Puede sonar dramático, debo confesar que está en mi naturaleza sonar de esa manera. Llegado este punto, honestamente, poco me interesa lo que crean o piensen de mí.

Ahora retomando el punto principal del texto: hace mucho tiempo no lograba sentirme vivo con alguien; que sus abrazos fueran sentidos, que su mirada hacia mí lograra desconcentrarme, que sus besos me recibieran con un cariño que pocas veces el ser humano puede experimentar. Debo confesar que fueron 12 horas en donde el tiempo dejó de existir, y simplemente me reduje a disfrutar del cariño y a darle permiso a las agujas del reloj de que se derritieran.

Me sentí feliz. En un pecho ajeno encontré amor, y en la persona que menos esperaba hallé detalles; en el más mínimo de los momentos supieron cuidarme y valorarme como nadie lo logró alguna vez. Las horas que disfrutamos juntos son las mismas que nos separan en tiempo y espacio.

Cuando crees haberlo encontrado, siempre puede haber algo que te desestime. Ahí es cuando uno se debe preguntar, ¿Acaso estoy dispuesto a abrir mi corazón ante las posibilidades del infinito faltante de tus besos, pero con la sabiduría de que estarás a un mensaje de ser la persona que siempre soñé y que creo me sabrá cuidar?

La distancia puede llegar a ser destructora de una relación no nacida de esa manera, y al mismo tiempo, generadora de ansiedad, entusiasmo, dificultad y deseo. Nos recuerda que no todo es imposible para dos personas que no se creen merecedoras de su distancia. El nacimiento de un todo juntos para siempre no se verá afectado gracias a la fuerza de dos corazones que se cruzaron en el momento en que todo se creía imposible, y ni la distancia logró destruir el todo.

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