ¿A caso no estás feliz de que la lluvia haya cesado y puedan seguir con su camino sin problemas?
- No es eso, solo que me comenzaba a sentir demasiado bien pasando tiempo con ustedes en su casa, desearía poder quedarme más tiempo.
- Ohhh chico no te preocupes por eso, a este viejo árbol aún le quedan muchas ramas en el suelo de esta cabaña. Una vez termines lo que tienes que hacer puedes venir a visitarme cuando quieras, mis puertas siempre estarán abiertas para ti. – Respondió el abuelo contagiado por las emociones de Junad.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Por supuesto.
- ¿Cuál concejo me darías para volverme el hombre más fuerte del mundo?
- ¿El hombre más fuerte del mundo? Jajajaja no creo que le estés consultando al hombre adecuado. Admito que fui fuerte, pero para nada el más fuerte del mundo. Aunque, te puedo dar un consejo que te ayude a encontrar la fuerza más importante.
- ¿Cuál sería? – Preguntó Junad abriendo sus ojos de par en par.
- En esta vida hay dos tipos de hombres que construyen su camino. Uno es el que salta sobre las piedras para evitar tropezarse el mismo. Luego está el otro, que a pesar de que se demore un poco más, quita las piedras del camino para que los que vengan detrás suyo no se tropiecen.
El chico sonrió, y abrazó repentinamente a Juaco con todas sus fuerzas. Por alguna razón había logrado establecer un vínculo especial con él. El abuelo sintió una calidez que no sentía hacía mucho tiempo, y recordó cuando sus hijos los abrazaban en el pasado cada vez que llegaba a su casa.
- Juaco, fue un honor haber compartido este tiempo contigo, y en nombre mío y de todos mis amigos te damos las gracias por tu hospitalidad, y a ti también Martha, has sido una persona increíble con nosotros. Espero que pueda pagarles este inmenso favor en esta vida. – Dijo el capitán.
- Son bienvenidos cuando gusten, de verdad nos alegra tener una compañía como la de ustedes ¿Verdad Juaco? – Dijo Martha.
- Que me va a gustar la compañía de esta manada de pulgosos que no dejan dormir con sus ronnnn…. ¡AYYY! Digo si si, muy a gustos con la compañía de unos hombres tan caballerosos como ustedes. – Dijo el abuelo al ser interrumpido a la mitad de su discurso por un pellizco de Martha.
- Bueno en ese caso este es el adiós. Espero se cuiden y nos volvamos a encontrar en un futuro cercano. – Dijo Teo agitando su mano derecha mientras alistaba la silla de su caballo.
- Esperamos volverlos a ver, que el trueno de Zigmund los bendiga. – Dijo Teodoro.
- ¡Si si si ya fuera de aquí! que tengo que alimentar a los cerdos, y chico no olvides el camino que debes de seguir, esa es la verdadera clave para ser fuerte.
- Si señor, volveré tan pronto pueda para visitarlos.
Junad se montó a su caballo, y como si fuera la señal de un mal augurio comenzó a llover nuevamente, aunque en esta ocasión era una lluvia muy débil que parecía ser pasajera.
- Maldita sea, esto tiene que ser una puta broma. – Dijo Teo mirando hacia el cielo.
- Tranquilos, al parecer no durará mucho ¡Avancemos! – Ordenó el capitán.
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En el momento en que los 4 hombres se dieron media vuelta para continuar con su viaje, vieron que un hombre encapuchado los estaba esperando en la mitad del camino.
- Hola imbéciles, nos encontramos de nuevo. – Dijo el encapuchado.
- No puede ser, mierda es Igor ¡Todos cúbranse las espal…!
- ¡FORMACIÓN DE ATAQUE NUMERO 5! – Gritó Igor interrumpiendo a Hernesto.
De la nada salieron 4 grupos de a 5 guerreros centinelas rodeando todo el perímetro de la cabaña con arcos y ballestas. Unos saltaron directamente de los arbustos, otros de los árboles e incluso el último grupo salió del granero de los abuelos.
- Esto no podría ser peor, parece que estamos bien jodidos. – Dijo Teodoro
- Ya que la vida nos ha reunido otra vez. Quiero felicitarte a ti Hernesto, por tenerme que hacer las cosas más difíciles y hacerme seguirte hasta acá, en vez de irte a Provincia como se te ordenó. Realmente desde que te conozco has sido un dolor enorme en mis testículos. – Dijo Igor mientras se acercaba lentamente haciendo sonidos con sus pies.
- Cuidado con esos chistesitos Igor, porque el dolor que me describes solo lo provoca una erección muy fuerte.
- Tan gracioso como siempre, y para que puedas seguir haciendo más de tus ingeniosos chistes, te diré que no paré de pensarte en toda lo noche, mientras me tocaba cabalgar en mitad de una maldita tormenta.
- ¿Se puede saber cómo demonios diste con nosotros? – Preguntó Teodoro.
- ¿Y tú ni siquiera con esa brillante calva puedes deducirlo? ¿Tu madre no te enseñó que nunca debías de aceptar un regalo de alguien que casi no conoces?
- El maldito escudo que te regaló Mateo, como no pudimos caer en cuenta de eso. – Dijo el capitán mirando el escudo de Junad.
El sin vida escuchaba toda la conversación, no obstante, en su mente no podía creer lo que estaba pasando. Si de alguna forma los rastrearon con el escudo que Mateo le había regalado, eso solo podía significar que él los había traicionado y todo formaba parte de una mentira. Obviamente lo que en su momento fue una teoría ahora era más que una realidad, así que, Junad no tuvo más remedio que tragarse sus lágrimas y su culpa para encarar la situación.
De repente, lo que había comenzado como una llovizna se convirtió en una tormenta, y como resultado, el aire golpeaba violentamente los árboles y agitaba toda la naturaleza del alrededor.
- Yo creo que por una vez me podrías hacer las cosas mucho más simples ¿Por qué mejor no me das al chico de una vez sin oponer resistencia?
- ¿Por qué mejor no te metes un dedo en el culo y te largas de una buena vez? – Respondió Hernesto.
- Jaja, creo que el único que va a sufrir por uno de mis dedos serás tú. – Dijo Igor para después quitarse la capucha y revelar su cuerpo.
Al ver a Igor, Junad alucinaba examinándolo de pies a cabeza. Parecía como si hubiese un poco de su cuerpo en una mezcla de espadas. Era un hombre cuya totalidad de sus dedos de la mano derecha eran navajas, y ambas pantorrillas eran espadas largas, además tenía un parche que le tapaba el ojo izquierdo.
- Un placer presentarme contigo libertador de los magnos. Soy Igor “el acuchillado” y soy el primer oficial del quinto batallón de Tesalónica, y también soy el capitán del escuadrón de los centinelas # 2. Sal de ahí con las manos bien arriba y prometo no hacerle nada a los otros 3, bueno a los otros dos ya que con Hernesto tengo asuntos pendientes.
- Me temo que eso no podrá ser. Tengo una misión pendiente y debo desocuparme de eso primero. – Dijo el joven héroe tragando saliva.
- ¿PERO QUIÉN MIERDA SON ESTOS TIPOS? Martha tráeme mi espada que voy a acabar con estos imbéciles de una buena vez.
- Tranquilo anciano el problema no es con usted, le recomiendo que vuelva adentro de su choza y se esconda debajo de su sabana sin orinarse.
- Mira mocoso no sé quién te crees que eres, pero estás hablando con el que fue el segundo capitán del octavo escuadrón de Corfinium. – Juaco fue interrumpido por una flecha que cayó a unos pocos centímetros de sus pies.
- No quiero tener que hacer nada de esto. En verdad me daría mucha pereza tener que llenar esta cabaña de sangre a punta de flechazos. Solo entrégate de una buena vez niño y cada uno se va para su casa.
Cuando aún el ambiente conservaba su máxima tensión, Martha decidió desenvainar una espada, pero no para dársela a su esposo, en vez de eso cogió a Junad por la espalda y colocó la espada sobre su cuello.
- ¿Pero qué mierda crees que estás haciendo Martha? – Preguntó Juaco mientras todo el mundo miraba impactado a la señora.
- ¡A CALLAR! Por una vez en la vida cierra la boca y hazme caso. Señor Igor, escuché que mencionó ser un alto cargo del gobierno de Tesalónica, y creo que podemos hacer un trato el que nos pueda beneficiar a ambos. – Dijo Martha con un rostro de desesperación, y con una mezcla de lágrimas y mocos en sus pómulos y nariz.
