Había sido una noche larga , no solo no podía olvidar aquel echo, no era el que más me había dolido, pero cada vez que algo así ocurría, me atormentaba hasta en mis sueños, por así llamarlos. Lo revivía, sintiéndome impotente, ojala fuera mas fuerte, era mi sueño, yo podía cambiarlo, pero no era así, no manejaba los hilos de mi marioneta. Aquella sensación, me perseguía, no todos los días, había días en el que sol brillaba, mis pilas se recargaban y me sentía invencible, el mundo rodaba bajos mis pies, en los cascos sonaba la canción perfecta, esos eran los buenos días. Con el tiempo aprendes que las cosas no desaparecen, que queda la cicatriz, del tipo que al cambiar el tiempo vuelve a dolerte a pesar de estar curada. Lo que no te destruye te hace más fuerte, no era eso lo que se decía, pues no. ¿Aquellos que lo decían, realmente lo creían? Sentía que era el premió de consolación , pobres infelices y yo pertenecía a ese grupo ¿ Quién no ? ¿ Te crees distinto?

Retiraba el vaho del cristal, observándome ¿Era todo lo que se decía de mi? ¿ La del reflejo realmente era yo? Te contaré que hasta los que me querían destacaban mis imperfecciones más que mis virtudes, a veces en plan broma, pero aquellas palabras inocentes, hacían eco en mi interior, y cambiaba mi actitud. No podía dejar de ser quien era, pero quizás dejar de ser tan yo. Llegue a dejar de querer a mi reflejo ¿somos lo que relejamos? O ¿realmente somos más? Sabía que no era la única en el mundo en sentirse así, en el colegió hablaban del bulling, yo lo había vivido ¿Quien no? Lo que nadie mencionaba que el bulling no desaparecía ni de mayor. ¿ La sociedad tenía que cambiar ? ¿Sería posible? ¿Quizás yo era demasiado sensible?

Personalmente opino que las comparaciones son odiosas, pero no podemos evitar hacerlas ¿o si? Por ejemplo crecer era casi una obsesión, ponerse de puntillas y alcanzar lo que deseábamos, podía ser desde llegar a la estantería de un juguete, coger la galleta de la encimera de la cocina, hasta no necesitar que te situaran en la fila de delante para hacerte la foto del colegió y que tus compañeros no te taparan. Recuerdo la frustración de decir soy más grande por que nací antes y que mi compañero me dijera:

– No, porque yo te saco..mira lo que te saco- la mano en posición horizontal y ver como de su cabeza pasaba por encima de mi sin rozarme. Derrotada, lo sabía, pero yo era más grande y por mucho que me superara de de altura, no me podía mandar aunque lo hacía. En casa me decían ya crecerás, las amistades de mis padres decían:

– Que bonita tan pequeñita, un muñeca.

– Si es que en la familia no somos muy grandes.

– Ya crecerá. – que decir si no.

Genial! estaba en mi genética, no sería más alta por mucho que lo deseara y el apodo de tapón me perseguiría. Eso dejo casi de doler, llego la edad de los tacones y de que encontrar novio fuera mas fácil, sin preocuparme en que fuera mas bajo que yo. Las chicas querían los novios altos, poder usar tacones, no buscaban que se rieran de ellas. Mi altura por aquella época era envidiable. Después sufrí un problema de espalda y aprendí que la vida se percibe distinta según la altura que tengas o quizás fuera la madurez, o que ya no era de las mas bajitas que circulaban por la calle.

Mirando atrás puedo recordar mil cosas que me hicieron insegura o fueron motivo de burla en casa y en el colegió. Al morir mi madre, fui incapaz de volver a clase, sabía que cualquier cosa podía esperarme, risas y burlas, pase un mes encerrada en la biblioteca. ¿Cuando comenzó? Tenía apenas 5 años cuando la profe no me dejo ir al cuarto de baño, por mas que le suplique y un escape me hizo motivo de risas y burlas, la bebe. La lección de la profesora, para que no volviera a suceder, fue desnudarme y humillarme entre mis compañeros. En el cole se aplica la ley del más fuerte, perder una madre no despertó compasión, me defendí y pase de las palabras a las manos ¿ me equivoque ? Estaba cansada de tener miedo. Los niños me repetían lo que escuchaban de los mayores:

– No tienes mama por eso eres una salvaje – cuando me pillaban soltando toda mi rabia.

– Una niña pegando que escándalo!

– Las niñas no pegan, no es de señoritas.

Ya me gustaban más las cosas de chicos que las de chicas, así que el mote de marimacho ya me lo había ganado antes. Después a cierta edad por mi forma de ser me llamaron lesbiana. Ligaba más fuera que con los chicos del colegió, lo que me hizo algo más popular e interesante fue cuando comenzaron a recogerme mis atractivos ligues. Eso pinto una nueva diana en mi espalda y pase a ser una calienta, ya sabes. Por envidia, eso me decían. Llegaron a pintar paredes de mi calle y recuerdo como aquello me hundió hasta realmente querer ser lo que decían.

Desde que perdí a mi madre en casa las cosas nunca fueron sencillas. A demás se me exigió madurar, mi abuela se había criado en otra época y ni que decir de un padre que era de la época machista, así que las responsabilidades del hogar a cierta edad recaían en mi por el simplemente de pertenecer al genero femenino y lo que de mi se esperaba al ser la mujer de casa. Cualquier fallo era duramente criticado y expuesto a juicio familiar. Costumbres que no perdemos con tal de que aprendan la lección. En mi familia todos eran algo, incluso algunos poseían varías carreras universitarias y los que no eran las ovejas negras. Los sucesos del colegió ,los problemas de fuera, mas algunos que no me atrevía a contar, pues no quería que nadie mas me juzgara, créeme el peor error de mi vida, pero aun dudo si habrían cambiado las cosas o me las habría complicado aun más. Todas mis acciones me llevaron a ser del grupo de las ovejas negras, daba igual lo que hiciera, aunque yo solo buscaba la aprobación, había alguien mejor.

