Cuentos al calor de la chimenea

Cuentos al calor de la chimenea

XeniuS

08/03/2022

Tres viejos amigos retozaban en el barral de una importante disyuntiva. Ante ellos se alzaba desafiante aquel puente pétreo de al menos mil años. Era tan añejo que, de tener boca, podría contar las mejores y peores historias de la comarca. Dado su estrechez sólo podían cruzarlo de uno en uno. Bajo sus dos arcos el río Collena, portando un fuerte caudal de agua por las copiosas lluvias caídas en las últimas semanas.

Ese paso angosto y poco seguro era motivo de una enconada disputa entre los tres camaradas. La discusión se acaloraba por momentos, encendiéndose como gasolina. Acercar posturas semejaba imposible pues cada cual creía llevar razón. ¿Quién debía cruzar primero? ¿Quién segundo? Y finalmente ¿quién el último?

Los pintorescos compañeros de aventuras no cedían en sus respectivos planteamientos. Y cada uno, en su particular esencia, llevaba cierta razón. El hipopótamo quería cruzar al otro lado el primero por ser el más grande y poderoso. Si soportaba su peso soportaría el de los otros dos. Pero esos otros dos, tras escucharlo, rehusaron darle la razón.

Ese mismo tamaño, acompañado de un peso más que importante podrían hacer temblar la de por sí debilitada estructura del viejo puente. Inclusive producir un colapso entero de la estructura pétrea. Si tal cosa se daba los otros dos no podrían cruzar, al menos, hasta bajar el nivel del río, cosa que podría tardar días. Y ¡qué narices!, la idea era alcanzar la orilla opuesta de una pieza y sobre todo secos, no mojados y arrastrados corriente abajo.

Habló el segundo de los tres amigos, exponiendo en un circunloquio sus según él, acertadas razones que hacían lógica su elección como el primero para cruzar. El susodicho era un burro de seis años, especificado en labores agrícolas. Platicaba dirigiéndose a sus camaradas tratando de hacerles ver lo cuerdo y sensato de su argumentación.

A diferencia del hipopótamo él era mucho más ligero, casi una pluma en comparación. No tenía ese cuerpo rechoncho ni tampoco su tonelaje. Mas el hipopótamo, herido en su orgullo, acudió a un ardid para desarmar al burro. Hizo saber que, dada su condición de burro, no sería quien de llegar a cruzar totalmente el puente sino que por instinto, instinto de burro (valga la redundancia) quedaríase bloqueado en mitad y mitad del puente, sin avanzar ni retroceder, bloqueando el paso.

El pobre cuadrúpedo se quedó mudo, analizando aquellas palabras impropias de alguien considerado amigo. Eran hirientes como cuchillo rasgando la carne empero pudiera ser que el hipopótamo llevase algo de razón. De no ser así…

-¿Por qué me llaman burro? -Pensó soliviantado.

Quedaba entonces el último del trío calavera, una víbora de mirada fría y colmillos siempre dispuestos al ataque. Silbando con su lengua bífida comenzó a exponer sus argumentos del por qué debería ser ella y no los otros.

Bien, no era ni de lejos, pesada como el gordo hipopótamo; punto a favor. No era tampoco un burro que pudiera quedarse parado en mitad del puente dada su testarudez. No, ella como buena víbora pensaba de forma práctica y calculadora; segundo punto a favor. Por lo tanto no cabía más discusión, la reptante debería cruzar la primera y sus amigos seguirla sin rechistar.

Pero el dolido burro, que aún le daba vueltas a la cabeza, mostró su total desacuerdo con lo expuesto por su amiga víbora. Como animal rastrero que era no era de fiar, sobre todo si la situación se torcía. Por muy amigos que fuesen pudiera darse el caso de que los abandonara ante la primera piedra desplomada, yéndose entre los hierbajos para salvarse antes que nadie, sin mirar atrás y sin pedir ayuda.

No le daba confianza alguna al burro cederle paso a su cuate la víbora. Al fin y al cabo él era lo que era y como tal debía aceptarse. Sin embargo ella era un animal rastrero y ante alguien que lleva por nombre víbora… ¡uno debe andarse con ojo!

El hipopótamo mostró su conformidad con el burro, abriendo su enorme bocota que más parecía la boca del metro.

-¡Tiene razón mi amigo el burro! –Vociferó, sin dejar de agitar el pequeño rabo –De vez en cuando habla y acierta. Yo tampoco me fío de ti amiga víbora.

Evidentemente volvieron al punto de partida. Las disputas, ofensas y desencuentros crecían rápidamente, caldeándose el ambiente. No obstante lo verdaderamente importante seguía sin resolución: ¿Quién debía cruzar en primer lugar?…

La víbora aprovechó su modesto tamaño para reptar disimuladamente hasta el mismo comienzo del puente y sin echar vista atrás comenzó a cruzarlo. Apuraba cuanto podía pero no tardó en ser superada por el burro, más veloz y rápido. Pronto le mostró sus cuartos traseros.

El hipopótamo, hablando solo no tardó en reaccionar. No quería ser menos, echándose a la carrera; en su caso lento, muy lento. Fue entonces que el burro, haciendo honor a su condición de cuadrúpedo burril se quedó parado, quieto e inmóvil en mitad del puente.

Cuando llegó su amiga víbora ésta no hallaba forma de pasar así que le enseñó sus colmillos de víbora, siseando y silbando peligrosamente. Amenazó con morderle en una pata si no se echaba a un lado. En plena disputa llegó el hipopótamo, casi sin aliento. El paso a él se lo cortaban víbora y burro, enfrascados en plena discusión. Abrió la bocota y enseñó sus dientes a modo de espadas sarracenas…

-¡Dejadme pasar! –Gritaba enojado – ¡Dejadme cruzar u os partiré en dos a dentelladas!

Nadie daba su brazo a torcer, ni uno solo de los tres daba un paso atrás y claro pronto se desató la tragedia.

Los tres cuates callaron instantáneamente. Escucharon crujidos amortiguados por el repiqueteo furioso de la corriente. Luego más crujidos, seguidos de otros aún más sonoros y peligrosas vibraciones concentradas a lo largo y ancho del puente. Sin darles tiempo a reaccionar la añeja estructura se vino abajo cuan castillo de naipes.

Con él el hipopótamo, aún con la bocota abierta; la víbora aún con los colmillos en ristre y el burro, inmóvil cuan estatua romana. Allá que se fueron, río abajo. El hipopótamo intentando hacer fondo; el burro montado a lomos del hipopótamo y la víbora a lomos del burro…

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