El viento, ensordecedor en el agón, fue el último en sucumbir a la muerte. Sus lamentos, ahora apenas susurros, se ahogaban en la gélida quietud que envolvía el mundo. Reinaba el vacío de la desaparición en el otoño de las esperanzas y se avecinaba un invierno eterno. Yo decidí salir, apenas pude abrir la deformada...
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