Él es mi amigo.

Yo solía viajar todos los días en transporte público de la Universidad a mi casa. A las 11: 00 hacía la conexión del Segundo Anillo con la Av. Banzer. Allí lo conocí.

Un día cualquiera, recuerdo, pero no puedo precisar, se cruzaron nuestros caminos. Se me acercó un señor, de aura noble, humildemente. Un Señor canoso, arrugado, con piel reseca y maltratada por el sol de verano.Ofreciéndome turrones a 2 bolivianos.

Debido a la manera en la que se aproximó y me los ofreció, penetro mi corazón de ternura y le compre un par.

Al día siguiente, lo vi de vuelta, trabajando en el mismo sitio, pero yo todo apurado, me subí al primer micro (bus), sin poder saludarlo.

Pasaron los días, semanas. Ya lo saludaba con más frecuencia e intercambiábamos pequeñas charlas, tal vez, de protocolo. Pero un día, le pregunte por su trabajo, no la clásica y violenta pregunta; ¿Todo bien en el trabajo?, sino, de una manera más profunda. Entonces él se abrió conmigo y me contó sus inquietudes, anhelos y hazañas de su juventud. Todo paso muy rápido, en cuestión de minutos, al despedirme y subirme a mi transporte, me quede pensando en todo lo que me dijo y me di cuenta de lo mucho que necesitaba ser escuchado, en ese preciso instante supe que nuestra pequeña amistad había comenzado.

Hernán, es su nombre. Así de simple.

Solíamos charlar, en un principio, sobre nuestras experiencias vividas. Ambos vivimos en la Argentina, por lo que, compartíamos intereses gastronómicos como culturales. Él siempre me ponía al tanto de la política. En su juventud, hizo el intento de estudiar Ciencias Políticas, pero debido a unos inconvenientes económicos tuvo que abandonar dicha carrera.

Tantos datos interesantes que me lanzaba, resultaba difícil de creer como una persona de su situación económica, que gana menos de 10 dólares al día pudiera hablar con semejante autoridad y claridad.

Le encantaba escuchar mis anécdotas universitarias en Córdoba, Argentina. Fue un tiempo muy lindo en mi vida, ya que estaba totalmente independizado. Le comente las distintas culturas que conocí, las relaciones con mis vecinos de distintas partes de Latinoamérica, sus tradiciones. También sobre la noche “Cordobesa”, que manera de tomar «Fernet» con Coca-Cola allá, es su bebida emblemática, nunca puede faltar. Y las mujeres, esas bellezas únicas, con temperamento característico. Bajitas y rubias, naturalmente bronceadas como pinturas perfectas. Extremadamente coquetas, la mayoría, te lanzan una mirada tan profunda, que pareciera que todo a tu alrededor desaparece, como si se congelara el tiempo por un periodo breve y pudieran indagar en tus sueños y lujurias, entonces acabado este trance, respondes balbuceando y poniendo en evidencia tu vergüenza ante ellas.

Era 20 de Marzo, recién había pasado el día del padre, estaba lluvioso y el ambiente desprendía aromas de tristeza en las calles, o al menos así yo lo sentía. Me reencontré con mi amigo, en el lugar de siempre, y charlamos sobre muchas cosas, sobre la vida. Me comento como la paso en su día, puesto que él era un padre de familia. Comenzó su jornada laboral, como de costumbre, a las 10:00 , y finalizó a las 21:00 . Llego cansado a su casa y sus hijas lo esperaban con una rica cena, bien casera y con mucho amor. Y eso fue más que suficiente para llenar su alma, sacarle una sonrisa y avivar su corazón.

Luego, pregunto por mi día. Entonces le conté a grandes rasgos mi situación. Ya que nunca fue una fecha muy festiva para mí, puesto que la ausencia de mi padre pone en evidencia las flaquezas de mi corazón.

Hernán, mi amigo, rápidamente comprendió la incomodidad que me generaba hablar de ello. Entonces pregunto por mi madre, cambiando de tema. Entonces le conté como fue mi día con ella.

Me despertaba muy temprano para prepararle el desayuno. La noche anterior ya tenía los ingredientes listos en la cocina, con el factor sorpresa como estandarte. Entonces a las 06:00 iba a la cocina para empezar la ensalada de frutas, huevos revueltos, tostadas, jugo, su te favorito y quesos.

Todo con total cautela, de medias y caminando en “puntillas”, ya que mi vieja tiene oídos en toda la casa y se entera de cualquier cosa, y lo que menos quería era arruinar la sorpresa. Por fin terminado el desayuno, me encaminaba a su cuarto y con delicadeza abría su puerta, me acercaba a su cama, y ella yacía en su almohada, siempre tierna e iluminada, Entonces le daba un beso, y ella se despertaba. Le decía feliz día y con sus manos dulces me abrazaba.

Desayunábamos juntos, puesto que, el desayuno siempre sobraba. Luego de reír y charlar, ella se alistaba para su trabajo, mientras yo, muy atento, levantaba los platos y los lavaba.

Al despedirme me daba un beso en la mejilla, de esos que te llenan de consuelo y alegría. La espiaba desde la ventana y veía como se iba, siempre sacando pecho y con sus pasos seguros y firmes.

Allí va mi super madre, mi heroína, ojala que todo le salga de maravilla en su día.

Quedó conmovido con mis palabras. Apoyo su mano rasposa sobre mi hombro, con una mirada sincera, y me dijo: “Que lindo gesto, tu madre debe estar muy orgullosa”.

Sin más preámbulos, nos despedimos fugazmente, puesto que ambos nos olvidamos de la hora, y ya era momento de retomar nuestros rumbos.

Pasada la semana, pude sacar mi primer auto, con lo que ya no tenía la necesidad de tomar el transporte público. Esto nos distancio durante un buen tiempo, pues no frecuentaba la ruta que tomaba antes.

Hasta que un día, inconscientemente, pase por su zona de trabajo. Allí estaba el, fiel a su estilo, trabajando arduamente al mediodía bajo los azotadores rayos del sol de verano. Aprovecha la luz roja del semáforo, baje la ventanilla de mi auto, apague la música, estire violentamente la cabeza por la ventana y grite: “¡Amigo!”. Este se volvió hacia mí, con un «piquecito» (carrera) corto y me dijo…

Amigo mío, ¿cómo has estado? De tiempo que no te veía por aquí. A lo que respondí violentamente, debido al tiempo del semáforo: Tanto tiempo amigo, yo todo bien, gracias. Cuénteme de usted. El me charló un par de cosas puntuales respecto a su trabajo. Luego me felicito por la noticia de mi auto, y me pregunto con un tono de necesidad si ya no volveré a tomar el transporte público en su zona. Inmediatamente me puse a pensar en lo que significaba, y me salieron un par de lágrimas, a las que este respondió con una sonrisa de esas consoladoras y de nuevo, apoyo su brazo firme sobre mi hombro. Me quede sin palabras, tal vez el hecho de saber que empezaba una nueva vida con mi auto, que ya no iba a tener la necesidad de tomar el bus, significaba no volver a tener esas largas charlas que solíamos tener a media mañana. O pudo haber sido el hecho de su continua soledad, en su trabajo, en la vida. Ya que nadie le pregunta cómo se encuentra, o nadie se preocupa por su estado de ánimo o salud.

No hizo falta decir nada, a veces una mirada simplifica una charla de 5 minutos. Entonces me levanto la mano y me dijo: “Hasta luego amigo querido, que las cosas que te propongas en la vida se lleven a cabo.” Con lo que me largue a llorar un poco.

Que increíble que es la vida. Como nos pone personas puntuales que nos hacen recapacitar. Allí es cuando nos damos cuenta de las cosas que si son importantes, hacemos a un lado nuestros caprichos, empezamos a disfrutar el presente al máximo y ser agradecidos por lo que tenemos. Porque todos somos bendecidos y tenemos oportunidades nuevas cada día.

El ejemplo de Hernán, ha llenado mi vida de gratitud. Me ilumino el concepto de perseverancia y sacrificio. Escuchar los viajes que emprendía para llegar a su lugar de trabajo, el tiempo que este le consumía. Así como la sonrisa que irradiaba cada día, a pesar de los 40 grados «Celsius» que hacían, poco después del mediodía, el combustible quemado por los buses viejos y las constantes peleas de tráfico.

Mañana es un nuevo día, me levantare temprano y elevare mi pensamiento para agradecer por lo que tengo. Tratare de tomar las mejores decisiones, las correctas. Y no veo la hora de reencontrarme con mi familia, darle un beso a mi madre en la mejilla, contarle mil historias sobre mis experiencias en el extranjero.

Espero ver de nuevo a mi amigo, con salud, trabajo, y lo más importante de todo, con su infaltable sonrisa y bondad contagiosa que lo rodea y acompaña. Para que así como él aporto un granito importante en mi vida, pueda hacerlo con otras personas también.

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