Personajes:

El Señor Faggar

Sebastián

La chica del servicio del servicio de habitaciones

“QUERIDOS PADRES, A PESAR DE TODO, SIEMPRE OS HE AMADO.” Franz Kafka.

Habitación inundada por la oscuridad. El Señor Faggar, un abogado de prestigio, está atado a una silla con una careta en la cara, ha perdido el conocimiento. Una cámara de vídeo se apoya sobre una mesita en frente del Señor Faggar. Graba. Un reloj, son las 8:00 a.m. Sebastián, un joven aparca coches, camina por la habitación y hace una llamada al servicio de habitaciones.

-Sebastián: Buenos días… sí, habitación 3, 6, 8… No. (Breve silencio) 3, 6, 8. Un desayuno. Café y tostadas. No, sin jamón. Solo tostadas. Claro joder. (Respira) y café también. Ah, y (mira al Sr. Faggar) ¿tenéis hielo? Mm…en bolsas… Cuatro bolsas entonces.

Cuelga el teléfono. Sebas acciona alrededor del Sr. Faggar, que continua inconsciente. Se mira al espejo, reflexiona sobre lo que quiere hacer y se coloca con la Cocaina que guarda sobre el tocador. El Sr. Faggar recupera la consciencia poco a poco llamando la atención de Sebas con sus sonidos corporales. Sebas se coloca el pasamontañas y se dirige a abrir las cortinas. El Sr. Faggar intentando enfocar su mirada tras despertarse, ve como alguien abre las cortinas que tiene justo en frente. Esa persona se acerca y murmulla algo hasta que poco a poco todo se enfoca.

-Sebastián: (distorsionado) Hoy hace un día maravilloso para charlar en este antro. Por eso pensé en abrirte las cortinas, seguro que te molestan. Además, como puedes ver este hotel apesta a fiambre y, es perfecto para mis… mi imaginación. Y esas nubes negras en la ventana. (Saborea su boca) me encantan los días tristes. Bien, seguimos. Buenos días Señor… Faggar. ¿Cómo te encuentras? (de un tirón le arranca la máscara)

-Sr. Faggar: Despierto. (Desconcertado y cansado mira de reojo la cámara)

-Sebastián: No te preocupes por la cámara. Me gusta grabar mis obras. Tu mujer va a estar muy orgulloso de ti. Por fin vas a cumplir tú condena. Además, (se acerca a su oído, excitado) seguro que quedas muy bien en cámara. (Respira y vuelve al tocador)

-Sr. Faggar: (preocupado) ¿Por qué coño estoy aquí? ¿Por qué me encuentro tan mareado? ¿Quién eres?

-Sebastián: ¿no sabes quién soy? Ah, claro. (Se quita el pasamontañas) ¡Buh! (ríe)

-Sr. Faggar: (sorprendido, reconociendo al agresor) ¿Tú? ¿Qué diablos estás haciendo gilipollas? ¡Sácame de aquí! (grita y vuelve a ser amordazado mientras que intenta fallidamente soltarse de la silla)

-Sebastián: No creas que va resultar tan fácil. (Coloca una silla en frente) Ninguno lo ha conseguido. Y todos estáis bien atados. Sabes, mi padre era igual que tú. Seguiría insistiendo en que él no tuvo la culpa de nada. Que mi madre se suicidó por mí (rechinando los dientes)…culpa, ¡NO! Vosotros amargáis la vida a los demás, por curiosear. ¿Os es divertido ser infieles? Solo para olvidar vuestros problemas, mientras el resto se traga el silencio. Me dais asco.

-Sr. Faggar: (intentando hablar. Sebas le quita la mordaza) ¿Y por qué coño intentaste ligar conmigo? ¿Por qué me citaste aquí? Tu solo eres un aparca coches. No puedes ligarte a alguien por una aplicación y joderle la vida.

-Sebastián: Ah no, no. Tú empezaste este juego, pero las reglas han cambiado. Yo solo hago mi trabajo.

-Sr. Faggar: ¿Qué trabajo? ¿Qué quieres de mí? Pensaba que querías pasar un buen rato conmigo. Te conozco, vamos a arreglarlo de alguna forma por favor. Deja que… te haga una mamada. (Pausa, se miran intensamente a los ojos)

-Sebastián: Putos maricones, siempre estáis jugando con lo mismo.

-Sr. Faggar: (escupe a Sebas) ¡Deberías estar en el infierno!

-Sebastián: ¡No me hables así! (coge un plástico cercano y se lo pone en la cara sin dejarle respirar) Estás perdiendo el tiempo amigo. Conmigo no valen esas cosas. Soy yo el que manda. Si no quieres perder la partida vas a tener que portarte mejor. ¿Lo harás?

El Sr. Faggar asiente con la cabeza. Sebastián se dirige de nuevo al tocador. Vuelve con la cocaína que le ofrece al Sr. Faggar.

-Sebastián: ¿Quieres?

-Sr. Faggar: No, no puedo. Soy adicto y llevo tres meses sin consumir. (La mira, Sebas se coloca) ¿Qué vas a hacerme?

