Piratas del Cielo

En una taberna, se festejaba la noche navideña donde el reloj marcaba las doce, las voces murmuraban elogios y algunas mujeres ligaban con hombres gordos, otros de narices torcidas. Solo, un joven hombre se mantenía excluido de esos festejos y disturbios en el lugar. Para él, las fiestas de este tipo no tenían sentido adorar a un niño que dio fe y calmo las tempestades de las tentaciones de los humanos. Su nombre era Frank Cole, con una jarra de cerveza espumosa en la mano y en la otra sostenía un cuchillo que jugaba con una tabla de la mesa. Sus ojos dorados estudiaban a los demás, veía sus actitudes grotescas y sus bocas ocupadas en montones de carne ahumadas, otros ya estaban dormidos sobre sus propias ideas. Frank giró su cabeza hacia la puerta, donde una mujer entraba con una capa verde musgo, nadie se fijo en ella. La nueva ingresante se paseo por la taberna, esquivando los bailes torpes de unos hombres altos y las risas chillonas de las prostitutas. Frank siguió mirando su entorno, cuando se rompió la calma con una pelea. Uno de sus tripulantes estaba siendo acorralado por un herrero, siempre la misma maña de encontrar riñas en esta taberna de tercera. Claro, Frank odiaba las peleas cuando no eran propias.

-¡Calma, caballeros!-inquirió tan sereno, alzando su mano y los otros, claramente, omitían todo a su alrededor. El resto no hacía nada, solo miraban como el herrero partía la nariz al joven Miller-¡Es Navidad, muchachos!

Frank dio un último sorbo a su bebida, se aferró a la empuñadura de su arma blanca, reincorporándose de su comodidad, se dirigió a ellos. Colocó una mano sobre el puño del herrero, tan grande y feroz, con aquellas pintas de solitario y gruñón. Obligó que bajara su brazo, los ojos dorados de Frank le observaban con determinación como prediciendo lo que haría el gran oso de fierro, este era Bertram Holtman.

-Amigo-dijo Frank con una sonrisa falsa- ¿No crees que has hecho bastante con el pequeño Miller?

-¡No te importa!

-Oh-dijo él, casi ofendido. Claro, que le importaba porque Miller era su tripulación. Giró el puño hacia adentro, donde los músculos se tensionaron y lograron una mueca de dolor en el gran hombre. Frank tenía ciertos conocimientos de como doblegar la fuerza más poderosa de un gran hombre como Bertram- ¿Quieres mantener tu buena mano para seguir forjando…-hizo una pausa para continuar su cuestión-, o prefieres visitar al doc?

-¡De acuerdo, suéltame!

-Sabía que entenderías, haz hecho lo correcto-sonrió con falsedad- No vuelvas a meterte con mi gente, la próxima terminarás sin una mano y sabes que soy capaz de hacerlo. La muerte no me asusta.

Bertram retrocedió, saliendo de la taberna como una bala perdida en una derrota humillante. Frank volvió su atención al joven Miller, tenía la cara llena de sangre y la nariz torcida hacia la izquierda, su hueso estaba dislocado, nada grave. Extendió su mano, con un movimiento rápido volvió el hueso al lugar y el grito de Miller se escuchó hasta Francia. Le dio una palmada en el hombro, sonriendo. Miró a los demás que esperaban algo de Frank, este levanto las manos en son de paz, como si hubiera hecho el acto más benéfico de la historia. Algunos hombres volvieron a sus bebidas, dos mujeres se acercaron a Miller para limpiar toda esa sangre de su cara mientras le daban cumplidos de la buena derecha que tenía tras los primeros golpes a Bertram. Frank recorrió sus ojos hacia la barra, descubriendo los ojos zafiros de la nueva ingresante, con su capucha aun puesta y se miraron por un momento. Frank camino a ella, quien se tensiono por verlo tan cerca.

-¿Eres una  curiosa foránea en esta taberna, o mejor dicho, en este barrio?- le dijo con una sonrisa, paso su mano por su pelo castaño, revolviéndolo.

