PROLOGO- EL SUSURO DEL BOSQUE
Se escuchan voces entre los árboles dice el niño…
-¿Lo oíste? -susurró el niño, abrazando su capa.
-Otra vez no, Aron… -respondió su hermana, arrastrando los pies por el sendero del mercado.
-¡Te juro que alguien dijo mi nombre desde el bosque!
Los adultos se rieron. Siempre lo hacían. Pero todos evitaban mirar hacia los árboles cuando oscurecía.
Las historias eran parte de antiguos cuentos: el Lobo, criatura de ojos rojos y colmillos infinitos, y la Abuela, hechicera de los paramos, y protectora -decían- de la frontera entre el pueblo y la selva oscura.
Nadie osaba entrar. Nadie excepto Rosa.
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Rosa caminaba con firmeza sobre la tierra húmeda, su capa carmesí se movia como una pluma sobre el verde pasto. Llevaba una cesta en la mano, y en el cabeza, una duda que la carcomía desde niña.
RECUERDO
-Mama, por qe todos le temen al bosque donde vive la abuela? pregunto la niña.
su madre simplemente respondio.
-Mi niña, el busque es un logar oscuro, en donde habitan muchos peligros. hace una pausa antes de seguir . – Por ejemplo el lobo. Miro la niña confundida….
-Y la abuela? ¿no le teme?. Pregunto la niña. Su madre solo pudo mirar y decir,
– Tu abuela, es una hechicera muy poderosa ella se puede defenderse sin ningun problema. Le dio una sonrisa a su hija. – WOW!!!, mi abuela es genial. rio la niña. Su madre solo pudo ver a su hija algo preocupada. – Si, mi niña.
PRESENTE
De repente, una voz se escuchó: -¿No es muy tarde para andar por aquí, niña de rojo?
La voz provenía de una rama baja. Allí estaba él, de pelaje cobrizo, ojos afilados y sonrisa burlona. El Zorro bajó de un salto, sacudiéndose el polvo.
-¿Quién eres? -Rosa alzó la cesta, como si fuera un arma.
-Alguien que sabe que no deberías confiar en tu abuela. Ni en el bosque que la protege.
Rosa frunció el ceño. -Mi abuela está enferma, ¿cómo puedes decir algo así de una anciana a la que ni siquiera conoces?
-¿No leíste la carta? La niña parpadeó. -¿Cómo sabes eso?
El Zorro se encogió de hombros y soltó un suspiro. -Digamos que tengo amigos entre los árboles. Y oídos más agudos que los tuyos. Confundida, Rosa preguntó de nuevo: -¿Quién eres?
El Zorro, sin decir nada, simplemente se dio la vuelta hacia un tronco caído y se sentó, mirándola fijamente.
-¿Te vas a quedar ahí parada? -preguntó con un tono burlón.
Rosa, con cuidado, se acercó al tronco caído y se sentó a cierta distancia del Zorro. Aunque desconfiada, la curiosidad la invadía. Dejó la cesta en el pasto, sacó un pedazo de pan y se lo ofreció al Zorro. Luego, procedió a comer un poco.
Él no tocó el pan, pero la observó detenidamente. Miraba a aquella niña de mejillas rojas y piel pálida.
-¿Sabes cuántos niños han ido a visitar a la Abuela y no han vuelto?
-Mentira -Rosa respondió rápidamente, aunque su voz tembló.
-¿Mentira? ¿Entonces por qué el pueblo no entra al bosque? ¿Por qué tu madre jamás te acompaña? Se escucho un silencio y las ojas de los arboles se agitaban con fuerza.
El zorro solo miro a la niña y continuo hablando-Cuando yo era pequeño – se quedo callado por un momento y continuo -, fui su aprendiz. Ella me prometió enseñarme a hablar con los árboles. Me dio poder, sí… pero también me pidió cosas. Cosas que no un niño, sino un monstruo haría. Un silencio se apodero del momento.
-¿Qué tipo de cosas? -preguntó Rosa.
El Zorro miró hacia el cielo con aire distante. -Ofrecer vida a cambio de conocimiento. Yo escapé, otros no lo lograron.
Siguió contemplando el cielo sin decir nada más.
Rosa apretó los puños, perturbada. «¿Por qué me decía esto de repente?» pensó.
-No te creo. No puedo.
El Zorro se acercó. Su voz bajó a un tono distante y misterioso. -¿Entonces por qué siempre te envía sola? ¿Por qué nunca enferma frente al pueblo, sino solo cuando nadie puede verla? -siguió cuestionando con una expresión fría e indiferente-. ¿Por qué las flores se marchitan cuando sale de su cabaña?
El viento sopló con fuerza, haciendo que las sombras del bosque parecieran moverse. Una voz susurrante cruzó el claro. –Chhh… Rosa… no escuches…
La niña se cubrió los oídos, temerosa. El Zorro gruñó con urgencia. -Ya lo sabe. Está escuchando. ¡Vámonos!
Sin darle tiempo a reaccionar, la tomó en brazos y la cargó sobre su hombro. Rosa se sobresaltó y empezó a gritar. -¡Ahhh! ¡Bájame! ¿A dónde me llevas?
-A donde todo empezó. Hay cosas que debes ver. Y necesitas hacerlo antes de llegar a esa cabaña -respondió el Zorro con una expresión imposible de descifrar.
-¿Y si tú eres el mentiroso? -preguntó Rosa, forcejeando mientras intentaba bajarse.
El Zorro la miró y esbozó una sonrisa triste. -Puede que lo sea. Pero si lo soy… al menos te di la opción de elegir.
Rosa, finalmente, dejó de resistirse y susurró: -Está bien. Una noche. Un paso más. Pero si descubro que me mientes, volveré sola.
-Justo como me gusta -respondió el Zorro, con aire burlón-. Valiente, testaruda… y con capa roja.
-Sí, sí, como digas -replicó Rosa, cruzando los brazos-. Pero bájame, no soy un saco de papas.
-Eres demasiado lenta -dijo el Zorro, antes de empezar a caminar. De repente, aceleró el paso y comenzó a correr entre los árboles, perdiéndose entre las sombras que parecían respirar.
El bosque, que había permanecido silencioso por siglos, dejó oír el susurro de sus hojas al moverse de nuevo.

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CONTINUARA…
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