Son más o menos las 2:30 de la mañana y me he despertado; esto no es raro en mí que a veces trasnocho viendo televisión toda la noche y logro dormir hasta casi llegada la madrugada. Creo que es justicia divina porque como no tengo mayor cosa que hacer durante el día al parecer trabajo de velador nocturno cuidando a mi familia por las noches.
Pero esta vez es un poco diferente, estaba dormido, hasta podría asegurar que muy placenteramente y me encontraba soñando con a saber que fantasía o “pendejada”. Ahora me he despertado pensando en la idea de un espejo. A lo mejor no era que despertara pensando en esto, quizá estaba soñando con este espejo.
Un espejo grande, de cuerpo entero, con finos acabados en madera de cedro o quizá nogal; recuerdo los rosetones finamente tallados en la parte superior de este mueble con base giratoria para poder facilitar el ver nuestro reflejo por cualquier ángulo.
Un espejo, artefacto un tanto común en nuestros días pero que guarda historia de la humanidad en sí. Desde que el ser humano se veía en el reflejo de un estanque o lago para poder verse a sí mismo.
Pienso en los espejos de metales pulidos que solo las clases nobles podían tener en sus aposentos para ver -de forma muy difusa-, su reflejo, su gran belleza como nos lo cuenta la historia en el caso de Cleopatra o Nefertiti.
Una vez tuve la suerte de visitar el famoso palacio de Versalles en Francia. Recuerdo lo majestuoso del salón de los espejos allá. Una obra tan majestuosa que es parte del patrimonio de la humanidad según recuerdo. Pero también al leer un poco más de ese sitio, sabemos que fue la causa de muchas muertes, básicamente de todos los artesanos que elaboraron esos espejos, por un envenenamiento con mercurio, material con el que se elaboraban los espejos en aquel entonces.
Los espejos en esos años eran un símbolo de poder, grandeza y riqueza, por eso se le exhibían en los palacios de los reyes y nobles… Herramientas de la vanidad, -pienso por un instante-.
Y en el presente. ¿Qué harían las mujeres de nuestro tiempo si no existiera tan útil artefacto que está en todas las viviendas?
Si lo pensamos un poco, un espejo es signo de nuestra ingeniosa calidad como seres superiores, capaces de pensar, analizar crear en cierto sentido y hacer. Algo que hoy en día se puede adquirir por pocos centavos fue atractivo suficiente para canjear por oro, piedras preciosas y hasta imperios en tiempos de la conquista, según algunos libros de historia. Recuerdo el dicho de “A cambio de espejitos dieron todo”, que comúnmente se dicen los países de nuestra Mesoamérica para referirnos a que nos engañaron o “babosearon” en un trato o negocio.
Bueno, esperen un momento, son ya casi las 3:00 a.m. y yo aquí divagando acerca de la historia de los espejos… Esto es casi cómico.
Regresando al espejo que llenaba mi mente cuando desperté, este era grande llegando a descomunal, pero lo más impresionante era lo que se podía ver a través de él. Era más que mi reflejo físico, más que la nitidez con la que podía ver cada una de mis facciones, atributos de belleza o defectos.
No crean que les voy a contar un cuento de hadas y que el espejo me hablo y podía ver a través de él cosas del futuro o algo así… No les haría perder su tiempo con algo así.
Aunque lo que les voy a contar quizá si suene a cuento de hadas, o a efectos secundarios de algún psicotrópico mal dosificado.
En ese gran espejo de pie, podría decir que me veía a mí mismo, podía ver mi vida. Pasado, presente de quien era, veía al niño que fui ya hace bastante tiempo, el que usaba los pantalones cortos y zapatos raspados que quizá nunca tuvo muchos amigos, que era un tanto extraño jugando a armar historias detectivescas en el colegio y a buscar restos de civilizaciones antiguas en grietas de paredes de ese viejo edificio en lugar de jugar al escondite o a “la traes” como todos los demás.
Al verme en ese espejo seguí viendo al chico que una vez queriendo participar en el equipo de football de la clase lo desmayaron de un pelotazo en la cara… Que historia aquella, quizá se las cuente, pero eso será en otro momento.
Por destellos, podía ver también vidas que no eran las mías, veía la vida de un patojo en un pueblo con una caja de lustre, trabajando en cercanías de las paradas de los buses y negocios donde podía estar su clientela.
