Te veo,
mientras escribo estos versos.
Estás sola.
Durante centenares de noches
te escuché llorar,
solloza de melancolía.
Los caudales de lágrimas discurrían
entre tus mejillas,
que nunca vieron el amanecer de una sonrisa.
Me juraste que nadie te quería.
Que tu padre no te conocía
Que la víbora tu madre te miraba repulsiva.
Que no tenías ni una amiga
Que Dios se reía.
Siempre te observaba, distante.
Un día me quise acercar a ti.
También el otro.
Y el próximo.
Y, a pesar de verte todos los días,
te sentía igual de lejos.
Muchas veces te serví mi amor.
Me decías que no lo merecías
Y no debería regar una mala hierba.
Te fuiste un sábado.
De nuevo, melancólica en tu cuarto.
Pintaste tus lágrimas de rojo
Y decidiste seguir lagrimeando en un sarcófago.
Te veo,
mientras escribo estos versos.
Estás sola.
Te imagino como un ángel llorando entre las nubes.
Pintando con sus lágrimas el cielo azul.
El atardecer, de rojo.
Y tus ojos negros, la noche.
Sin importar que pase.
Sé que seguirás ahí arriba,
solloza melancolía.
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