La mujer se tensó ante ese cuestionamiento. La penumbra del lugar cubría todo sus hermosos rasgos, la única luz de un pequeño candelabro de velas iluminaba la piel clara, en matices amarillos y delicados. Frank sabía quién era. 

-Una mujer como tú, no debe andar sin guardias a estas horas-replico Frank, recargo sus codos sobre la barra mirándose en el viejo y sucio espejo de las botellas de alcohol- a nadie le  gustaría que su trono se perdiera por un descuido, ¿cierto?

-Tonterías-habló, al fin. Tentada de discutir con Frank, pero volvió a callarse cuando escucho la risa irónica del joven hombre.

-Todos somos tontos, mientras vayamos con cuidado-tercio Frank-. Un consejo de un experto de escapadas; no dejes que te  descubran cuando sales, sé sigilosa y ten un segundo plan, porque no todos son tontos.

***

La noche seguía en su plenitud, aún las estrellas brillaban sobre el cielo oscuro como llamadas a iluminar el mundo con sus luces invisibles acompañadas de la enorme luna redonda, ya la taberna estaba cerrando a sus recurrentes clientes de la región de pesqueros. Frank Cole había notado la presencia de la joven mujer que cubría su identidad con una capa negra, lo que el detalle de un anillo de oro reluciendo en uno de sus dedos, indicaba que era una mujer de dinero sin fin donde el poder perseguía a los pecadores de codicia y avaricia. La joven mujer nunca dijo su nombre entre las insistencias y comentarios indirectos del capitán Frank Cole, perspicaz de sus alrededores y un buen calculador de las situaciones, como un curioso de lo raro del mundo.

-Capitán, disculpe que interrumpa su charla-habló el joven Miller- alguien ha causado problemas en nuestro navío, lo siento.

-¿Qué tipo de dificultad estamos hablando?-inquirió con cierta desconfianza en este muchacho que temía de su misma sombra.

-Son los marineros de la flota de Alta Mar, capitán Cole.

-No me digas-canturreo divertido, su mirada se volvió a la muchacha que se tensionó a oír la noticia- ¿Cuál es el reporte, Miller?-pregunto sin apartar su mirada dela misteriosa cliente.

-El segundo al mano de nuestro navío pidió un parlamento, dicen que la hija del primer ministro huyó hace unos días-respondió el muchacho- Capitán, están sospechando de nosotros, ¿qué desea hacer?

Frank saltó de su taburete, tomando su sombrero de ala ancha negro con dos largas pluma de un pavo real e hizo un gesto de despedida exagerado a la mujer, que giró su cabeza avergonzada. Continuo su camino junto a su tripulante, saliendo de la vieja taberna con fuertes olores de humedad y alcohol barato. Las calles estaban vacías, pocos se movían por las altas horas de la noche, algunos vagos buscaban un lugar donde tirarse a dormir hasta el amanecer, nada más. Siguieron caminando por la zona de los muelles, Frank estaba atento a su camino.

-Disculpe mi atrevimiento, capitán Cole-dijo joven Miller tras unos momentos de silencio- ¿Quién es ella? ¿Anda buscando una dama de compañía?

-No te preocupes por mis intereses amorosos, Miller-respondió con una sonrisa torcida en su barbudo y cansado rostro trigueño-. Solo, hacía sociales.

-De acuerdo , capitán-dijo tímido de malentender los deseos de Frank- Mire, allí está el señor Clein y toda la tripulación.

-Ya veo-dijo, deteniéndose a unos metros de donde estaban dirigiéndose-. Hablaré de negocios con el jefe de la marina.

-¿Va a estar todo bien? Nos han sacado con fuertes amenazas de darnos a la horca y quemar el navío.

-El parlamento se respeta, incluso siendo piratas de alta mar, Miller.

Llegaron ante los demás. Miller se unió al grupo, mientras el señor Clein seguía evadiendo preguntas intensas ante los marines que cargaban sus rifles cargados. Frank se colocó delante del teniente Scott y tendió su mano ofreciéndole un gesto de respeto. Se formó un silencio entre la tripulación indignada tras ver a su comandante frente a las fuerzas de mar. El teniente Scott era un hombre de unos treinta y tantos años, de buena reputación y a punto de casarse con una maestra de origen español.