Ser adulta no era más sencillo, aquellos sucesos, fueron los patrones del traje que llevaría el resto de mi vida y ahí me encontraba juzgándome frente al espejo, viendo lo que los demás veían y sintiendo lo que yo era. Estéticamente podía considerarme agraciada, a pesar de la maternidad mi silueta era envidiable y criticada. Oh si! muy criticada. Mantenía mi talla de modelo de bolsillo a pesar de tener las caderas ligeramente mas anchas. Pero había perdido pecho (tres lactancias), pero no podía quejarme ¿como atreverme?

– al menos no se te caerán al suelo!

También había otros que hicieron que me propusiera operarme por sus comentarios, el dejar de vestir según que cosas o el evitar comprar un triste sujetador. Hasta los ánimos de un ginecólogo:

– Las operaciones ya no son tan peligrosas, podrías sentirte mejor.

Pero no solo tenía unos pechos pequeños, sino que los embarazos me habían dejado estrías. Mi padre siempre se quejaba de como había cambiado mi sonrisa, el frenillo del labio superior se me había ido rasgado y cada vez enseñaba mas encía al sonreír y con la sonrisa tan bonita que tenía, una tragedia. Un defecto más que evitaba ver en cada fotografía. Sabía que en el fondo no era una operación sino muchas para intentar mejorar las imperfecciones, esas que los estereotipos femeninos marcaban, las que los que me querían veían. Mis hijas eran ahora mi reflejo y decidí lejos de defender a la mujer real, que lo importante era quererme, para que ellas se quisieran, pero no sabía como.

En los trabajos mi personalidad y mi imagen no me lo pusieron fácil. Demasiado amable con los hombres fue sinónimo de buscar algo mas,lo cual me provoco mas de un mal entendido,poner limites en una borde. Ser agradable y sonreír siempre era ser una falsa, así como el no criticar ni contar lo que veía y escuchaba, mantenerse al margen tampoco era lo idóneo. Hasta recuerdo una época en la que gane unos kilos y como se alegraron de que perdiera mis formas, prepárate cuando llegues a los 40, me dijeron , cada día me soltaban alguna, hasta la familia. Podía defenderme, soy de las que no me callo ni debajo del agua, de las que necesitas una aspirina tras pasar un rato conmigo, criticas que me hacían con cariño y a veces sin el, y en esas ocasiones perdía mi voz. Trate de no ser quien no soy para evitar situaciones, otras no puedo, no puedo ser quien no soy. Incluso conduciendo repaso las conversaciones que terminaron con algún comentario que me daño. ¿Lo haces?

Aquí estoy frente al espejo y solo viendo mi reflejo pude recordar años de bulling, lo que a los demás no les gustaba de mi y hacerlo mío. ¿lo sientes tú? ¿Tendríamos que cambiar el significado de la palabra bulling? ¿ampliarlo? O desde mi ignorancia me equivoque y estemos hablando de otra cosa a la que aun no se le a puesto nombre. Las humillaciones a las que todos nos sometemos, las que hacemos porque así nos ha educado la vida, a juzgar y criticar lo que no nos gusta, lo diferente, sin importar los sentimientos de las personas afectadas. Algo que te convierte en quien eres, pero no te deja ser lo que realmente eres, porque en el fondo sabes lo que no te gusta y lo que no quieres para los demás, pero no sabes lo que les duele y les haces daño sin pretenderlo, te lo hacen.

Nadie esta libre de culpa, pero solo sientes lo que te duele, lo de mas puede afectarte más o menos, en mi caso el mundo dolía. Centrarme en mi ombligo era lo sencillo, en esos momentos olvidarme de las tragedias, de que había mas en mi situación con otras historias,que daba igual el genero. Personas que cada día se miraban su reflejo intentando dejar de ser quienes eran, intentando ser una mejor versión y que el mundo les tratara con amabilidad, que sus problemas fueran otros.

El frió se colo por la puerta, 2 de las 3 personas mas importantes de mi vida venían dispuestas a contarme sus historias, sin respetar el turno de la otra. Mirarlas era un bálsamo, ellas, su hermano se merecían un mundo mejor. La vida era dura y había problemas mayores, pero no por ello este menos insignificantes. Podía recordar casos de vidas truncadas por el miedo a seguir sufriendo. Se sentían solos entre los suyos, lo entendía a la perfección. Ninguno teníamos el valor de decir basta a quienes queríamos, como hacerlo a quien no. Como simples comentarios, podían dañar tanto ¿Cuantos habría dicho yo? La realidad era que quizás algunos fuéramos más frágiles, pero que los fuertes no lo eran tanto, y se cebaban con los demás y no siempre intencionadamente, pero así nos había educado la sociedad, sin pensar en que había gente que no podría con ello, que su vida se condicionaría por esos comentarios, que renunciarían a sus sueños, a ser quienes querían ser, a pensar antes de actuar o actuar según los de mas.

Impotente, no podía ser quien era, pero podía interpretar un papel para que te lo creas, alguien que encajara, a tus ojos nada podía dañarme. Deseaba ser mas y un escudo para los míos, pero ni siquiera sabía protegerme a mi, no podía ignorarlo ¿Podría desnudar mi fragilidad? ¿hacerte sentir?

A la chica del reflejo le gustaría cambiar las cosas, le gustaría verse, no ver las inseguridades de los demás reflejadas en ella. ¿Puedes ver la tú?

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