Se le acabó el tiempo a este idiota. Pronto caerá el último grano de arena del reloj y pondré fin a su patética y miserable vida. Una víctima más , un nombre menos en mi lista. Tomaré venganza después de muchos años.

  • ya no eres tan valiente ¿ o si ?- Le pregunté con sorna, solo se me queda mirando con la boca amordazada y los ojos llorosos.

Le escupí la cara justo en el centro << en el blanco >> pensé. El tipo lanzó un lamento como el de un perro y agachó la vista hacia el suelo. Lo tomé del cabello y lo obligue a mirarme , podía ver en sus ojos un terror profundo como un abismo.Seguía cayendo la arena del reloj

  • Cuando se termine, adiós garganta- le dije señalando su preciado reloj de arena,reliquia que le había sido donada por el papa en uno de sus viajes al vaticano. El asqueroso la conservaba como si valiera oro, para mi solo era una baratija más del montón. << Su posesión más preciada>> aquella que había atesorado tanto en vida ahora era el único testigo presencial del final de la vida del cardenal. Ya faltaba muy poco, él solo luchaba por soltarse sin éxito al tiempo que se quejaba y lloraba. No hay en mi mente nada que pueda hacerle que equipare el dolor que me hizo sentir cuando yo solo era un niño entusiasmado con ser monaguillo, nada en absoluto equilibrara la balanza pero podría intentarlo. Ya quedaba casi nada de arena en el estúpido reloj de cristal, decidí tomar el cuchillo.

  • supongo que debo apurarme con esto – dije al ver que por fin dejó de caer arena en el reloj. Pero era mentira, no tenía intención alguna de apurarme, en absoluto me tomaría todo el tiempo del mundo para hacer sufrir a este pedófilo desgraciado. Tomé el cuchillo e hice un corte superficial en su cara. La sangre caliente brotaba del corte como una humeante salsa escarlata. Luego hice otro corte, esta vez un poco más profundo y un poco más doloroso desde el ojo izquierdo hasta el pómulo derecho. Anulando la visión de uno de sus ojos. Podía estar así todo el día pero algo fallo, el corazón del estúpido viejo no resistió el terror que le causaba la situación, se detuvo. Lo noté al instante gracias a mis conocimientos adquiridos en la escuela de medicina antes de ingresar al seminario. Lo tumbé sobre el suelo, le quité la mordaza de la boca y traté de reanimarlo pero no hubo caso. No quería que muriera tan pronto pero no hubo caso, ahora el cardenal estaba muerto. Debía mostrarselo a todos, antes de que se enfríe. Tome cómo podía su gordo cadáver y lo arroje por las escaleras de madera de pino que daban al altillo. Tras esto baje con mucho cuidado de no resbalar con alguna mancha de sangre que el cadáver había dejado en el piso. Ya en la planta baja lo arrastré hasta la calle.

Afuera habían matado a un tipo, le habían pegado un tiro, estaba muerto.Tres hombres vestidos con ropas andrajosas comían de su robusto cadáver tendido en la acera. No le di mayor importancia, muy común en época de hambruna. Me acomode el cadáver del cardenal al hombro y seguí caminando. La plaza del pueblo quedaba a pocos metros de la iglesia y había decidido que aquel era el lugar perfecto para anunciar la muerte del eclesiastico. Debía apurarme porque las ropas se me estaban empapando de sangre y atraían miradas indeseables.

Después de unos minutos eternos de caminata logré dar con la plaza mayor. Haciendo un gran esfuerzo fui a pararme justo al centro y arrojé el cadáver al suelo.

  • amigos míos- dije sonriendo a la muchedumbre que pronto se acercó a ver – coman , coman –

Al menos cinco personas se arrojaron sobre el cadáver del cardenal como pirañas, la hambruna posterior a la guerra había conducido a la humanidad al canibalismo y desde que la hambruna comenzó era la primera vez que la iglesia hacía algo al respecto. Antes de emprender el retorno a la casa parroquial miré mi lista con calma, para leer el nombre del próximo sacerdote pedófilo en alimentar a los hambrientos.

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