Hora y fecha de la muerte: 08:30 AM. 10 de Noviembre de 2001.

Referencia: Cadáver ST04

Identidad: Samanta Thomas

Edad aproximada: 26 años

Género: Femenino

Estatura: 1, 79 cm

Estado: Hallada muerta en los antiguos Almacenes Clovers. El cuerpo presenta signos de magulladuras en manos y pies. Tiene hematomas en piernas, abdomen y cuello. En los ojos son evidentes vasos sanguíneos rotos, y sus pulmones presentan una hinchazón por asfixia.

Encargado del caso: Erik Martin, Comisario del Departamento de Homicidios.


Sábado. 10 de Noviembre

19:30 PM. Hospital Central. Sótano A. Sala de autopsias.

Una luz tenue inunda un largo pasillo. Una persona corpulenta avanza por el recorrido hasta situarse frente a una gran puerta abatible que se abre a su paso y la deja entrar a una sala llena de camillas, fluorescentes y utensilios misteriosos. En el centro de la sala le espera el Doctor Forense Smith, que examina un cuerpo que yace muerto con una etiqueta identificativa colgando de uno de sus dedos del pie con la referencia: ST04. Ahora, dos personas observan el cuerpo inmóvil de una mujer inerte. Erik Martin posa sus ojos marrones en la camilla y en lo que hay sobre ella. Es el Comisario del Departamento de Homicidios. Apuesto, alto y de complexión fuerte.

– Dime que tenemos pistas Smith -Pide el Comisario.

– Tras un exhaustivo examen tenemos varias cosas. La victima presenta hematomas por todo el cuerpo. La han golpeado varias veces dejando graves heridas. En el cuello presenta indicios de estrangulación manual, tiene la tráquea completamente destrozada y sus pulmones están hinchados, por lo que la causa principal de la muerte fue la falta de oxígeno. Su asesino le arrancó varios mechones de cabello -explicó el Doctor Smith, señalando una pequeña calva en la cabeza de la joven- En las muñecas y en los tobillos tiene magulladuras, que apuntan a que fue atada y torturada de manera agresiva.

– ¿Algún rastro del malnacido? -Pregunta el Comisario.

– Nada. No hay restos de ADN del agresor ni en el cuerpo ni en las uñas. Ni una gota de saliva que pueda indicarnos que su agresor fue el otro cuerpo encontrado.

– ¿No se defendió? -Quiso saber el encargado del caso.

– No pudo. Permaneció atada expectante a lo que ocurría –Aclara Smith.


Tres días antes

Miércoles. 7 de Noviembre

8:15 AM. Hotel Glenco. Quinta planta. Habitación 520.

Alguien abre la ventana. Una mujer joven, de cabellos morenos ondulados, alta y de ojos marrones se asoma a través de ella. El día ha amanecido despejado y sopla un ligero viento que ocupa la habitación de la joven y la hace respirar hondo. La mujer se encamina hacia la cocina donde se prepara un delicioso café caliente. Más tarde se dirige hacia el armario para elegir su ropa. Tiene que ir a trabajar. Es Samanta Thomas, la Directora de Arnold´s Company, una empresa con una plantilla de 600 empleados en un edificio de 15 plantas situado en el centro de la ciudad. Samanta ya ha elegido su ropa. Pantalones negros, blusa blanca, chaqueta negra y zapatos de color beis. Coge su maletín y sale cerrando la puerta.

9:30 AM. Oficinas Arnold´s Company. Decimoquinta Planta.

– Buenos días señorita Thomas. Su café de todos los días, Cappuchino recién hecho, con un dedo de espuma y cacao espolvoreado.

– Gracias Phil -Exclamó la joven cogiendo el vaso que le ofrecía su secretario.

En su despacho Samantha deja su maletín sobre uno de los sofás que ocupan la habitación. Se sienta en su silla, no sin antes oler el aroma que desprendía el café, y comienza a teclear efusivamente en su ordenador. Al rato unos toquecitos en la puerta la hacen apartar la vista de la pantalla. Era Phil.

– Acaba de llegar el señor James S. Williams, le espera en la sala de reuniones de la décima planta.

James S. Williams era uno de los empresarios más reconocidos del país, y tan sólo una de sus firmas como socio de la empresa la podían situar en lo más alto. Pero hoy se trataba sólo de una visita de cortesía en la que iban a ultimarse los detalles para el jueves. El gran día.

Al finalizar el encuentro Samantha sale de la sala de reuniones hacia el vestíbulo. Allí queda a la espera de que las puertas del ascensor se abran y cuando lo hacen Samantha entra en aquel habitáculo eléctrico. Pero no estaba sola.

– Buenos días -Saluda.

Pero no hay respuesta.

Era un hombre mucho mayor que ella, con el cabello canoso, de vestimenta desaliñada y algo desconcertante. Samantha quedó desconcertada cuando ninguno de los botones del ascensor estaba encendido.

– ¿A qué piso va? -Preguntó Samantha extrañada. No hubo respuesta- ¿A qué piso va? –Repitió mientras las puertas se cerraban.

– A ninguno Samantha – Su voz sonaba grave y carraspeada, lo que hizo que Samantha quedara más atónita al escuchar su nombre de los rugosos labios de aquel personaje.

– ¿Quién es usted? -Quiso saber la joven empresaria.

– Eso no importa –Habló de nuevo- Estas muy cambiada desde la última vez que te vi -Dijo mientras trataba de alcanzar uno de los mechones de pelo que resbalaban por la cara de la mujer.

– ¿Se puede saber qué hace? -Gritó Samantha apartando la mano del susodicho de un revés.

De repente un breve timbre avisó de la llegada a un nuevo piso. Por fín. La decimoquinta planta. Samantha salió del ascensor con rapidez. Las puertas del ascensor seguían abiertas, y el hombre hizo ademán de seguir sus pasos.

– ¡No se mueva, llamaré a seguridad! -Gritó obligando a toda la planta a volverse hacia los gritos.

El extraño quedó inmóvil, y mientras las puertas del ascensor se cerraban logró pronunciar unas palabras que llenaron el cuerpo de la joven de escalofríos.

“Volveremos a vernos Sami”

19:40 PM. Hotel Glenco. Quinta planta. Habitación 520.

Samanta se siente cansada, se aproxima a sentarse al borde de la cama para quitarse los zapatos y se deja caer sobre las sabanas. Cierra los ojos y piensa en lo sucedido en el ascensor. ¿Quién era aquel hombre?

La joven se levantó de la cama. Si hubiese seguido tumbada seguramente la habría ganado el sueño. Se desvistió y entro en la ducha. Un sonido agudo la hizo abrir los ojos y la sobresaltó mientras se encontraba bajo el agua. Sonaba el teléfono.

– ¿Sí?…

Nada. Samanta volvió a insistir.

– ¿Sí? ¿Hay alguien?…

Nadie. La joven se quedó en silencio un momento y colgó el teléfono.

Desde que salió de la oficina no paraban de rondar por su cabeza miles de preguntas. ¿Qué había sucedido en el ascensor? ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué intentó tocarla?… Durante el resto de la noche Samantha no pudo pegar ojo. No dejaba de intentar unir las piezas de su pasado para ponerle nombre a ese intruso que había alterado su mañana.

Jueves. 8 de Noviembre

9:30 AM. Oficinas Arnold´s Company. Decimoquinta Planta.

Ese día se encontraba más cansada de lo normal, y cada paso que la acercaba a la oficina parecía más duro. Veía la puerta giratoria del hall de entrada desde el final de la calle, pero su mirada la llevó hacia una figura humana que se encontraba en la otra acera y que no cesaba de seguirla. ¡No puede ser! Ahí estaba otra vez. Ese hombre. ¿Quién demonios era?

– Su café la espera en su mesa -Anunció Phill mientras seguía a la joven a su despacho- Recuerde que antes del almuerzo se reúne con el señor James.

– Sí. Hoy es el gran día. ¡Necesitamos esa firma!

Samantha entró en su despacho y sacó unos documentos de una de las carpetas que estaba sobre la mesa. Documentos plagados de gráficas, números y proyectos viables que harían que James S. Williams no pudiera resistirse a dejar su seña en el contrato. Y así ocurrió. La reunión con el empresario acabó dos horas después de su inicio, y Samantha salía orgullosa. ¡Había conseguido la firma! Eso significaba más beneficios para la empresa.

