ENTRE DOS


EN ESTA VIDA

Congelada. Quedó en la esquina de la habitación sin poder emitir palabra. Por suerte, pensaba. Temía que salga de su boca algo de lo que sentía. Siempre racionalizaba todo pero nada de lo que estaba sucediendo resistía ningún juicio.

No alcanzaban las palabras. Su cuerpo seguía tieso, su corazón palpitaba y toda ella cabía en los brazos de ese imán que la atraía, sin ninguna explicación, al otro lado del salón.

Una fuerza centrífuga los impulsaba a juntarse. Sus ojos ya no bastaban. Sus sonrisas se volvían evidente. Todo lo bueno sucedía en ese instante entre los dos.

Ambos seguían sin moverse, sin poder moverse, sin saber como moverse sin ser vistos. Vistos por todos los que no podía entender nada de lo que estaba pasando. O mejor dicho todo lo que estaba pasando.

Ellos sólo sabían que podían estar toda una vida juntos, ésta y las próximas. Y también las anteriores. Eso! pensó. Tenía que ser eso, en otras vidas se abrazaron tan fuerte como querían hacerlo en ese momento.

La fuerza que los unía en el centro del salón no era otra que esas ganas inexplicables y a la misma vez incontenibles de ir al encuentro de un otro perdido desde hace tiempo.

Esas sonrisas no eran más que la alegría de a pesar de todo haberse encontrado. Aunque esta vez sólo se quedaran congelados en la esquina del salón.

Se acercaron. Lentamente.

Temiendo ser descubiertos se comportaron como dos desconocidos frente a todos y se presentaron por primera vez en esta vida.

SUPERPODER

Si tenía que elegir un superpoder quería detener el tiempo, lo supo en ese momento. Hasta ese entonces nunca había sabido que debía responderle a su abuela cuando de niño le preguntaba si prefería volar, tirar rayos x o parar el tiempo. Pasaron 30 años para decidirse. Bastó con que ella apareciera en ese lugar para que él no dudara ni un instante que lo que más deseaba en el mundo era haber elegido sin dudar ese superpoder.

Quería observarla durante horas sin que nadie se percatara de las ganas que tenía de abrazarla y acariciarla sin parar. Tomar su pelo y rozar su cara. Darle la mano y sonreírle sin tapujos.

No conocía siquiera su voz, no sabía su nombre, su edad, qué la traía a ese lugar, si venía sola o acompañada. Nada de todo eso importaba. Le alcanzaba con verla para saber que podría cobijarla en su pecho durante toda la vida. Podía tocarla hasta que le sangren las manos y sostenerla en sus brazos hasta que ella se canse.

Pensó mejor, quería parar el tiempo y dejar a todos quietos, excepto a ella. Sus ojos le decían que también lo anhelaba. En realidad no sabía si eran sus ojos los que hablaban o la manera en que ella se había quedado congelada en la otra punta del salón al verlo entrar. De pronto se movió y como al fin y al cabo él no tenía ningún superpoder también tuvo que avanzar. Lentamente fue hacia ella. Todo su cuerpo entumecido, sus manos transpiradas y su sonrisa pintada en su rostro.

-Hola, Clementina -dijo y besó su cara-.

-Hola, Álvaro- respondió y no pudo más que rozar su hombro al hacerlo.

DESDE AFUERA

Josefina se quedó esperando que su novio la presentara. Él parecía algo confundido, quizá se sentía mal con toda esa gente revoloteando. Era la primera vez en tantos años que ella iba con él a un evento social. No le gustaba mezclar su pasado con su presente, no porque tuviera nada que ocultar, sino porque entendía que las etapas de su vida no tienen porque andar mezclándose. Accedió esa noche sólo para no aburrirse, toda esa gente ya no tenía nada en común con ella, ¿Con quién hablaría si iba sola? Odiaba las fiestas de aniversario, no entendía por qué la gente tenía esa manía de festejar el paso del tiempo. Así como tampoco comprendía que le pasaba a Álvaro.

-Hola, Josefina, la mujer- dijo y Clementina no pudo evitar el asombro.

RODEADO

De pronto se acordó. No estaba sólo en ese lugar, además de estar rodeados por desconocidos él y Clementina estaban literalmente rodeados por su novia Josefina. Ahora quería desaparecer, volverse invisible y no estar más en ese lugar. Huir de ahí con Clementina a otro espacio tiempo donde puedan por fin decirse todo lo que pasaba entre los dos o no hablar, al fin y al cabo no importaban mucho las palabras. De hecho no sabía muy bien qué le diría, pensó decirle “Te amo” pero sería demasiado, ella podía pensar que era un psicópata y salir corriendo. Quizás invitarla a irse juntos por ahí y no volver nunca más, eso sonaría aún más terrible, tal vez piense que la quería secuestrar.

Entonces lo supo, quería decirle: “Cuánto te extrañé”, no tenía sentido ya lo sabía. Nunca antes la había visto ¿Cómo se puede extrañar a quien no conoces? Sin embargo esa frase era la adecuada.

COMO UNA DESCONOCIDA

La pelota quedó en su cancha, algo tenía que contestar. Su cara, pensó en su cara, cerró la boca y quitó esa sonrisa obnubilada que sostenía desde vaya a saber cuanto tiempo. ¿Alguien la habría notado? Rogaba que no. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Cómo debería contestar una desconocida frente al saludo de otra desconocida? ¿Cómo se hacía?

-Hola, Clementina, un gusto, dijo.- Y tragó saliva esperando haber actuado como una más.-

UN AÑO MÁS

El mozo del lugar salvó la situación, ofreció champagne y todos pudieron evitarse el mal trago de tener que conversar. Cada uno siguió su recorrido por el salón actuando como si nada hubiese pasado. Al menos eso intentaron. Álvaro pensó en volver a hablarle y decirle al oído o a los gritos delante de todos la frase adecuada, pero Josefina no se alejó de él el resto de la noche. Clementina en cambio esperaba verlo nuevamente el próximo aniversario. Si había esperado una vida entera en encontrarlo porque no esperar un año más.

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