Entonces… Muere el bullicio. Las aves esconden sus cantos. Los vecinos amordazan sus chismes. Los automóviles enmudecen sus claxóns. ¡Abrid las puertas! Grita alguien, pero no se sabe quién. La voz de la ciudad se torna en un soplo añil Dirigiéndose al vespertino cielo. Oscilando entre el silencioso viento, transforma el aura en un Pájaro...
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