Observaba que este chico, era tenaz, era astuto, hasta podía decir que era mañoso, se instruía para dar más que un buen lustre a los clientes, también una pequeña conversación, para ser notado y recordado. Este muchacho que trabajaba de día estudiaba en algún momento y en casa por las noches vivía con todos sus hermanos, que eran como 10, y sus papas en un galpón. Ese muchacho que se aventuró siendo casi un niño aun a la capital para progresar…
Parpadeo un instante y veo el reloj. Son ya las 3:15 a.m. Estoy más despierto que nunca, siento ya el frio de la madrugada a pesar de que estamos en una temporada de calor en la ciudad. Aun no se logra ver luz por las ventanas de casa, y el ruido de las calles en realidad hoy en día nunca se calla.
Luego logro ver a través del espejo una máquina de coser, unas manos jóvenes de mujer o niña trabajando en ella sin parar, haciendo vestidos sencillos para vender, una chica viajando en los buses de la época hacia la ciudad de la costa sur para vender o hacer negocio sus trabajos por fruta para traer a la ciudad acompañada de su mamá que igual laboriosamente se dedicaba a estos negocios.
Al instante la niña se convierte en mujer, trabajadora de un almacén en la calle comercial de la ciudad en aquella época como dependiente de mostrador. Como si volteara a ver de reojo, observo al niño lustrador de antes, ahora hecho un joven muy trabajador que ha llegado a ser asistente de farmacéutico y sigue estudiando por su lado, de forma autodidacta leyendo libros, sistema que le ayuda a lograr sus metas siempre.
Veo en un abrir y cerrar de ojos que estos jóvenes se conocen, se enamoran y luego una escena de matrimonio, luego parece que todo se llenara de humo y no puedo seguir viendo nada…
Contemplo todo este espejo… No puedo dejar de pensar lo mágico de ese artilugio.
Es casi sobrenatural que algo tan plano, tan simple en su forma pueda brindar detalles de nuestros cuerpos, nuestro rostro, hasta del alma a veces y de nuestro ánimo.
Les sigo describiendo lo que vi a continuación, luego de ver a ese niño y a esa niña, ver su vida hasta llegar a estar juntos, también vi a otros dos niños. Uno algo regordete y moreno que danzaba entre palabras rebuscadas y actitudes demasiado maduras para la edad que aparentaba, gracioso y noble en su esencia, lo que también lo hacia un poco frágil a los demás.
También una niña muy bonita, esta iba y venía de un lugar a otro como buscando algo, con una carita muy alegre, algo despistada quizá, pero siempre llena de energía y entusiasmo en cada paso que daba, con un carácter fuerte la mayoría de las veces, como que en realidad sabía lo que quería y estaba resuelta a conseguirlo.
Entiendo que en este viejo espejo veo más allá que mi propio ser, más que mis rasgos físicos.
En este enorme espejo que me hace recordar alguna película de Hollywood estoy viendo mi ser más allá de mí mismo, de dónde vengo, el a donde voy. Vi parte de lo que fueron mis padres en su niñez y otra lo que son mis hijos…
Quizá solamente estoy muy adormitado y mi mente me juega una broma, porque al pensarlo, estos hechos son fácilmente deducibles por mí mismo dado que escuche sin fin de historias de mis papas acerca de su niñez, de sus vidas de trabajo y sacrificios.
Y pues a mis hijos, conozco su historia, he estado allí, veo sus diferentes personalidades y los amo a ambos con sus grandezas y debilidades…
Pestañeo y escucho un fuerte estruendo de un camión que pasa a la par de casa a eso de las 3:30 a.m.
Pienso que ya va a empezar el tráfico de la madrugada, que ya me queda poco tiempo para descansar y no puedo sacarme de la cabeza todo este fiambre mental con este enigmático espejo que me ha llevado a ver a mis papás de niños, reflejos de mis hijos y de mí mismo cuando era solo un pequeñín sin penas ni mayores expectativas o deseos en esta vida, solo con una enorme imaginación. Una imaginación capaz de ver dinosauros a partir de un hueso de pollo seco tirado en la calle, o de pasear en una nave espacial a partir de una caja vacía…
Veo mis manos vacías en la oscuridad de la habitación y reflexiono lo que han hecho estas manos durante ya más de 4 décadas de vida.
Quisiera decir que mucho pero no es así, quizá lo necesario para sacar adelante una familia, en ese preciso instante veo mis manos en el espejo, algo ajadas por los años, las manos con las que diseñe por un buen tiempo, con las que trabaje en ese negocio de la imprenta. Manos que han hecho algunos muebles, que han arreglado un sinfín de juguetes para mis hijos, que han hecho de plomería y de electricista cuando ha sido necesario en casa o para algún pariente o amigo.
Entiendo entonces que el hacer algo grande no depende de que se haga, o que se gane mucho dinero por ello, ni de un gran reconocimiento. Depende de para quien se hacen las cosas y lo importante que pueda ser para esa persona.
Veo mi rostro en el espejo y después de ver esa cara que conozco más de lo que quisiera y que a veces no soporto. Recuerdo esa cara maquillada de payaso en alguna fiesta infantil, la misma cara que acaricia mi esposa y mis hijos.
Veo entonces que esa cara a la que yo nomás le veo defectos en ocasiones ha sido mi compañera toda la vida, me ayudo a conseguir a la mujer que me acompaña en la vida; es la cara que ha amado mi madre y que respetan mis hijos.
Esa cara que fácilmente podría decir que soy yo, pero es más que eso, es una puerta de entrada para que el mundo pueda ver una vida, un puñado de sueños, que quizá ni siquiera se convierten en metas o sean tonterías, ¡pero son mis sueños! Es lo que me diferencia de otros miles de millones de seres humanos en la tierra.
Lo único cierto es que estoy muy cansado; pero me empiezo a sentir más vivo que nunca, sigo examinando este cuerpo en ese gran espejo, lo giro y veo mis pies, veo mi abdomen o panza diría alguno, mis piernas y brazos.
En mis pensamientos no sé cómo, pero veo también mi espalda y concluyo que efectivamente soy yo. ¿Como así? ¿Quién más podría ser?… En realidad, no tengo respuesta a eso, pero me causa gracia pensar el conjunto de todo; el fin de las herencias maternas y paternas, ese caldo de genes mezclados para que pueda salir algo nuevo, pero con parecidos de las líneas genealógicas de tantos antepasados.
Quien no escucho de niño frases como “tiene los ojos de su abuelo” o “se parece al tío”, “es igualito a su mama”, y de igual manera las hemos dicho a las generaciones que vienen después de nosotros.
Después de divagar un poco en esto de mi apariencia y que si será verdad que me parezco al abuelo, o quizá tengo la estatura de mi tío. Me enfoco y veo mis ojos en el espejo. Dicen que los ojos son la ventana del alma y por eso es tan difícil encontrar personas que sostengan la mirada frente a frente.
Todos tenemos una fachada que mostramos al mundo, una imagen de “buena gente” diría mi abuelita. Pero en el fondo de los ojos podemos ver –si tenemos cuidado-, las verdaderas intenciones de algunas personas, sus principios. Y creo que pocos tenemos el tiempo de ver nuestros propios ojos, porque nosotros nos juzgamos de forma diferente que al resto del mundo.
Decía una persona alguna vez “a todos los juzgamos por sus acciones y a nosotros mismos por nuestras intenciones”.
Al ver mis ojos en ese espejo veo a un Don Quijote, corriendo detrás de molinos de viento a lo largo de toda su vida, veo a un niño de cualquier edad con grandes ojos llenos de asombro por las pequeñas cosas de la vida.
Veo lagrimas que salen con facilidad al hablar con un amigo, con mis hijos, especialmente al hablar con mi esposa o con mi madre porque mis ojos están muy cerca de mi corazón quizás, o porque a diferencia de algunos, me lleno de empatía por causas a veces perdidas, pero que siempre las considero importantes.
También veo cartuchos como de dinamita, con unos ojos rojos llenos de ira que pueden explotar y destruir todo en ocasiones sin previo aviso; ojos con miopía al tener que ver el punto de vista ajeno cuando me emberrincho con lo que quiero…
Cuando estoy perdido viéndome a los ojos en ese gran espejo me sorprendo aún más porque me interrumpe el sonido de mis propios latidos.
Al bajar levemente la mirada puedo apreciar como si fuera una radiografía o un holograma mi corazón; al estilo de las películas de ciencia ficción futuristas puedo ver cada detalle de mi corazón, aprecio su movimiento continuo sin descansar… Veo la maravilla que nos mantiene vivos en este planeta, que a veces no tratamos bien con todo lo que hacemos o dejamos de hacer. Pero más allá que un órgano vigoroso y lleno de vida y acción puedo ver algo que brilla en él.
Veo los sentimientos, las cosas que mueven más que un corazón, que mueven nuestras vidas completamente. Si los ojos son las ventanas del alma, el corazón es el motor que engrandece y da vida a los sentimientos; al amor como al odio, a la bondad como al egoísmo. Sin importar si estos son buenos o malos el corazón los alimenta, les da forma o también puede acabar con ellos. Reemplazarlos por otros en el mejor de los casos, porque lo peor -pensándolo bien-, es quedarse sin sentimientos, ser apático a la vida. Eso si debe ser una tragedia.
Empiezo a sentir frio. El típico frio de la madrugada, de las últimas horas de la noche que anteceden al amanecer.
Aunque no veo el reloj me imagino que son como las 4:00 de la mañana, aún puedo ver la luz de las diferentes lámparas en los postes en la calle, pero ya se logra ver una tenue aurora en el cielo. Sé que será uno de esos días en los que paso soñoliento y con una taza de café toda la mañana. Esto regularmente me pone de mal humor, pero esta vez no me importa, he estado un largo tiempo viendo ese maravilloso espejo y a mí mismo, recordando a través de sus imágenes a mis padres y sus historias, a mis hijos y sus sueños.
Me doy vuelta y veo a mi esposa, pienso, ¿Por qué no he visto nada de ella en el espejo?
Me esfuerzo un poco y trato de encontrarla en el inmenso artefacto reflectivo, pero no la encuentro, no me lo explico.
Si he visto a mis hijos, he visto a mis padres, ¿Por qué a ella no? Ella que ha sido mi compañera y cómplice desde hace tanto tiempo y hoy por hoy es la persona que más me conoce en este mundo.
En eso, me golpea como si fuera una piedra en la cabeza la razón.
¡Ella tiene su propio espejo!
Por mucho que yo pueda amarla y por todo lo que ella influya en mi vida es alguien fuera de mí y aunque en la biblia dice que nos unimos y somos una sola carne, siempre será un alma individual.
Pero, mis padres y mis hijos también son personas individuales ¿o no?… Me quedo en silencio en mi mente sin tener una respuesta otro instante.
Al estar en paz, esos instantes, vuelvo a ver a mi amada que esta apaciblemente durmiendo a mi lado aún.
Veo la suerte que he tenido de tenerla en mi vida, que a pesar de que como dije me conoce muy bien, sigue a mi lado.
Aun sin entender tantas cosas que han pasado en estas pocas horas, me doy cuenta de que mi esposa está a mi lado, que no necesito el espejo para verla, para escucharla, para apoyarla y amarla.
Solo levanto mi mirada y doy gracias en mi corazón porque tengo un nuevo chance de hacer las cosas bien quizás.
Cada día es una oportunidad dicen. El hoy es un regalo, por eso se llama “presente” leí en algún lado…
Reflexiono de todo esto y me doy cuenta de que todos tenemos un espejo para vernos en él. Ver, si queremos, nuestras verdades. De dónde venimos y en quienes dejamos un legado.
Ver nuestras fortalezas, que a veces pasamos tanto tiempo sin darnos cuenta de ellas porque el mundo solo nos grita nuestras debilidades. Ver también nuestros errores a tiempo para poder corregirlos, me doy cuenta de que algo bueno me ha pasado, que no he perdido sueño, he ganado enfoque.
Espero que todos podamos ver a través este espejo y dilucidar lo importante de nosotros mismos, de nuestra historia y nuestro futuro.
En fin, lo importante de la vida, que es ¡VIVIRLA!…
Me levanto para ir al baño, ya resignado a que no podré dormir más y mejor empiezo mi ritual de higiene y belleza para iniciar un nuevo día, un día algo diferente, no en su ambiente quizá, sigue medio obscuro y ya se escuchan más las bocinas de las personas madrugadoras que van rumbo a sus trabajos o a dejar a sus hijos a los colegios.
Pero yo en esencia me siento diferente, como si ya me hubiera bañado con agua fría, despierto, hambriento de que me va a dar este nuevo día, una sensación que tenía tiempo de no vivir.
Estando allí parado en el baño veo el espejo que está arriba del lavabo. Aunque no es el que he visto toda la noche.
A diferencia de ese magnífico espejo con finísimos acabados este si es real. Y logro distinguir mi cara primero, las arrugas que adornan el rededor de mis ojos, mi frente y las comisuras de los labios. Veo algunas canas en las cienes y la barba, pero esta vez sin ninguna explicación sonrío…
FIN
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