A lo lejos se escuchan los primeros fuegos artificiales dándole la bienvenida al año nuevo y la despedida al viejo. Escucho a la gente celebrar. Desde aquí veo a las familias y amigos abrazarse. De repente siento un escalofrío desde el coxis subiendo por todas mis vértebras, se hace un silencio, queda en el ambiente el olor a pólvora por la celebración ¿De qué vale? Es solo un día más en el calendario, todos proponiéndose falsas metas y retos que al día siguiente quedan en un cementerio de olvido. Siento la presencia de alguien a mis espaldas. Veo la silueta de una niña, mientras entre pensamientos digo: Se parece a mi… hermana.
Me quedo estupefacto. Ella se acerca a mí, yo estoy completamente paralizado. Quiero saltar y abrazarla. No sé como es que esta ahí y no me importa, solo deseo que esto no sea un sueño. Cuando se coloca delante de mi cuerpo, aún inmóvil, me dedica una de sus cálidas sonrisas. No resistí más, superé esa parálisis y la abracé
-Te extrañé- le dije.
Ella se mantuvo en silencio por un rato.
-Lo sé- respondió, hubo otro gran silencio.
-Daniel- me dijo con esa voz tan inocente que lleva en su pequeña alma -vine aquí para ayudarte- prosiguió.
-Ayudarme ¿En qué?- pregunté
-!Mira a tu alrededor! ¿Qué no te das cuenta?
Examino detenidamente la habitación en la que me encontraba, oscura, fría, con droga alineada en una mesa lista para ser consumida, botellas de alcohol repartidas por el piso, un cenicero que tengo en la mesita de noche saturada de colillas de todo tipo de marihuana, una Beretta m9 sobre la cama.
Mientras observaba todo a mi alrededor mi hermana trajo un espejo y me lo pone en frente.
-!Mírate!- me gritó enfurecida.
Contemplé mi cuerpo, todas las heridas superficiales en los brazos, por intentos de suicidio fallidos, las ojeras en mis ojos producto de noches de insomnio, la camisa desarreglada… Yo no era así. Una fría lagrima, llena de arrepentimiento, cae por mi mejilla derecha y me tiro de rodillas. Ella se acerca a mi, escucho otro fuego artificial, que de seguro es de un grupo de niños que les sobró algo de pirotecnia. Mi hermana se pone de nuevo al frente mío
-Sé muy bien porque odias esta fecha- dijo mirándome a los ojos -Pero tienes que superarlo, eso ya paso, no puedes seguir sufriendo por esto- me tomo de la mano y siguió -Mamá y papá están preocupados por ti-
No aguante más y eche a llorar desconsoladamente.
-No podemos seguir nuestro camino si tu estas así, Daniel- siguió hablando pero yo ya no escuchaba, me estaba perdiendo en el recuerdo de aquel día.
Había peleado con mis padres por querer pasar mi ultimo año nuevo, antes de irme al norte del país, en la fiesta de Riccardo en lugar de pasarla con ellos. Yo les grité palabras muy hirientes que no quiero ni pensar en ellas. En el momento que las palabras salieron de mi boca, mi madre, se recostó en el hombro de mi padre con el mismo llanto desconsolado que tengo ahora mismo. Mi padre solo me lanzó una mirada de decepción por hacer llorar a la mujer que lo dio todo por mi. Yo solo di media vuelta y me dirigí a la puerta con dirección a la fiesta.
Ya allí no disfruté nada, pensé que seria divertido, pero algo me tenía inquieto. Tenía el pensamiento que mis padres solo querían compartir conmigo por última vez y yo los mandé a la mismísima mierda. El reloj marcó las 00.00 del nuevo año y yo, con la conciencia gritándome por mi actuar, salí disparado a casa para pasar lo que sobre de celebración con mi familia. Subí a un taxi,y mientras estoy en camino, escucho los fuegos artificiales y siento el mismo olor a pólvora. Al llegar a casa noto que la puerta estaba abierta y todo casi a oscuras, la cena está intacta. Pensé que se habrían ido a la cama temprano. Llamé a mi madre, pero no me contestaba. Lo mismo hago con mi padre y mi hermana. La respuesta es la misma, solo el silencio y de nuevo otro fuego artificial. Entro a la casa, pisé algo pero no logro divisar que es por la poca luminosidad, es algo liquido. Entro a la habitación de mis padres, pero esta vacía. Luego me dirijo a la de mi hermana y siento ese liquido otra vez. Abro la puerta y lo primero que veo son los cuerpos sin vida de mi familia. Prendo la luz y veo el camino de sangre que va desde la sala de estar a la habitación de mi hermana. Al seguir el rastro encuentro la Beretta m9 de mi padre.
-Se intentó defender- dije entre lágrimas.
Salí de la casa, sentado en el borde de la vereda. Esperando despertar.
-Daniel- escucho a mi hermana decir sacándome de mis recuerdos -Necesito que sigas adelante, mamá y papá no tienen resentimiento alguno por lo sucedido y hablo enserio.
Yo solo me quedo apreciando su rostro, ese rostro fusilado que encontré un día como hoy en su habitación.
-Daniel, te amo- es lo último que le escuche decir. Levanté la mirada para decirle que yo también, pero cuando me di cuenta, desapareció.
Me quedé arrodillado un rato, tratando de procesar lo que estaba pasando. Entonces simplemente dejé de pensar. Me levanté, agarré la m9, apunté al lugar donde le dispararon a mi hermana una noche como esta y sin más.
Tiré del gatillo.
Autor: José Carlos Edmundo Grados Pinto.
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