No creía en la mala suerte pero vivía delirando sobre una absurda coincidencia, que le dejara con quien contar lunares y madrugadas.
Un ser hipnótico más adictivo que cualquier narcótico, para compartir más suspiros que respiros. Un extraño que la proclame Marte para que ningún hombre se atreva a pisarla.
Un maldito instante que le de armonía al resto de mentiras, de viejas heridas que confundió con pasión… No creía en la mala suerte, pero creía en el amor y no existe peor fortuna que esa.
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