Los arqueros se prepararon para llenar a la señora de flechas, hasta que fueron detenidos por el acuchillado.
- ¡Altó! Estoy curioso por ver lo que me va a proponer, déjenla terminar.
- Soy Martha Cuadros y él es mi esposo Juaconosor Osalanmi. Actualmente solo somos un par de granjeros quienes se dedican a la ganadería, aunque mi esposo solía ser antes el segundo capitán del 4 escuadrón del imperio de Corfinium, y en una de sus batallas…
- ¡Martha por Dios para de una buena vez! – Exclamó el abuelo.
- ¡NO ME JODAS MÁS MI VIDA! Paso todas las noches de mi vida arrancándome la piel de los pies con mis propias uñas. Pensando en si están violando, torturando, o golpeando a mi hija, o a mi hijo, o a ambos al mismo tiempo. Estoy harta de no poder descansar pensando en eso, y todo por tu maldita culpa, por ser un viejo arrogante y débil que solo sirve ahora para cambiarle la comida a los malditos cerdos. Pensé que a la persona que siempre odiaría más en el mundo sería a ese sujeto que se llevó a nuestros hijos, pero en realidad al que más detesto es a ti, de solo mirarte me provocas ganas de colgarme con una soga en el granero, pero cuando lo intenté la soga se rompió y me disloque el tobillo. – Dijo Martha hasta que comenzó a toser por ahogarse con su saliva y sus propias lágrimas.
- – Martha yo….
- ¡No sigas! Es tiempo de que por fin salga de este infierno ¡Tú hombre de las cuchillas! te propongo que, a cambio de darte a este niño sano y salvo, hables con tus superiores de Tesalónica para que hagan un trato con el gobierno de Emeritia, pidiendo por la liberación de la esclavitud de mi hijo, y por una audiencia para saber cómo está mi hija, es todo lo que pido y juro que le entregaré a este niño sin un rasguño.
- Vieja hija de puta suelte a Junad o… – Dijo Teodoro.
- ¿O qué? ¿Me vas a matar? Si yo ya he estado muerta desde que se llevaron a mis hijos. Para mi todo este tiempo ha sido el infierno hecho realidad, lo único que me detiene de intentar matarme de nuevo, es poder volver a ver a mis hijos felices algún día, si ese momento llegara, todo esto habrá valido la pena.
En el descampado frente a la cabaña solo se escuchaba el ruido del viento correr, junto con unas pequeñas campanas colgadas en la entrada que se agitaban bruscamente. La cara de todos era de total impacto y terror, pero el que tenía el rostro más pálido sin duda era Juaco, al que parecía que le hubieran arrebatado el alma de cuerpo, y que de él solo quedara un cascarón sin sentimientos, como una botella sin vino. Junad mientras tanto, miraba al cielo fijamente, y cuando el viento dejo de sonar derramó una lagrima sobre su mejilla derecha, dejándola resbalar por todo su rostro hasta que cayó en la espada de la abuela.
- Junad no tiene la culpa de esto señora, es solo un chico de buen corazón y no merece nada de esto. – Razonó Teodoro
- Mis hijos también eran inocentes y de buen corazón, sin embargo, tuvieron que pagar el precio por un error que cometió un imbécil, y por desgracia eso mismo le pasará a este joven. Espero que si sigues vivo después de esto algún día puedas perdonarme niño, no es nada personal, solo es una madre haciendo lo que tiene que hacer. Aunque si algún día escapas y vienes a matarme, lo entendería perfectamente.
- Esperen un segundo esto tiene que ser una broma, me están diciendo que ese anciano miserable de allí es el famoso Juaconosor “el guerrero manchado”, y que ustedes dos son los padres de la duquesa Esiria y que son los abuelos de Lord Garselo. Esto no puede ser un mejor día para mí, tuve que hacer algo absurdamente bien para que los Dioses me brinden esta bendición.
- ¡Si no haces lo que te pido voy a matar a este chico! – Dijo Martha.
- ¿Y por qué mierda crees que lo necesito con vida anciana asquerosa?
- Si lo quisieras muerto ya nos hubieras rellenado a flechas hace rato. – Respondió Martha con su voz quebrantada.
- Tal vez, o simplemente soy un hombre al que le gusta el drama, soy fanático de todas las óperas de Margot Clotilde.
