Fue entonces cuando un grito sordo lleno la sala, seguido del silencio y mas tarde la huida de mi padre.

Me llamo Marck, tengo ocho años, yo estudiaba en el colegio de en frente de mi casa. Todos los días nada mas tocar la campana corría a mi casa, no como todos, para huir del colegio sino para esconderme en mi habitación antes de la llegada de mis padres a casa. Ellos siempre se estaban peleando y sus gritos llegaban a mi habitación, los cuales yo escuchaba en silencio mientras trataba de no hacer ruido.

Todo lo que yo hacia les daba igual, me ignoraban tanto si en un examen sacaba un cero como si sacaba un diez, yo estaba apuntado a una escuela de canto y baile, aprendíamos a cantar y a bailar una obra o un musical y luego la exponían a los padres. Después de cada una de estas obras yo regresaba a casa solo, llorando pues se habían olvidado de hasta recogerme. Al volver a casa nadie me preguntaba, nadie me atendía.

Los únicos días felices eran cuando mi padre se iba de viaje o de fiesta pues mi madre se calmaba y podía hablar con ella. Cuando estaba solo con mi padre, no hacíamos nada y él solo se dedicaba a insultar a mi madre a sus espaldas.

Todas y cada una de las noches lloraba, ninguno de ellos era capaz de ponerse de acuerdo en nada. Las peleas no tenían apenas sentido, normalmente discutían porque sí, yo no podía entenderlo, sufría mucho y no pasaba un buen rato. Todo eso día tras día, provocaba que me refugiase en mi mismo y no me centrase en lo demás.

Mi expediente académico era un caso perdido, a penas hacia los deberes y por ello no tenia buena reputación en el colegio. De hecho era objeto constante de burlas y risas del resto de alumnos. Los profesores no confiaban en mí y aunque sospechaban nunca les llegue a contar a penas nada sobre mí, mi familia y la situación en la que estaba.

Al terminar la clase y abandonar el colegio, mis supuestos amigos y compañeros me empezaban a llenar el móvil de mensajes, burlas, criticas, protestas, insultos…

En resumen, por aquella época no era feliz, no sabia comunicarme, no sabia defenderme, apenas sabia como reaccionar, pues en la familia, a parte de la abuela nadie se interesaba por mí.

La única vez que no discutían era cuando íbamos a casa de la abuela, no querían que ella se enterase, pero aun así se respiraba un aire extraño e inhóspito. Nadie solía hablar pese a los intentos de la abuela. Mi madre miraba fríamente a mi padre y le correspondía con pataditas por debajo de la mesa. Por la tarde, mientras mi padre y mi madre dormían yo y mi abuela nos dedicábamos a hablar sobre la situación familiar, veíamos la televisión, resolvíamos sudokus… Todo esto duraba hasta que mis padres volvían a despertarse malhumorados y con ganas de matarse.

Fue en vacaciones de verano, por la mañana mis padres me llevaron a casa de mi abuela. Allí pase una larga semana, fue un tiempo muy feliz,

con mi abuela pasaba muy buenos ratos, todo era divertido y afable, me lo pasaba en grande.

Para mi fortuna la suerte me sonrió y al volver de casa de mi abuela mis padres ya no se estaban peleando, no se gritaban, no se miraban mal…

El primer trimestre fue espectacular, todo giraba en torno a mí, mis padres me ayudaban yo me esforzaba más y aparte pasábamos mejores ratos en familia, por primera vez me sentía un niño de verdad. Pero no podía ser eterno.

Cierto día a mi padre le echaron del trabajo por falta de presupuesto por lo que salió muy cabreado de lo que era su trabajo, para colmo sufrió un accidente de tráfico de vuelta, un hombre que iba borracho irrumpió en la carretera por la que iba mi padre en sentido contrario, impactando y devastando la parte delantera del coche de mi padre. Encima el coche era nuevo.

Después al llegar a casa comenzó a discutir con mi madre ladrándole todo lo que le había pasado. Esta empezó a enfadarse con él por la forma en la que la gritaba por lo que ambos comenzaron a berrearse y a insultarse.

Cerca de las dos de la madrugada los gritos de ambos se calmaron y mi madre salió echando humo de la habitación.

Otra vez mis padres estaban enfadados. Mi madre se fue temprano al trabajo y mi padre horas mas tarde salió a quién sabe dónde. Yo ese día fui solo al colegio y al volver mi madre estaba llorando en el salón, tratándose de tapar lo que era sencillo de adivinar: un moratón.

Mi padre no apareció en los próximos tres días, y para lo que apareció, podría haber evitado volver.

Fue un jueves por la noche, mi padre entro en casa ebrio mientras mi madre se encontraba leyendo en el salón. No sabía que estaba pasando, a ratos se escuchaban gritos, a ratos se escuchaban reprimendas, se llegaban a escuchar golpes… Todo eso paró en seco con un fuerte sonido que llenó el aire, un disparo.

Acto seguido mi padre salió con una sonrisa de tonto en la boca. Lentamente fui ganando el coraje para entrar en el salón a investigar para ver que había ocurrido. No debería haberlo hecho, vi el cadáver de mi madre vencido en la alfombra, empapada en la sangre derramada por el crimen.

Justo entonces vi un reflejo detrás del sofá, me hacer que y encontré una pistola. Solo pensé en lo negativo, solo pensé en lo que no tenía, en lo que me habían quitado y lo que se me había negado a tener. Solo presioné el gatillo y la calma reinó en mi mente.

Horas más tarde mi padre lloraba desconsolado tras haberse dado cuenta de que había tirado aquello que en el fondo más amaba.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS