En ese momento que él tenía que abrir su negocio, se percató que alguien husmeaba por todas las casas simulando estar al pendiente de cualquier situación, sin embargo, Don Pepe era muy perspicaz, muy listo, y antes de siquiera saber qué sucedería, él ya tenía como protegerse y qué hacer en dado caso que alguien quisiera pasarse de listo con él, con su negocio o su madre.
Como siempre, todos los días Don Pepe abría y cerraba a la misma hora, ésta vez cerró más temprano de lo normal, sabía que ese policía sospechoso no tenía buenas intenciones en su colonia.
La puerta del cuarto daba hacia la calle y se escuchaba todo, pasos, gente hablando, etc; sabía que en cualquier momento podría descubrir que tanto merodeaba ese policía y más cerca de su casa, a él le resultaba de verdad muy extraño. Dieron las 12 am y todo sereno, Don Pepe y su perro estaban viendo la televisión cuando él se quedó dormido y su perro de repente empezó a gruñir. Por debajo de la puerta se veía la sombra de unos pies, en ese momento, Don Pepe tomó el cuchillo que siempre guardaba en su mesa de noche, abrió de golpe la puerta y le encajó el arma filosa al policía, ese policía sospechoso que había descubierto que Don Pepe era el asesino de la señora que había desaparecido hace unas semanas y que estaba enterrada bajo su cama con una capa de cemento para que no despidiera el olor fétido.
Escrito por Adriana Balderas.
Ficción.
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