- ¡Basta de juegos y haz lo que te ordeno, o lo voy a degollar en este instante! – Gritó Martha desesperada.
- Muy bien, creo que yo también me cansé de jugar con la cerda más sucia de esta pocilga ¡ARQUERO CUATRO AL OBJETIVO NUMERO 3! – Exclamó el acuchillado.
Otro encapuchado apareció por la ventana de la cabaña detrás de todos, y tiró una flecha en dirección a la espalda de Martha con su ballesta. A medida que la flecha se acercaba lentamente, los guerreros apenas se estaban girando para mirar hacia el atacante, y justo antes de que la flecha impactara contra Martha, Juaconosor logró interponerse en el medio y recibir todo el impacto sin que hubiera más heridos. Al Juaco caer al piso, Junad se soltó de los brazos de la abuela y la empujo contra un costado, y después se acercó hacia Juaco intentando detener el sangrado.
- Por favor Juaquito no te mueras, me prometiste que podría volver a visitarte después de acabar con mis asuntos. Yo pensaba en jugar ajedrez contigo, que me contaras historias de la guerra y de tus hijos, que me dijeras más chistes malos y que en todo momento me estuvieras echando de tu casa, aunque en realidad quisieras que me quedará toda la vida ¡TE SUPLICO POR FAVOR QUE NO TE MUERAS! – Dijo el joven héroe mientras intentaba impedir que el anciano se desangrara.
Teodoro y Teo intentaban no mirar a Junad mientras contenían sus lágrimas con todas sus fuerzas. Mientras tanto, Hernesto daba unos pasos lentamente hacia al frente aproximándose hacia Igor.
Margot Clotilde: Es la cantante de ópera más famosa del mundo, ha viajado a todos los continentes para dar shows inmemorables.
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- ¿Por qué te mueves? ¿acaso quieres morir por una flecha tú también? – Amenazó el acuchillado.
- ¿Sabes cual fue una de las hazañas por las cuales fui reconocido en el imperio de Tesalónica?
- No y sinceramente me importa una mierda, he dicho que te detengas o te voy a rellenar a flechazos.
- Si creo que fue por eso, aquel día maté a más de 50 soldados yo solo con mi alabarda ¿En serio crees que 20 serán un problema?
- ¡ARQUEROS MATEN A TODOS MENOS AL CHICO!
Hernesto liberó su alabarda, haciendo que por todo el mango salieran cientos de espinas, excepto de donde la tenía agarrada, y antes de que los arqueros pudieran disparar, mató a 4 liberando una ráfaga de proyectiles de espinas. Al mismo tiempo, Teo se protegía a él y a su padre de los demás arqueros con dos campos de fuerza de maná que hacían como escudo. Después de que Hernesto diera el primer ataque, Igor no dudó ni un segundo en lanzarse a una batalla cuerpo a cuerpo contra él, después de desenfundar una enrome katana con su mano izquierda.
La Alabarda y la katana chocaron estrepitosamente, y el acuchillado y el guerrero de espinas sostenían una pelea bastante pareja, en la cual Igor intentaba cortar a Hernesto con alguna de sus múltiples cuchillas, sin embargo, el capitán mostraba una habilidad magistral defendiéndose de todos sus ataques, e incluso era capaz de atinarle uno que otro golpe en el rostro con el extremo no afilado de la alabarda. Mientras tanto, Junad seguía intentando desesperadamente que Juaco no se desangrara, hasta que este le dijo unas palabras.
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- ¿Qué haces aquí chico? lárgate a ayudar a los demás ¿Acaso no ves que yo ya estoy muerto? – Dijo el anciano con mucha dificultad.
- ¡NO! Usted tiene que vivir, no voy a permitir que muera. Me niego a perder a otra persona a la que quiero por mi culpa.
- *Tose profundamente* Así que de eso se trata, ya perdiste a alguien importante en el pasado ¿no es cierto?
- ¡SÍ! y no pienso dejar que me vuelva a suceder
- ¡Chico tonto! Tienes que recordar lo que te dije, tienes que ayudar a las personas que vienen detrás de ti, no puedes dejar que se tropiecen en el camino por ayudar a alguien que ya llegó a la meta ¿Es que no ves a tu alrededor?
