​Sophie, la chica de la sonrisa cálida con instinto de venganza.

​Sophie, la chica de la sonrisa cálida con instinto de venganza.

Era un día muy habitual; me levanté muy temprano y fui camino al trabajo al horario de siempre, y saludando a cada persona que encontraba en el pasadizo, pude notar la presencia de una vecina nueva en uno de los departamentos del mismo edificio. Tembloroso y con un nudo en la garganta, sin saber por qué atiné a saludarla, esperando que ella lo hiciera de manera recíproca. La manera en que me miró fue bastante desagradable, pero no le tomé importancia.

Al cabo de unas horas, mi sorpresa fue aún mayor cuando vi de aquel lado que aquella joven que vi por la mañana en el edificio, era la nueva secretaria de uno de los gerentes de la empresa. Tratando de evitar algún tipo de contacto con ella, traté de pasar de largo, sin prestarle mucha atención. Fue en aquel momento en el que alguien apareció por atrás, tratando de alcanzarme. Era ella, tan radiante como cuando la vi en el edificio, y mirándome con su hermosa sonrisa me dijo:

-¿Eres tú el joven que me saludó por la mañana en el edificio, cuando salía del departamento de mi novio?

Algo incómodo, respondí con la cabeza: “Sí”.

-A lo que ella contestó: “Quería disculparme por la forma en la que actúe hoy contigo, pero es que tuve algunos problemas, y no me encontraba de muy humor. Espero puedas entenderme.

Yo con una sonrisa medio nerviosa, atiné a responder: “Está todo bien. Bueno me tengo que ir, que tengas buen día.

-Ella con una mirada y sonrisa tierna, me dijo: “Gracias…. Espera, ¿cómo te llamas?”

Yo algo frívolo, y sin titubeos solo le dije: “Me llamó Adrien Montbailly”

-Ella con la misma sonrisa tierna, me dijo: “Yo me llamo Sophie Ailliot. Un gusto Adrien, que tengas buen día”

Y yendo a casa me preguntaba por qué ella se mostró muy amable conmigo, por qué se disculpó si no soy más que un desconocido en su vida. Y con la cabeza hecha una encrucijada de preguntas, pensamientos y demás, creí conveniente dejar pasar por alto ese momento.

Al llegar la noche, la volví a ver, pero esta vez no fue sola, sino junto a su pareja. Y en ese instante que iba a saludarla, ella entró rápidamente al departamento llena algo angustiada. Solo saludé al novio; que por cierto lo conocía, y por lo poco que sabía no era un tipo muy amable con los vecinos. Según se comentaba era un tipo muy violento, y esto le ocasionó varios despidos laborales. De todos modos, no aparentaba ser una persona agresiva, por eso no presté atención a éstos comentarios.

Al día siguiente, me levanté más temprano que de costumbre, sentía una preocupación, y no podía conciliar el sueño. Así que, me levanté a dar una vuelta por la bella ciudad de París. Agarré mi abrigo, y salí a dar una vuelta; pero al pasar por el departamento de Sophie, escuché algunos golpes, y a su vez gritos de desesperación:

-¡Suéltame, por favor te lo suplico! ¡Basta, no lo hagas más! ¡Me estás lastimando!

En ese momento mi mente se puso en blanco, no sabía qué hacer, no sabía si tocar y percatarme si Sophie estaba en peligro para poder ayudarla y convertirme en el héroe de la historia, o llamar a la policía o simplemente dejar pasar por alto la situación, ya que al final, apenas conocía a Sophie. Pero esa horrible sensación de escuchar y no poder hacer, del estar y no poder ayudar se apoderó de mí. Al momento en que me decidí tocar la puerta, los gritos cesaron, no se escuchaba ni un murmullo, ni siquiera llantos de alguien. Y mi mente empezó a pensar lo peor. Sumamente angustiado, con nervios y tembloroso de pies a cabeza, agarré mi teléfono móvil para llamar a la policía. Cuando de pronto escucho la puerta abrirse lentamente. Era ella que salía del departamento como si nada hubiese pasado. En ese momento traté de hacerme el distraído, el que no había oído nada, y seguí mi camino de largo. Cuando de pronto Sophie, que aparentemente se encontraba bien, estaba detrás de mí. Sin embargo, ella algo inquieta atinó a preguntarme:

-Hola Adrien, ¿cómo te va?, ¿por casualidad escuchaste algo?

