-¿Cómo se sintió el día que reconoció a su madre?-Comenzó Phil, el presentador, tras introducirle como <<Hoop, el protagonista de la historia que está en boca de todo el mundo>>.

Podía sentir la expectación creada con una sola frase, el fin de un murmullo contenido entre las filas del público.

-Al oír su voz, preguntándole a la frutera por la procedencia de unos tomates, una imagen inundó mi mente, la cara de mi madre en medio de un estallido de luz blanca diciéndome <<soy tu mamá, amor mío>>.

-¿Qué pasó entonces? -dijo Phil, directo como siempre, por eso me gustaba tanto ese presentador.

-Me sentí desorientado y me caí. Déjeme que le diga algo sobre mí -añadí sin dejarle meter baza-. Recuerdo toda mi vida, por eso sé que esa imagen tenía que estar en algún sitio de mi cabeza guardada. Pero siempre que la recordaba a ella, la que venía a mi cabeza era solo su voz mientras me tenía en sus brazos.

-Entiendo. ¿Qué quiere decir con que recuerda toda su vida? -preguntó, tras tomarse un momento.

No se oía un alma, evidentemente alcanzaba a escuchar sus respiraciones, pero ni uno solo en toda la sala cuchicheaba lo más mínimo. Me empezaba a dar cuenta del impacto que había tenido no solo en los medios por transmitir una noticia fuera de lo común, sino en el ciudadano de a pie. Entendía muy bien lo que podían llegar a sentir, hermanos de la misma guerra, lo que nos arrebató a cada uno de nosotros. Me sentía unido a ellos, y ellos, a mí.

-En el sentido literal.

-Ya. -soltó Phil, recostándose en el sillón-. ¿No es usted muy presuntuoso?

-¿Qué sabe de mí? -repliqué-. Hasta hoy solo le hablé de mi don a una amiga íntima.

-Sé que es usted profesor de Historia Contemporánea y también sé de su expediente académico, algún notable o sobresaliente suelto, entre curso tras curso plagado de matrículas. Pero eso no quiere decir nada -apostilló-, yo también he tenido compañeros brillantes.

-Si – reí-, De vez en cuando me gustaba disertar, introducir mi punto de vista del asunto. Aprendí a no hacerlo y poner simplemente lo que se esperaba de mí, de todos. La lección tal y como nos la había soltado en clase el profesor -terminé para comenzar inmediatamente lo que me interesaba recalcar-. Respecto a mi memoria, bueno, puede usted creerlo o no, me es indiferente, como que lo haga el resto de los aquí presentes. Si lo cuento ahora es para dar veracidad a la historia y transmitirles algo a todos ustedes.

-¿Y qué es? -Se interesó el presentador más elegante del momento. Un alumno mío al que pregunté qué le parecía el programa cuando recibí la invitación, me relató lo bien vestido que iba él siempre en la tele. Y cómo parecía su imagen una parte perfecta, exquisita del decorado, en medio del halo de luz blanca que creaban dos focos encima de entrevistado y entrevistador mientras el resto de la sala permanecía en la negrura más absoluta.

-Todo a su tiempo -le respondí con una sonrisa.

Se repuso inmediatamente.

-Tras la vuelta de los campos de trabajo en los que estuvo recluida su madre, le fue imposible dar con usted, según tengo entendido. Porque la partida de nacimiento con su nombre no se hallaba en los archivos que fueron recuperados de la devastación total de las ruinas del hospital. ¿Quién le puso a usted el nombre de Hoop?

Estaba bastante bien informado, probablemente habría indagado sobre las pesquisas de mi madre puesto que sabía que ella se había negado a hablar con la prensa.

-Verá, el día que cayeron las bombas sobre el hospital, fue el primer día de mi vida. Me encontró un enfermero sudafricano al que no le permitieron adoptarme, entre los brazos de una matrona que había dado la vida por mí. Ese fue el día que perdí la vista. Y el día en que al encontrarme herido, pero vivo, me puso Hoop, Esperanza en su idioma. A pesar de que me habían arrancado del pecho de mi madre en el momento del primer impacto para llevarme donde pudiese estar a salvo. ¿Dónde estarlo cuando caen las bombas a tu alrededor?

Yo no podía ver la cara de asombro de mi sagaz compañero, que se las había visto cuál director de orquesta todos los jueves con personas ilustres, gente influyente, políticos e incluso algún gran pensador, supongo que para dar caché y un toque más interesante al programa. En cualquier caso me di cuenta al momento, pues se dirigía hacia mí con una entonación distinta, con más reverencia.

-¿Y qué fue del enfermero?

-Venía a verme todos los días mientras estuve en el hospital, me cantaba y le dejaban ocuparse de mí. Más adelante cuando el Estado se hizo cargo de mí, él regresó a su país.

-Y su madre, ¿está convencida de que es usted el hijo pródigo? – dijo Phil, echándose hacia delante en su bonito sillón de cuero.

-Mi madre… -comenté, paladeando las palabras-. Mi madre tiene fe en mí, Phil. Bueno, eso y que dice que tengo cierto parecido a mi padre, que en paz descanse. Supongo que creyó en mí desde el momento en que la llamé madre, visiblemente perturbado, cuando se agachó para socorrerme en la frutería. Sobrevivió a eso y a encontrarse con un hijo invidente todo de golpe. Y a muchas cosas más antes de eso. Las madres están hechas de otra pasta. Su lucha por encontrarme la ha debilitado mucho ¿sabe usted? Había muchos bebés ese día en el hospital, el archivo solo tenía unas pocas partidas de ese día, y bueno, en resumen, no ha sido fácil. Así que les agradecería a todos ustedes de los medios de comunicación que no la molesten.

-Tiene usted mi palabra de que nadie de mi equipo lo hará -prometió.

Callaron un instante.

-Hoop, sé que ha rechazado numerosas entrevistas antes de decidirse a aceptar la nuestra -dejó una pausa como esperando que siguiera, así que lo hice.

-Me gusta como lleva el hilo de la conversación con los invitados que trae cada semana, por eso me declaro un fiel oyente suyo -confesé-. No tiene nada que ver con la pequeña suma que me han ofrecido para mejorar puntos de mi vivienda para una persona con mis limitaciones. Me he acostumbrado a mi forma de vivir. Quizá sí que me haga con unos cuantos libros en braille o en audio. Pero el resto lo donaré a mi asociación.

-Entonces, si no es por el dinero ¿tanto le gustamos? -preguntó Phil.

-En realidad he venido a daros un mensaje a todos. Soy consciente del impacto que ha causado mi historia, lo soy desde el trato más respetuoso si cabe recibido por mis alumnos hasta por sus padres que de repente están todos interesados en tutorías conmigo, cuando sus notas ya eran buenas -Sonreí. Phil aprovechó para lanzar una risa corta, al igual que el público-. Las noticias cuando enciendo la radio o el televisor, y los murmullos de la gente al pasar cuando me dirijo a mi trabajo cada día -hice una pausa, me levanté y me puse de cara al público-. Estoy aquí para dirigirme a mis hermanos que sois vosotros, somos el mismo pueblo. Y hemos sufrido mucho. Quería deciros que tengáis Esperanza en vuestras vidas, que no la erradiquéis de vuestro corazón como habéis hecho estos años, trabajando como una hormiga para subsistir y reconstruir lo perdido. Sino para vivir.

Me quité mis gafas negras. Para que vieran. Para que entendieran.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS