Paulo estaba parado frente al garaje, descalzo, con una mano sobre la cabeza mirando lejos. Su mente estaba lejos ya. Vania no entendía qué era lo que le pasaba a su chico y la verdad, estimado observador, es que nisiquiera yo lo se.

Paulo es un chico normal. Al menos lo es por fuera. Esta tarde lleva un polo suelto con un divertido dibujo que ironiza sobre la marihuana, un pantalón y zapatillas a la moda y sostiene además una cerveza en su mano; siempre la derecha. Su zurda es mala, lo supo en el fútbol; pero su corazón es grande y, en un corazón grande habita todo tipo de criatura, desde un inofensivo pólipo de coral hasta un demonio serpiente que prefiere dormitar sobre una roca. Pero eso ya lo verá usted mismo cuando conozca a Paulo.

A veces Paulo escribe, como yo y como usted; solo que muchas de las hojas que con mayor esmero guarda en una caja de zapatillas, contienen la respuesta a las dudas más profundas de toda la humanidad. Difícil decir si él lo sabe. Vania lo sabe pero prefiere no saberlo y disfrutar de su cigarrillo sabor a uva.

Vania es una chica hermosa. Una mujer tallada en detalle absoluto a partir de una piedra dura y milenaria. Sus ojos son negros como una noche no tan fria y su ánimo fluctúa de acuerdo al movimiento de las aves. Es fácil entender porque Paulo la ama. Pero ¿Lo hace? Como ya se habrá percatado usted, Paulo es hasta cierta medida inexcrutable. Tendría que usted verlo con sus propios ojos y tratarlo de igual a igual para entender lo que aquí le digo. Seguramente pronto lo hará.

Los documentos que ha creado este hombre durante veinte años es en lo que debemos pensar primero. No miento ni exagero cuando me lanzo a decir una cosa tan pesada como esto: No hay pregunta que no pueda ser respondida por ese fajo de papeles viejos; algunos incluso arrancados de un miserable cuaderno de clases.

¿No le parece interesante a quien se le entrega semejante poder? A veces parece que una mente ávida de tragedia domina el universo. Pero claro, usted aún no sabe porqué le digo esto. Nueve años Paulo solo pensó en Vania, su vida se trató de ella y de como ella se movía y de como le hablaba y le mentía con amor. Nueve años Paulo paso de transformación en transformación, de nombre en nombre, de libro en libro y de maestro en maestro para encontrar respuestas que, como usted anticipará inteligente compañero, en realidad siempre tuvo.

Paulo nació un lunes de guerra fría, con saturno a veintinueve años de distancia, fue criado, muerto y resucitado por su propia mano. Perdió todo y ganó todo de nuevo durante mil vidas. Pero el siente que hoy ganó el premio definitivo, de eso estemos seguros.

Es posible que no esté equivocado. Cuesta creer en las viejas historias de hombres y mujeres nobles; con un corazón oscuro y helado pero agudo, afilado y verdadero. Criaturas de diamante que se olvidaron de la brisa porque no les servía para nada; así como el llanto. En todo caso, aquí estamos para presenciarlo. Paulo está a punto de escribir luego de dos años; saturno ha vuelto y Vania lo mira meciéndose y ronroneando en la hamaca del jardín. Las aves han hablado, es tiempo ya.

Esta vez no va a parar. De hecho es posible que la tarea consuma lo último de su espíritu y su cuerpo se yerga acabado cual envase sin agua. Es posible que este sea su fin. Vania lo sabe y algo ínfimo, que solo ella conocerá muere en su pecho. No sigue con eso porque lo ama como solo lo hacen los animales de la Siberia.

A las siete de la noche llega un auto a buscarlo. De él baja un hombre cubierto de ropas negras llamado Elliot. Ha sido maestro de Paulo los últimos cinco años y ha visto progresar su obra a través de todas sus fases, desde que no tenía forma hasta que se convirtió en un mar de imágenes y sonidos venidos del mismísimo núcleo de la creación. Hoy son tiempos diferentes para él, mira hacia la casa en la que vive su estudiante y le remece ligeramente el corazón saber cuánto abandona; pero está tranquilo: presiente verdad en su impulso.

Ambos hombres se encuentran en la entrada y, luego de mirarse por un rato como para decirse rápidamente todo lo que no se dirán, se abrazan. Salen juntos y suben al auto. Una vez adentro del vehículo, conducido por un hombre de la casa Baltimore, Elliot se quita el sobretodo y saca del bolsillo un objeto pequeño de metal. – Toma, ella quería que la tuvieras tú.- Paulo abre la mano, lo recibe y su corazón da un vuelco, no lo puede evitar. Los recuerdos de su madre son intensos, lo persiguen en este y otros mundos. Posiblemente lo harán incluso cuando haya muerto. Hay vínculos imposibles de romper y este es el caso de uno hecho con seda del infierno.

Su madre sufría de ataques de psicosis cada cierto tiempo; durante esos episodios, sin querer, abría ante su hijo, ya desde muy pequeño, las puertas de mundos sumamente complejos para el entendimiento. Algunos idílicos y otros tristemente perturbadores. No sería correcto juzgarla, ella trató lo mejor que pudo pero hay cosas que uno no puede elegir en esta vida como es el caso de Paulo el día de hoy. Hoy no puede elegir no ser quien debe ser, esos tiempos se desvanecieron el primer día que conoció a la chica que hoy lleva a su hijo. Ninguno de los dos lo sabe tampoco y, si lo supieran, nada cambiaría. Ella querrá al niño como nada en esta vida, lo educará bien y este será un ser humano ejemplar. Paulo, por su parte, se habrá tornado en algo distinto.

Algunas personas no pueden tolerar por mucho tiempo ese estado de calidez, de masa cociendoce al fuego, de olor a pan, a leña. Esa sensación de casa, de perro en el patio; de cama y de dormirse oliendo ese perfume que siempre fue suyo y de nadie más. No es que les moleste, es solamente que son ajenos al estado. ¿Qué hace una pantera de día? Desaparece. Paulo y Vania son panteras negras bajo el sol y este es el inicio de su última historia.

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