Yo algo perturbado, le respondí: “Hola Sophie… ¿qué tal? iba a dar una vuelta porque no podía conciliar el sueño”….y de manera dubitativa dije: “No, no escuché nada”

-Ella contestó: “Todo bien Adrien, ¿puedo acompañarte a dar la vuelta?

Yo sin poder negarme, acepté. Íbamos caminando muy a gusto, charlando de muchas cosas, al parecer teníamos mucho en común. La magia de la noche acabó cuando ella me preguntó algo que me dejó desconcertado.

– Adrien, ¿cómo tomarías tú la decisión de tu pareja si un día ella no quiere tener sexo contigo en el momento que tú quieres?

Algo ruborizado y sorprendido por la pregunta le dije: “Para que las personas se dejen llevar por el amor y la pasión en el momento del sexo, ambos deben tener ganas, no es agradable obligar a la otra persona a hacer algo que no quiere, porque no va a disfrutar el momento y sólo lo pasaría mal”

-Ella con una mirada tierna, con los ojos llenos de lágrimas y sonriendo entre dientes dijo: “Gracias, quería saber la opinión de alguien y me doy cuenta que no me equivoqué de persona”

Yo algo angustiado, quise preguntarle por qué me hizo la pregunta, pero solo atiné a decirle: “Cuentas conmigo por si necesitas algún consejo, ayuda o simplemente un hombro en el cual apoyarte”

-Ella me miró algo más calmada, ydijo: “Gracias. Ya me tengo que ir”, y despidiéndose con un beso en la mejilla, me dejó en plena noche sentado en una banca de aquel parque mirando a la luna.

Al cabo de unas horas volví al departamento, y recostado en mi cama pensaba por qué Sophie me había hecho esa pregunta. Quizá lo esté pasando ella, o quizá una amiga de ella. Esa noche apenas y pude dormir, no dejaba de darme vueltas en la cabeza la pregunta de Sophie.

Al día siguiente, me levanté algo cansado por la mala noche que había pasado, pero aún algo pensativo por lo de la noche anterior, traté de salir lo más temprano para poder encontrarme a Sophie e ir charlando camino al trabajo, grata fue mi sorpresa cuando no la encontré en el pasadizo, ni camino al trabajo. Y al llegar ahí, aún con la esperanza de que haya llegado más temprano, mi sorpresa fue mayor, porque no estaba en su puesto de trabajo. Y así pasaron varios días, luego semanas, en las que no supe nada de ella. Los pensamientos negativos me aturdían; y con el corazón roto por no saber de ella, porque aunque ella no lo supiera, su tierna mi mirada y su sonrisa tan cálida ya me habían conquistado.

Ese mismo día en el que los pensamientos negativos se apoderaron de mí, quise distraerme un poco viendo algo de televisión, mientras me preparaba algo de cenar. En instantes cortaron el programa para dar una noticia de último minuto:

-El reportero decía: “Buenas noches ciudadanos, corto por un momento su programa para informales que se halló el cuerpo de un hombre de 32 años en uno de los apartamentos del distrito XII de la capital francesa. Según las autoridades este hombre fue apuñalado 7 veces de manera brutal y salvaje. A continuación dejaremos una foto del joven, que tiene por nombre Pierre Faure. En este caso se encuentra como sospechosa a la joven con la cual Pierre mantenía una relación amorosa hace 7 meses, Sophie Ailliot, de 29 años, la cual se encuentra detenida en la estación de policía, 80 avenue Daumesnil, Paris, 75012…”

Apagué el televisor, y desconcertado totalmente me senté en el sofá. El silencio duró por varios minutos, no podía creer lo que estaba pasando. Y en busca de una explicación, tomé mi abrigo y fui a buscar a Sophie. Con la mente en blanco, los ojos llenos de lágrimas, iba en camino preguntándose una y otra vez por qué lo hizo, o si no lo hizo por qué era sospechosa en este caso”

Al llegar a la estación de policía, pido con urgencia ver a Sophie Ailliot, y con gritos extremadamente fuertes y de desesperación, entré en llanto, desconsolado totalmente. En ese momento uno de los oficiales se me acerca y pregunta:

-Disculpe, ¿es usted Adrien? ¿Adrien Montbailly?