-¡Hace tiempo que no nos vemos, teniente!-dijo Frank, bajando su mano al no recibir una aceptación- Que detalle que esta noche venga a acusarnos de secuestro, ¿no le parece que está rompiendo varias normas?

-Los piratas no le interesan las reglas establecidas, solo saquean todo y se emborrachan como cerdos-espetó un marine con el rifle en alto, preparado para una orden.

-Oh, entiendo-dijo el capitán Cole- ¿Asique, los derechos de humanos no nos corresponden, solo por romper ciertas normativas? Creo que es un error de pensamiento superficial.

El marine apretó la mandíbula, dispuesto a disparar dentro de dos segundos para darle más ventaja a Frank y desenfunde su resólver. El teniente ordeno a sus soldados a retirarse del lugar, algunos estaban confundidos, pero accedieron a largarse del muelle donde estaba anclado el navío del capitán Cole, denominado; Tritón y su bandera de calavera algo rasgada por los fuertes vientos. El teniente Scott miraba con determinación al pirata a cargo de los otros, sus intensos ojos azules recorrían el aspecto desaliñado y el fuerte olor a whisky de Frank, apuntó con su dedo índice al pecho de este.

-Tendrás un nuevo lugar en el infierno cuando tenga el gusto de colgarte-dijo Scott arrugando el ceño, el capitán levanto sus manos mostrando armonía a su comentario despectivo-. No te burles de la democracia que estamos consiguiendo, y no robes en mi territorio, solo tengo una razón más para detener y quemar ese barco de mala pinta.

-Seré sincero, no tenemos a la hija rebelde del primer ministro-le cortó, poniéndose serio ante el teniente-. Si eso fuera cierto, no hubiera pisado Gran Bretaña con ella, ¿no crees? ¡Vamos, Scott, te pierdes la diversión y vienes acusarme de eso!

-¡Claro que sí!-gruño, señalo el barco en el muelle- Es la única bandera del mal en mi costa.

-El mar no tiene dueño, no hasta cruzar la frontera y es mar abierto…Aunque, tú sabes eso, solo te hago memoria-inquirió, dio unos pasos más y tiró su aliento de alcohol en el rostro europeo de Scott- ¡Buenas noches y feliz navidad!

El capitán regresó a su tripulación, alzando los brazos con victoria de lograr que ese sujeto de uniforme se tragará sus acusaciones. El amanecer estaba pronto a aparecer, los demás se fueron moviendo para abordar el barco, el segundo al mano se acerco a Frank con cierta incertidumbre en sus pequeños y oscuros ojos. Le dio una fuerte palmada en la espalda, calmándolo con una sonrisa segura que no tendrían más interrupciones a su misión.

-Vamos a descansar, Clein-dijo el capitán mientras subían al navío-. Pronto, hallaremos el camino pero, no quiero que mi gente se sienta desilusionada. Aun queda mucho para hacer y lo conseguiremos.

-Claro, capitán-sonrió forzadamente- ¿Pero, qué paso?

-No lo sé-dijo hundiéndose de hombros, saltó y detrás el hombre de cabello gris- Sin embargo, ellos no pueden impedir que anclemos nuestro barco en las costas británicas, somos el pueblo, también, aunque manchados y dominados por las aguas turbias del mar.

Frank Cole sonrió, volvió a darle un golpe en el hombro pegando media vuelta para regresar a su camarote. Había sido una larga noche de festejos, alcohol y problemas con el muchacho Miller. Se quitó su abrigo, sus botas dejándolas a un lado, rápidamente se tumbo sobre su cama, tapándose con unas gruesas mantas de lana de cordero, de un tono gris petróleo y bordado en un extremo sus iníciales, un recuerdo de una dama que estuvo encontrándose por unos dos años, un lindo gesto aunque, no podía deshacer era bastante cálido como cómodo.

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