El catador de vinagre.

El catador de vinagre.

Yomi Smista

01/05/2017

– Nooo, noooo- los taninos gritaban horrorizados mientras se precipitaban sobre grasas salchichas francesas en una olla inox del año de Picasso o al menos de su misma índole retorcida y caótica.

Solo quería que probarán un vino español de esos que dejan mella, de esos que buscas en vinoteca y que hacen un discreto agujero en tu bolsillo, de esos que «te mereces» un día de sibaritis extrema, ¡que leches !

Estos gabachos, se han cargado el vino, yo oía gritar a los taninos, diez años madurando en botella, diez años de oscuridad para acabar en una olla. Ellos pensaban ser delicatessen, acabar en paladar fino, en copa ancha y entre conversaciones filosófico políticas… Mala suerte la suya.

No podía creérmelo. -La próxima vez les traigo sobrasada de a euro. Así andaba yo hablando con mi hermana y un amigo cuando la tormenta empezó.

-Vámonos al casino, el Fernando va a cerrar, me apetece otra copa.

Empezó a llover, de camino cruzamos a gente corriendo, mañana habrá migas en casi todas las casas, en la nuestra no habrá de comer pero si una resaca de órdago. Cuando llueve en el sur el mundo se paraliza.

En la puerta del casino estaba ella, una fina cortina de agua la hacia misteriosa, me intrigaba, yo ya tenía pareja pero ella me llamaba la atención. Morena de ojos azules, con gafas y no muy delgada, aspecto de quien sabe más de lo que aparenta.

-Un vino, Lucía ?

-Claro, como no.

Entramos en la sala de los espejos y vimos a un ciego con su perro. Se acercó -«en la vida no hay nada como la pena de ser ciego en granada, acabé como el arquitecto de los Vélez, cuidado, la verdadera ceguera esta en vuestras cabezas».

Lecciones morales en la noche, de estas hay siempre un montón, este pueblo está lleno de tarados, o quizás no tan tarados, sabios de andar por casa, eruditos de banco y brick de don Simon, marcados a fuego por la experiencia de una España cruel, hiriente y despiadada. Son esos sabios los que me interesan, esa política triste, ese desdén olvidado. Comenzamos así una conversación bastante curiosa con nuestro vidente de sombras. Las salchichas o el vino, quien tenía razón, es posible que las salchichas no asistieran a un plácido regadío de taninos sino al horror de ser ahogadas por la élite octana, quien sabe quien era mejor. O el vino quizás rebajado a ser hervido y perder con ello toda su gracia se sintiera como mártir en el fin de una lucha por la liberación de las botellas en su época fructífera.

Así, como tanino que hierve salchichas me di cuenta,

– vamos a por otra botella Lucía, mañana será otro día.

Despertamos en aguadulce, el de Almería, en mi casa frente a la playa, tuvo que ser un buen vino tras otro porque no recordabamos nada. Desayunamos en la terraza escuchando las olas romper en las rocas y el silbido alegre de los mástiles de los barcos en el puerto mecidos al son del viento. Fuimos a comer a Granada, nos apetecía dar una vuelta por el paseo de los tristes y cenar bajo la atenta mirada de la alhambra.

Unas copas más tarde y con la panza llena pensamos en ir a escuchar algo de buena música.

-¡Alto!!! Escucharlos gritar asustaba, ¿nos estáis siguiendo ? Vestían como imbéciles, cabezas rapadas, tatuajes insultantes, apología al terror de la segunda. -¡¿Que si nos seguís? bolleras de mierda!, os vamos a enseñar a ser personas normales. Empezamos a correr, las salchichas ahora me parecían víctimas de la élite de los taninos de alta escurnia. Conseguimos entrar a la roca. Salvados por un momento. El bohemian rapsody sonaba, el tiempo justo de cocción de un huevo, esperamos. No se puede dejar a la reina a medias. Ponte otra. Y otra.

Acabamos cerrando el bar así que no tuvimos más opción que salir, el portero se percató del problema y ya había llamado a los cuerpos de seguridad del estado que no pudiendo hacer otra cosa esperaron pacientes el cierre del local y lo que pasara después. Cabezas huecas contra cabezas llenas de ideología acabaron discutiendo en la puerta, unos a golpes, otros con palabras. Nos fuimos en cuanto pudimos, nunca pasa nada en estas ocasiones, algunos acaban magullados, los muchos despreciados y con la moral baja, los pocos exaltados con palabras de alzamiento que nunca llegan a nada.

¿Una rave?? Vamos a Santa Fe. Total ya hemos perdido el día. Entre termas y sustancias de procedencia cuanto menos sospechosa pasamos las cuatro horas que quedaban hasta el mediodia. Me apetecía una ducha caliente y un caldo casero, -vámonos a casa.

-Perdona, nos dijo un caballero frente a la catedral, ¿podéis decirme la hora?

Como era posible, que coincidencia, el mismo ciego que dos noches antes estaba en el casino se nos presenta en granada pidiendo la hora.

– Si, claro, son las doce y cinco.

– Por el culo te la hinco.

– Cómo… Qué… Por qué..

Palabras de sabio, escucha de alumno.

Esa tarde volvimos a águilas, ya no llovía pero la rambla había hecho estragos en la playa, era precioso ver como el agua se hacía con lo que es suyo y le ganaba la guerra a la mano del hombre en su afán de ocupar hasta la luna.

Un vino en el paseo con una buena tapa de jamón ibérico por que no, eso anima al más sombrío espíritu.

– Sabes Lucía, resulta que llevé una botella de buen vino a Francia y no imaginas qué…

-Gordiña, vamos, que van a cerrar y estas haciendo cosas raras. Mi hermana me sacudía, estaba en la sala de los espejos del casino, sola, borracha y sudada, se oía cantar a Joan Manuel Serrat. Otra noche había pasado. Otro delirio, otro sueño, otra vez pérdida, otra ilusión, otra ideología, otra conversación … Se los lleva el viento… Se acabó. Mañana empezaremos de nuevo a arreglar el mundo con una copa en la mano, una sonrisa triste y una esperanza dormida.

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