Yo con lágrimas en los ojos, pero ya más calmado, le contesto: Así es, soy yo. ¿Qué se le ofrece oficial?

-Nada más entregarle esto, por encargo de la señorita Sophie Ailliot, léela y entenderá por qué no se lo puede entregar ella.

Yo algo asustado, sorprendido y con un poco de inquietud, decido abrir rápidamente el sobre, para leer su contenido. En él había una carta, y una medalla que le pertenecía a Sophie. Sintiendo los nervios recorriendo mi cuerpo, empecé a leer:

Hola Adrien, sabía que estarías buscándome, sabía que vendrías a verme también, y también sabía que estarías leyendo esto ahora mismo. Sé que estarás desconcertado por el simple hecho de saber que estoy acá, pero quiero pedirte que no me juzgues. Tuve que actuar
de esta manera porque llevaba meses tratando de separarme de Pierre y nunca pude lograrlo, siempre que me alejaba de él, él terminaba encontrándome, y si no me encontraba a mí, encontraba a alguien de mi familia, y con eso me amenazaba. Aquella noche que hice aquella pregunta, fue porque eso me estaba ocurriendo; Pierre abusaba constantemente de mí, creyéndose poseedor de mi cuerpo y de mi vida, me obligaba a tener relaciones. Lo denuncié una y otra vez, pero nadie me hizo caso, a nadie le importó que un hombre abusara de mí. Y esa noche que conversamos muy a gusto, sentí que no te merecía, y a pesar del amor que sentía por ti, tuve que actuar de esta manera, ya que sí llegábamos a estar juntos no íbamos a poder ser felices.
Así que aquella misma noche puse en marcha lo que tenía en mente, y pensando una y otra vez si estaba haciendo lo correcto, decidí tomar la justicia con mis propias manos, y por eso terminé matando aPierre de la manera más salvaje, porque así me trató él a mí. Perdón por haberte llenado de ilusiones
si es que lo hice, perdón por las preocupaciones, perdón si te hice pasar malas noches, perdón por haberte querido tanto, perdón por no ser yo quién te cuente personalmente esto, pero es que no iba a soportar mirarte a los ojos, y que me miraras con desprecio.
Mi querido Adrien, me despido con lágrimas en los ojos, esperando que todo siempre te vaya de maravilla, y rogándote que no insistas en verme porque para cuando tú termines de leer estás líneas yo ya no estaré aquí, ya me habré ido muy lejos.

Saludos, Sophie Ailliot.

El silencio me invadió y sentado en el auto, lloraba desconsolado, y gritaba: ¡Por qué Sophie, por qué! El dolor que sentía era tan fuerte, que hasta sentí mis huesos endurecerse. Y tratando de buscar la calma, decidí ir a caminar como aquella madrugada en la que Sophie me acompañó, y sentado en la misma banca, mirando la luna, no podía dejar de pensar en ella, y mirando al cielo, supliqué: “Ojalá estés al lado de Dios, porque así como él sabrá perdonarte, yo también lo hubiese hecho, porque así como Él estuvo esperando que llegaras para estar a su lado, yo también te hubiese esperado”.

Y con los ojos rojos e inundados de lágrimas, volví a mirar al cielo, como si ella estuviese ahí, mirándome desde arriba, y en mente dije: “Voy a recordarte siempre Sophie, a pesar del tiempo, a pesar de la distancia, a pesar de todo, voy a recordarte siempre, ojalá hubiese podido hacer algo por ti”.

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