La conocí en uno de esos tantos bares a los que iba cuando quería escuchar historias tristes. Ver a toda esa gente bailando y sonriendo , pero a la vez tan tristes , me conmovía hasta lo más profundo .

Ella estaba justo atrás de la barra y tenia un broche con su nombre que decía “Sofia”, servía licor a borrachos como yo que habían llegado por el vino , pero que ahora estaban ahí por ella.

  • Lo disfrutas verdad? Le pregunté.

  • Sofía no respondió .

No era la primera vez que iba a esos bares y sabía que ella sabía que no responder la hacía todavía más interesante.

  • Lo disfrutas verdad? Le pregunté de nuevo

Esta vez Sofía giro hacia mi esquina de la barra y me miró fijamente a los ojos como si quisiera transmitirme un pensamiento.

  • Puede ser , respondió.

Fue en ese momento que me sentí enamorado de esa chica. No sólo era insoportablemente linda sino que además estaba conectada con el mundo, nuestro mundo.

Dejé pasar unos minutos mientras escribía versos sueltos en un par de servilletas blancas. Como buen escritor siempre llevo conmigo un buen lápiz , que me permita escribir de cualquier cosa que pase en el camino; hombres peleando , perros vagos calientes y dispuestos a perder la vida y/o mujerzuelas a punto de retirarse.

Sofía era la musa perfecta para cualquier poeta ; joven , morena, de ojos rasgados , con el cabello castaño oscuro que le llegaba hasta los hombros , senos firmes como los de las chicas de veinte años y un aspecto intencionalmente desarreglado.

Mientras la miraba podía imaginarme las tardes con ella , caminando en camisetas y calzones por el cuarto , leyendo un libro en la tina , preparando el café en una vieja cafetera. Podía imaginarme todo eso solamente con mirarla . Quería saltar la barra para sentir su olor , quitarle la blusa blanca transparente , cruzar mis manos en su espalda y besarla. Pero seguí escribiendo.

  • Te he visto por aquí antes , me dijo. He leído algunos de tus poemas.

No supe qué decirle, cómo podía haber estado en esa barra sin notarla. Si solo había visto tal belleza en las películas de esclavas morenas , que en completa sumisión daban placer a sus amos.

  • Hoy te vas conmigo , le dije . Quizá intentando remediar mi estúpida ceguera.

Sofía sonrío y me guiño el ojo izquierdo. Puede parecer que fue algo fácil , pero no hay nada más difícil que una mujer que sabe lo que quiere.

Pasé otro rato bebiendo whisky, sin quitarle los ojos de encima al rejoj empotrado en la pared. Los borrachos se oían cada vez más lejos y Sofía parecía tardarse más de lo normal en servirles cada vaso. Tenía celos repentinos de cualquiera que se acercara demasiado a la barra , cerraba los ojos y pensaba en el final de esa noche , tenía  un nudo en el estomago y la ansiedad me estaba consumiendo como a los hielos el whisky .

  • Ya es hora , dijo Sofía . Espérame afuera, voy por mis cosas.

Todos los borrachos me miraron . No había sentido esa sensación de superhombre desde los años de Universidad. Tomé mi abrigo negro y caminé hacia la salida  con los ojos de esos hombres perforándome la espalda.

Me paré debajo de un farol que daba justo frente a la entrada . La niebla era espesa y solo se podía ver siluetas de personas caminando hacia sus casas o tomando alguno de los taxis amarillos.

Sofía cruzó la puerta con una minifalda de cuero y una chaqueta de cuero , entera de negro, como una pantera caminando hacia su presa en medio de la oscuridad. Me quitó el cigarrillo de la boca y lo metió en la suya , me tomó del brazo y caminamos hacia la avenida.

  • No tengo coche , le dije.

  • Lo sé , ya casi no te queda suela en los zapatos . Eres un perdedor y hoy es tu día de suerte.

Quise explicarle que en realidad me gustaban esos zapatos , que no salía en el Mercedes cuando bebía , pero por alguna razón la imagen que tenía Sofía de mí era lo que la había hecho aceptar mi invitación. Así que solo seguí caminando .

El piso aún estaba húmedo por la lluvia de la noche anterior y habían charcos todavía sin secar , Sofía les hacia el quite saltando de un lado a otro de la vereda sin soltarme la mano. Me miraba a los ojos, se reía y seguía saltando.

Al llegar a la avenida paramos afuera de una tienda , nos apoyamos en las cortinas cerradas , encedimos un par de cigarrillos y nos quedamos allí mirando el cielo.

  • Crees que haya vida en otros planetas?. Me preguntó

  • No sé, le dije . Seguramente no hay nadie como tú .

Pensé en decirle que no había visto a una mujer tan bella sino en esas películas, pero no lo hubiera comprendido. Seguramente hubiera pensado lo peor. Yo a veces lo pienso.

  • Tú tampoco eres como todos los hombres que vienen al bar . La mayoría solo quiere acostarse conmigo.

  • Yo también quiero acostarme contigo

  • Sí , pero tú al menos vas a escribir algo de ésta noche. 

Me quedé pensando . No podía asegurarle que iba a hacerlo. 

Sofía me volvió a tomar del brazo y caminó, más rápido que antes, hasta que llegamos a un edificio en pleno centro. Sacó de entre sus cosas un manojo con unas cinco llaves , cerró los ojos , las acarició con sus dedos y me hizo un gesto de silencio mientras abría la  puerta de madera. Subimos unas escaleras resbalosas hasta llegar al cuarto piso. Cogió otra vez el manojo y entramos.

El apartamento olía como todos los del centro. Tenía solo par de muebles muy gastados y una cocina pequeña. Las luces estaban apagadas y un corto pasillo daba hacia el cuarto iluminado por una luz tenue.

-No hay luz en la sala . El último que estuvo aquí se fue sin arreglarla .

Quítate ese abrigo. Dijo con voz de mando .

Pude sentir que ahora estaba en su territorio , pero su cuerpo delgado no intimidaba demasiado.

  • Bueno viejo, me dijo soltando una risa. Aquí me tienes. Falta un par de horas para que amanezca.

Me quité el abrigo y caminé hacia el balcón encendiendo un cigarrillo. Su franqueza me había puesto algo nervioso.

Sofía me arrancó el cigarro de la boca y me besó , corriendo con la otra mano la cortina que separaba a la ciudad de nosotros.

Mordí sus labios mojados y le quité la blusa  transparente. Sus senos eran tersos como manzanas recién lavadas y sus nalgas se amoldaban perfectamente en mis manos.

Tomé su cabello y presioné suavemente su espalda, hasta que sus senos tocaron la felpa del sofá. Sofía apoyo sus manos en la pared , lamí las gotas de sudor que bajaban por su cuello y entré de golpe entre sus labios húmedos. Ella gemía con voz suave, y yo podía sentir el sonido de mi cuerpo contra el suyo.

En su piel enrojecida se formaban olas que bajaban por su espalda. Ola tras ola , ola tras ola , hicimos mares esa noche.

Me dormí exhausto y desperté asustado con el sol dándome en la cara. Olía a café por todos lados. Sofía ya no estaba , se había ido . Los borrachos del bar también se habían ido. Todos, menos yo, se habían ido. 

Etiquetas: amor bar desamor romance

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS