Ahí estaba, ese era su lugar. Pienso no acercarme, luego de lo que hizo.
Todo se ha limpiado exhaustivamente, han cambiado las sábanas y yo he echado otro perfume, uno tan distinto al que él usaba. Pero, es inevitable, apenas me acerco me envuelve su olor, lo siento, siento que soy él, que encarno en su cuerpo.
Veo sus manos en las mías.
Me atrevo a acostarme y no siento tristeza ni dolor, solo tranquilidad. Me relajo y es como si me estuviera yendo, no siento el frió del arma en la cabeza.
Veo la habitación y todo lo último que él vio al morir. La puerta está cerrada, la habitación totalmente oscura excepto, por el pequeño velador que alumbra con su luz cálida solo una parte de mi alma.
La vista es hermosa.
Veo la luz, siento paz y disparo…
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