Querido lector. Te escribo a ti solo a ti, porque eres el único que puede comprenderme. Supongo que todos atravesaremos tal situación en nuestras vidas. O quizás algunos ya lo hayan hecho. A mi, precisamente, me acaba de ocurrir. Yo lo llamo el mundo interior, pero todo el mundo dice que son cosas del primer amor…

Todo viene de hace dos años y medio. Cuando la conocí a ella. Ya estuve con otras chicas antes, pero nunca sentí nada parecido cuando me crucé con ella. Su mirada, su forma de ser, su tacto de piel, su voz, todo me parecía como un oasis en el desierto. Yo, absorto por su belleza tanto física como mística, me lancé a la aventura del amor ciego. Era en aquel tiempo, yo creía, la persona que podría haber explicado lo que es la felicidad. La verdadera felicidad sabía lo que era y sentía esa dicha en mi corazón. Pensaba que estaba perdidamente enamorado. Y, aunque de verdad lo estaba, al final me dí cuenta de que solo era víctima de mi mente traicionera.

Comencé a hablar con ella y tras un tiempo de tendidas conversacones, llegó un momento crucial. Al saber que era correspondido, mi yo interior sin yo saberlo, se partió en dos mitades, lo real y lo no real. La parte verdadera, la cruda realidad, es que todo aquello, era solo un tránsito por el cual debía pasar. Pues a pesar de los maravillosos sentimientos que tenía, yo tan solo soñaba despierto. Pensé que todo era perfecto, todo iba genial. En realidad nunca fue así aun como ya dije, no tenía idea de nada de qué ocurría.

Por otro lado, la parte no real, la fantasía. Era todo maravilloso, nosotros dos, juntos. Días, tardes y noches demostrando nuestro amor. Describiendo cada una de las letras que componen esa palabra. Lo veía todo claro, como un cielo de verano, sin nubes, reluciente y cálido. Era felicidad puro amor y placer.

Los meses pasaron, y nosotros seguíamos jugando a un juego cuyas reglas desconocíamos. Pensé que todo sería perfecto, imaginé una vida, cada vez estaba más lejos de la realidad. Sin saberlo, me aparte de mi conciencia y sin saberlo, me apartaba de mi amada poco a poco. No noté ningún cambio entre nosotros, quizá ella tampoco se diera cuenta. Y sin ningún descuido, seguimos así, apartándonos mutuamente sin querer, otro par de meses más. Sin embargo, las cosas comenzaron a ir mal.

Yo no di con la respuesta a lo que ocurría pero noté como éramos distantes. Dos seres que se amaban pero eran desconocidos. Hablo ya de los últimos tres o cuatro meses.

Mi cabeza no funcionaba, no era yo. No estaba en este mundo y ella, lo notó también. Quiso ayudarme, pero me negaba, me encontré encerrado en mi mismo, sin poder salir ni querer hacerlo. No quería nada, mi realidad ya no formaba parte de este mundo. Se desvaneció por completo. “Es solo una mala racha” pensé y que ingenuo era. Mi amada aguantó el vacío unos meses, me quería, eso lo sé y no lo dudo. Pero al fin y al cabo no lo pudo soportar más. Pasó lo que tuvo que pasar. Entonces no sabía que hacer, no tenía nada, perdí todo cuanto amaba. Me perdí incluso a mi mismo, divagando entre los cúmulos de ideas que me atormentaban día y noche.

Los días siguientes fueron un infierno. No dormía, comía poco, no quería nada. Odiaba todo la odiaba a ella. Me culpé de lo sucedido y comencé a escribir. Hojas y hojas de palabras absurdas, ideas sin sentido ni orden, sin coherencia. Criticaba todo, la naturaleza, la vida, el tiempo, las persnas… LLegué incluso a perder la fé en las personas, me aparté de todo y todos, me aislé yo solo y plasmaba todo sobre el papel. Escribía, me gustaba, expresaba lo que sentía. En ocasiones rabia, melancolía en otras. Nunca enseñé a nadie lo que pensaba. Poco a poco cada recuerdo de ella se iba calmando y alejando de mí. Era como una luz de una bombilla que se desvanecía en la oscuridad. Fui olvidando los remordimientos y el odio. Seguí escribiendo, me ayudaba mucho. La sombra de lo que fue una vez el amor, se perdía en la lejanía. Me sentía cada vez mejor olvidé todo el mal que me atrapó y me acechaba. Me deshice de esas ideas negativas que me comían por dentro y a las cuales sin duda temí. Hasta que me desperté una mañana y era yo. Había regresado de aquel mundo de abstracción y fantasía. Volví a ser quién era antes.

Al poco tiempo, me arrepentí de todo lo que había escrito, de lo que pensé en esos oscuros momentos de mi vida. Entendí lo que me ocurría, lo entendí practicamente todo. Era capaz de entonces darme la explicación que antes no encontraba. Me había cegado tanto en el amor que creé un mundo a mi medida. Ahora sé cual fue mi error más grande, no sabía como controlarme, no supe abrir los ojos. Entendí que tenía miedo a perder mis sentimientos y el amor y por eso, a ella y todo lo demás lo perdí.

No la culpo por haberme dejado, mas le doy las gracias. Me ayudó a encontrarme a mí mismo, me sacó de mi propia cárcel de oro y lujo. Gracias a ella, vuelvo a ser quién era. Me ha proporcionado una lección muy importante sobre la vida y no pienso desperdiciarla.

Ha pasado algo de tiempo y creo que me he vuelto a “colar” por una chica. Ella es hermosa, morena de piel y con unos ojos oscuros de color marrón. Siento que mi corazón me da vueltas en el interior. Y no voy a mentirte, vuelvo a tener algo de miedo. Aunque no es el mismo miedo que tuve antes. Siento que es un miedo sano y débil, lo cual me alegra. Sé que esta vez nada será igual, sé que he cambiado, he aprendido mucho. Pero también sé que esta chica es genial, me encanta hablar con ella. Y aunque parezca que me estoy perdiendo en un nuevo mundo irreal, no temas por mi querido lector, esta vez tengo los pies en el suelo, esta vez, se donde estoy, se quién soy y soy más fuerte. Aun siempre está bien fantasear un poco.

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