Su padre estaría orgulloso.

Hace cinco años la empresa sufrió un grave bajón de ingresos. En esos momentos ella no pertenecía a la entidad. Fue a los 22 años cuando su difunto padre decidió dejarle como herencia la empresa. Muchas personas sospecharon como consecuencia de la ventaja que tenía según el parentesco. Pero ella estaba lo suficientemente cualificada como para ejercer ese trabajo, y sabía lo que tenía que dirigir.

Ese día Samanta se quedó hasta tarde en la empresa. Toda la planta estaba desierta, excepto la señora de la limpieza. Samanta estaba terminando un informe, que al día siguiente tendría que mandar a sus nuevos y ansiados socios.

Samantha salió de la oficina deslumbrante, a pesar de que la noche ya había alcanzado las calles, pero ese sentimiento se vio nublado cuando una mano la rodeó la boca hasta perder el conocimiento.

Viernes. 9 de Noviembre

5:42 AM. Almacenes Clovers.

La costaba abrir los ojos. Y los momentos previos al amanecer no ayudaban a su escasa visión. Poco a poco conseguía distinguir algunos de los objetos que había a su alrededor. Estanterías vacías, cajas de madera, grandes focos colgando del techo. Todo estaba en ruinas.

Se miró sus manos y pies. Estaba atada. Intentó moverse, pero sólo conseguía herirse. Tenía una brecha en la frente que la cortaba una de sus cejas. No podía dejar de mirarse sus múltiples arañazos en los brazos. Oyó unos pasos que se acercaban por detrás. Una voz varonil le susurró al oído y el miedo se apoderó de ella. Era él. Era él.

Samantha logró pronunciar unas palabras en un tono leve.

– ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué te he hecho? -Muchas preguntas salían de su boca.

– ¿Tú? No. Tú no me ha hecho nada…Pero tu padre sí.

– ¿M… mi padre?

– Tu padre es el culpable de mi desgracia.

La joven permaneció inmóvil. ¿De qué iba todo esto? Su rostro estaba mojado por las lágrimas que brotaban de sus ojos.

– Tu padre me lo arrebató todo. Me destruyó la vida, pero qué sabrás tú de momentos difíciles ¿verdad?…La niñita de papa… ¡Que se quedó con la empresa que debía dirigir yo!, su fiel socio. Pero no le faltó ningún escrúpulo para deshacerse de mí y echarme a la calle. ¿Cómo pudo hacerme eso? Mi mujer me abandonó. Me pidió el divorcio y se llevó a mis hijos. Ahora no tengo nada…He seguido desde cerca la trayectoria de tu padre -siguió su discurso- y no pude alegrarme más cuando supe que estaba bajo tierra. ¡Ahí se pudra! – una sonrisa recorrió su rostro- y por eso estoy aquí. Voy a hacerte pagar lo que tu padre me hizo sufrir. Un trato justo para mí -Sus ojos se clavaban en la joven de manera desafiante- Por fin podré vengarme. Lo estoy deseando, pero no sufras, pronto te reunirás con él.

La joven no pudo apenas reaccionar cuando el hombre se abalanzó sobre ella.


Sábado. 10 de Noviembre

15:25 PM. Almacenes Clovers. Escena del crimen.

– Soy el Comisario del Departamento de Homicidios de la Comisaria Central, Erik Martin ¿Qué tenemos?

– La víctima es una mujer de 26 años. Responde al nombre de Samanta Thomas y era la Directora de la empresa Arnold´s Company. Hemos hablado con su secretario y nos ha dicho que ayer no apareció por la empresa, y no es para menos, el cuerpo lleva aquí varias horas. Pero no es el único cadáver. Nuestros operarios han encontrado el cuerpo de un hombre ahorcado de aproximadamente setenta años de edad, sin documentación. Por su temperatura corporal se deduce que lleva muerto tan sólo una o dos horas -Explica el Jefe de criminalística.

Las hipótesis del caso eran varias: intento de violación fallido, un asesinato premeditado, un asesinato doble….pero todas las posibilidades no rozaban la realidad. Sin testigos. Sin pistas. Sólo una vida arrebatada a manos de la venganza. ¿Llegaría a conocerse la verdad?

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