Así llegó a su final. Una noche de tragos lejos de su ciudad, la necesidad de hablar y sentir lo que en aquellos días la hizo salir de este planeta, la llevo a tomar su celular para escribir entre líneas “¡cuánto te extraño! … eres lo único que podría haber querido tener a mi lado”. Pero al otro lado del teléfono sólo había una voz escrita, una que decía “no puedo ahora”. ¿Cuál era la razón por la cual no quería escuchar sus gritos de necesidad? Ella lo sabía. Su corazón extraído por el dolor la hizo recordar aquellos días en los que sus ojos no dejaban de desahogarse, noches enteras a la luz de una vela y mil botellas de vino vinieron a su mente. Dos mundos extraños, exagerados, inmersos en una misma atmósfera que no permitía más que crear diferentes percepciones para cada habitante de esa historia, un amor que sólo llegó de un lado, un dolor que lo sintió sólo uno de los dos personajes de ese mundo.

No era la primera vez que sentía eso, ella era la magia que envolvía los corazones más inertes, por eso logró captar su atención un día cualquiera sin la necesidad de buscarlo, sólo sabía que la energía estaba en ese momento, en ese lugar idóneo para que dos almas con distintas visiones del mundo juntaran sus miedos. Así lo vió por primera vez, entre las notas musicales de un hermoso color oscuro que opacaba el resto de la humanidad, sobre todo de aquellos que habían hecho posible ese momento. Los dos, amantes de un mismo ritmo y una misma locura; presos de un mismo sentido de vivir y con ganas de escapar de un sistema que no era el suyo; hizo que no fuera la última vez.

Ella guardó su número en el celular de él y esperó cada instante en ese lapso eterno para que llegara un “hola”. Día tras día su vida quedaba inmersa en ese momento que la acercaría nuevamente a aquél, quien por primera vez había hecho que rompiera las reglas. Así, un día cualquiera llegó el momento que la hizo conocer su propia miseria. Desde el primer minuto, ella miraba sus ojos que tenían tantas historias ocultas y que la inducían a ser una de esas que inician en una noche y terminan en pocas horas. Su torpeza hizo que perdiera la esperanza de verlo nuevamente, ¿qué hacía que su mente no concatenara los recuerdos y las cosas que creía conocer?, ¿por qué olvidaba todo con sólo oírlo pronunciar una palabra?, era extraño, ella sólo quería que no la olvidara, pero para eso, se estaba difuminando en sí misma. La noche termina y pasa mucho tiempo para estar nuevamente a su lado, pero luego, cada día se hacían más cercanos, más constantes, cada instante a su lado valía el segundo que tenía que ser recorrido por la tierra para que sucediera, el dios del vino y la música Ceratiana fue testigo de las noches de locura, de los momentos fugaces en los que crearon historias mágicas para volar, no historias de amor, sino mundos paralelos en donde cada uno fuera cada quien.

Eso envolvió a los amantes, cada semana su encuentro era un ritual, inhabitual para el mundo, perfecto para ellos. Les permitía colarse entre las filas de los mejores escritores, músicos, poetas y artistas, vinculándolos a aquel momento que hacían eterno. El tiempo no era un limitante, podían ser los minutos más largos y menos explicados por las ciencias exactas. Todo parecía perfecto, todo parecía mostrar que sus miedos eran uno sólo, que los silencios acompañados de algunos días eran los que necesitaban, que indagar en la mente del otro no sólo era practicar la mayéutica, sino descifrar cada uno de sus movimientos, de sus gestos que perfectamente eran entendidos. Sin embargo, él quien al parecer ha hecho parte de esta historia pero no ha sido protagonista, le fue infiel a su alma, traicionó la voluntad de quien quería ser, para volver al sistema del que siempre escapaba. Un día cualquiera, decidió borrar su recuerdo, acobardar la ilusión de tener una vida como la soñaba y seguir jugando como niños a inventar mundos, se rindió, no quiso volver a planear sus saltos por la vida con aquella niña que había apalancado sus caprichos y había sido su cómplice en las noches de desasosiego. Por ésta razón apareció otra “ella”, una más, no puede definitivamente haber un “ellas” porque no quedaría bien la historia, ni siquiera cumple las reglas de la sintaxis y por esa razón, tenía que borrar la “s” que dañaba todo lo escrito hasta ahora. La que inicialmente existía se fue, siguió sus sueños y planeó estar al otro lado del atlántico, su dolor no la dejaba seguir compartiendo el mismo espacio y sus metas cada vez, hacían un llamado más resonante en sus días. Por eso, después de noches enteras en las que creyó que ningún ser humano podía llorar tanto, se llenó de fuerza y decidió marcharse a ese viejo lugar del continente en el cual iniciaría una nueva vida.

Lejos de casa, construyendo, extrañando todo lo que había dejado en ese lugar que la había hecho feliz, llena de miedo en las noches de insomnio, mirando los pocos recuerdos que había traído y extasiada de la esperanza que se desvanecía en sus lágrimas, leyó su último mensaje, el que después de varios, la hizo tomar la decisión más sensata pero más triste de su vida… dejarse ir no era una opción, era una decisión que la mantenía más completa, era lo que necesitaba para evitar un largo viaje de regreso, decir adiós, era recuperar la posibilidad de concatenar recuerdos con lo que creía conocer, era sentir que el amor no es lo que desestabiliza las almas, era olvidar que tenía que estar suspendida en el tiempo ese que muchas veces había violado, era sentir que su vida ya no estaría más mediada por esa sensación de propiedad. Por eso, esa noche, al contestar su último mensaje, sabía que no había más tiempo, que era el último momento y que a partir de ahora la historia sería otra, con otros colores, otros ritmos y otros instantes.

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