Está de pie. Su mirada se pasea por ese bello y desnudo cuerpo que tantas veces lo ha cobijado.
Se pasea por su cabellera, que algo desordenada implora la presencia de algún cepillo de cerdas para ordenarla. Su espalda de una nívea blancura, refleja la palidez de una luz mortecina que apenas llega a cubrir toda la estancia.
Su mirada recorre con ojos titilantes sus piernas, poderosas murallas, que como columnas han sabido a través de estos años, de estos cortos años, soportar su grácil silueta.
La mira toda, extasiado todavía a estas alturas de la vida, ante tanta belleza.
La mira otra vez y vuelve de nuevo a la realidad. Recuerda que debe llamar con urgencia al forense para retirar su cuerpo.
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