Junad volteó para ver a Teo y a Teodoro cubrirse desesperadamente con los pequeños escudos de maná, y también vio como Hernesto luchaba intensamente contra Igor, quien ya le empezaba acertar uno que otro corte.
- Yo ya llegué al final de mi camino chico, no dejes que ellos lleguen al suyo antes de tiempo. Yo confié en ti, no me decepciones, porque aunque no lo vayas a ver, te estaré apoyando desde el Olimpo junto a los Dioses. Cuídate mucho y cuida de mi mujer, solo es alguien débil al igual que yo. – Dijo Juaco desmayándose en los brazos de Junad.
El joven guerrero continúo llorando después de que el abuelo se desmayara, y vio que su esposa Martha se encontraba de cuclillas en el rincón de un árbol suplicándole a los Dioses. Junad se limpió los ojos llenos de lágrimas, y tomó la decisión de lanzarse a la batalla agarrando su espada, y escabulléndose por el costado derecho del descampado, llegó hacia donde estaba un grupo de arqueros sin que ellos lo vieran. Antes de que Junad diera la primera puñalada recordó las palabras de Hernesto en su cabeza.
- Despierta chico este es el mundo de los adultos, y la realidad es que, si tú perdonas una vida, terminarás perdiendo la tuya. – Dijo el capitán en su recuerdo.
Después de eso, sin vacilar atravesó el cuerpo de uno de los arqueros, y después degolló a los otros dos que se encontraban más próximos a él, con la cara de un lobo salvaje hambriento devorando a su presa.
- ¡PAREN CON LAS FLECHAS Y DESENFUNDEN SUS ESPADAS, EL CHICO ESTÁ EN LA CAMPO DE BATALLA Y PODEMOS MATARLO POR ACCIDENTE! – Dijo uno de los arqueros.
Los centinelas al escuchar la orden tiraron los arcos y sacaron sus espadas, y Teo y Teodoro aprovecharon la oportunidad para ayudar a Junad. Con una sola mano, Teodoro agarró a un centinela de la cabeza y lo estrelló contra el piso, haciendo que se rompieran todos los huesos de su cuerpo. Teo cogió su arma del suelo y asesinó a dos centinelas más. Al mismo tiempo, la pelea entre Hernesto e Igor se ponía cada vez más intensa, y no dejaban de pulir sus armas con el arma del otro.
- Das asco supuesto capitán, traicionarnos por un ejército rebelde lleno de vagabundos ¿A caso crees que podrán derrocar al más grande imperio del continente? – Dijo el acuchillado mientras hacia un pulso con su katana contra la alabarda de Hernesto.
- Podrán ser una manada de vagabundos, pero al menos no son el hijo bastardo y deforme de una duquesa. – Respondió el capitán.
Ambos guerreros no se daban ni un respiro y continuaban luchando con todas sus fuerzas. Igor aumentaba la velocidad de sus ataques haciendo múltiples combinaciones entre las cuchillas de sus manos, las espadas de sus pies y la katana, pero los reflejos de Hernesto eran más que implacables y repelían cada uno de sus ataques. Ahora bien, el capitán comenzaba a tomar las riendas de la batalla, e intentaba cortar al acuchillado con una serie de movimientos circulares y diagonales. Este ritmo de pelea solo duró unos cuantos minutos más, hasta que de repente, las garras del acuchillado se rompieron al chocar con las espinas de la albarda del capitán. Después, Igor intentó dar una patada con la espada de su pierna derecha, pero Hernesto logró agacharse, y de un golpe con la alabarda le rompió la espada de su pierna izquierda, con la cual estaba manteniendo el equilibrio. Igor cayó al suelo y su katana salió volando muy lejos de él, y antes de que pudiera ir a recogerla, Hernesto le rompió la espada de la pierna que le quedaba de un pisotón, y se sentó encima de él ahorcándolo con su mano.
- ¡Cennntinelas disparen! -Dijo Igor mientras era ahorcado.
Después de dar la orden, Igor miró alrededor del descampado al ver que nadie le disparaba a Hernesto, y se dio cuenta que en el campo de batalla no quedaba ninguno de sus hombres de pie, y solo estaban Teo, Teodoro y Junad que se acercaban lentamente a donde él estaba acorralado.
- Se acabó pedazo de mierda, ya no queda nadie que te salve el culo de este problema. -Dijo Hernesto.
- Oye no te olvides que fuimos cuñados, no deberías de matar a tu propia familia, eso es un insulto contra los Dioses. -Respondió con dificultad.
- Déjalo ya Hernesto, no merece la pena. – Dijo Teo.
- Tienes razón. – Respondió el capi.
Hernesto dejó de estrangular a Igor, y este aprovechó la oportunidad para sacar del ojo del parche un dardo disparado con veneno hacia el rostro del capitán. Pero fue interceptado por el filo de la espada de Junad.
- Espera niño no me mates, solo soy alguien que nació sin piernas ni dedos en la mano. He sufrido a lo largo de mi vida siendo humillado por mi propia familia, por favor solo cumplo con mis ordenes, realmente no soy malo solo soy infeliz.
- Una vez un hombre me suplicó con una excusa muy parecida, y apenas tuvo la oportunidad me traicionó e intentó matarme. Luego otro sujeto me abrazó y me regaló un escudo como símbolo de nuestra amistad, aunque al final solo terminó siendo un rastreador con el cual unos malnacidos me encontraron. También una vez llegué a una cabaña en la cual una señora me alimentó y me vistió en medio de una tormenta, pero a la mañana siguiente me amenazó y me quiso entregar a mis captores. Después de todo, mi maestro me dijo que “Si tú perdonas una vida terminarás perdiendo la tuya”
- Espera chico dame otra oportunidad, hazl…. – Dijo el acuchillado, aunque no pudo terminar porque Junad lo degolló con su espada en un instante.
El sin vida quedó totalmente chorreado de la sangre de Igor. Sin pestañar se limpió el sudor y la sangre de la frente, y luego retiró la espada del piso mientras la cabeza del acuchillado continuaba rodando.
Teo se acercó hacia el cuerpo de Juaco para comprobar si aún estaba vivo, pero por desgracia se dio cuenta que ya no había nada de pulso. Al notarlo, se soltó a llorar de forma desconsolada abrazando el cadáver. Los demás también comenzaron a llorar, y Teodoro agarró a la anciana por el cuello.
- ¡Te das cuenta de que está muerto por culpa tuya! Que ni siquiera murió por alguna razón ¿Que mierda te pasa por la cabeza? ¿Creíste que simplemente nos dejarían ir a todos con vida? ¿Qué te traerían a tus hijos, así como así?
- Solo mátame de una buena vez por todas, ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué lo lamento? ¿Qué me arrepiento? Lo aposté todo y lo perdí todo, de eso siempre se ha tratado mi miserable vida.
- Vieja hija de puta te voy a matar. – Dijo Teodoro mientras aproximaba su espada hacia la anciana.
- ¡NO MÁS! Se ha derramado suficiente sangre el día de hoy, suéltala por favor. – Ordenó Junad.
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El barbudo soltó a la anciana dejando que se cayera contra el suelo, y Junad decidió acercarse hacia ella.
- ¿Tú también ahora me vas a decir la mierda de persona que soy? – Dijo la anciana
- No, pero tampoco te voy a hacer sentir mejor con lo que hiciste, fue una estupidez y de eso no hay ninguna duda, y tampoco voy a decirte que no eres una mala persona. Pero si te entiendo, no sé qué hubiera hecho yo en tu lugar, si hubiese vivido tu vida, y tampoco sé qué clase de persona hubiese sido si hubiera vivido la vida del tipo que está allá atrás sin cabeza ¿Sería igual que él? ¿Mejor? ¿Peor? Realmente no lo sé, pero lo que sí sé es que necesitas ayuda, y que realmente amabas a tu esposo a pesar de todas esas cosas horribles que le dijiste al final. Es tal cual como él me dijo, solo eres una persona débil y desesperada, y por eso mismo juro ante los Dioses que algún día, voy a traer a tus hijos de vuelta sanos y salvos, eso es todo lo que tengo que decirte. – El joven se dio media vuelta dejando a la anciana allí sentada, y ella aprovechó para poder llorar desconsoladamente, sola en ese miserable charco de lluvia.
El sol salió y las nubes se dispersaron. Los guerreros agarraron sus caballos y dejaron la cabaña sin decir absolutamente nada, pero a pesar de que a paso lento dejaron atrás ese lugar, se llevaron consigo la tristeza y el dolor de lo que había sucedido.
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