-Sebastián: Como te he dicho solo hago mi trabajo. Pero no creo que salgas de esta.

-Sr. Faggar: Dame de esa mierda. (Esnifa manchándose toda la nariz)

-Sebastián: Bien. Volvamos a empezar. (Coloca la silla de nuevo) Sabes, mi padre era igual que tú. Seguiría insistiendo en que él no tuvo la culpa de nada. Que mi madre se suicidó por mí… vamos, vosotros amargáis la vida a los demás, por curiosear. ¿Os es divertido ser infieles? Solo para olvidar vuestros problemas, mientras el resto se traga el silencio. Me dais asco. Me han dicho que eres abogado y que te gusta pasearte por los baños de los bufetes. Seguro que eres de los que está siempre conectado buscando otra persona que te sacie más que la que te espera en casa. (Niega con la cabeza) Hoy has quedado con la persona equivocada. ¿Debes cobrar mucho dinero por todo lo que haces? (pausa. Sebas vuelve a esnifar) Todos luchamos contra la sociedad, amenazada por la soledad continuamente. Y es inevitable. Y cuando más solo te sientes es cuando logras desvalorizar todo lo que te rodea en la vida. Todo se puede desvalorizar, excepto una madre. Una madre es para toda la vida, es nuestra naturaleza. Y un hombre como tu hizo que la mía quisiera desaparecer. Tan joven… No puedo dejar que seas como mi padre era.

-Sr. Faggar: Sabes, el instinto malo es en el hombre más poderoso que el bueno. El temor y la fuerza tienen mayor imperio sobre él que la razón. Todos los hombres aspiran al dominio y ninguno renunciará a la opresión si pudiera ejercerla. Todos o casi todos están dispuestos a sacrificar los derechos de los demás por sus intereses. ¿Y qué mejor que el sexo entre estas bestias devoradoras que llamamos hombres? Vamos, Bastian, suéltame y lo solucionaremos todo. Bastian, por favor.

(Silencio)

-Sebastián: ¿Por qué coño sabes ese nombre? Hijo de puta. Así es como me llamaba mi madre (le coge la cara). Terminemos con esto cuanto antes. Contigo traías un maletín, donde estaría mi recompensa. Ahora vas a darme la clave para abrirlo y decirme ¿qué coño hay aquí dentro?

-Sr. Faggar: Lo que hay ahí dentro no me pertenece. Sería una locura. No puedo darte la clave. Tú eres muy joven para jugar a esto.

-Sebastián: ¿Joven para qué? Cuando me enviabas fotos de tu polla no te parecía tan joven. Dame el puto código.

-Sr. Faggar: No puedo.

-Sebastián: ¡Dame el puto código!

-Sr. Faggar: ¡No puedo!

Sebas saca una navaja del bolsillo y la clava en la pierna del Sr. Faggar. Coge la cámara de video y graba en primer plano el dolor del Sr. Faggar.

-Sebastián: ¿No vas a darme el código?

-Sr. Faggar: (llorando, impotente) de verdad que no puedo, no puedo…

-Sebastián: Entonces ella no va a dejar que salgas de aquí.

-Sr. Faggar: ¿De quién estás hablando?

-Sebastián: De tu señora. Despídete de tu familia.

-Sr. Faggar: ¡Qué te follen!

Sebas aprieta la herida fuertemente. Enfoca la cara del Sr. Faggar de nuevo.

-Sr. Faggar: Basta, basta. Por Dios. (Comienza a rezar) Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante vosotros hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

-Sebastián: Ya estoy harto de estos juegos. (Apoya la cámara y busca en su mochila una pistola y apunta al Sr. Faggar)

-Sr. Faggar: (mira la pistola, con miedo) está bien, está bien. (Se echa a llorar. Es un llanto que le produce risa)

-Sebastián: (muy nervioso) ¡Dame el puto código!

-Sr. Faggar: (susurrando) 3, 6, 8.

Sebas alcanza el maletín, corre a la cama y se sienta para abrirlo. Al abrirlo queda alucinado por la luz dorada que ilumina su rostro.

-Sr. Faggar: (De fondo) Es mejor que lo dejes.

(Suena el timbre de la habitación)

-Sebastián: Joder.

Sebas cierra el maletín, se dirige a abrir la puerta. La navaja queda en la mesita cerca del Sr. Faggar. Aparece la chica del servicio del servicio de habitaciones al otro lado de la puerta que observa a Sebas sensualmente.

-La chica del servicio: Buenos días señor. (Lo mira) Su desayuno ya está listo.

Sebas, sudado, medio cierra la puerta y sale al pasillo. Queda muy cerca de La chica del servicio y ella da un paso atrás.

-La chica del servicio: ¿Ha estado haciendo deporte?

-Sebastián: ¿Cómo?

-La chica del servicio: Debería dejar su camisa al servicio de lavandería. Yo misma la plancharé.

-Sebastián: (Se quita la camisa) Te ves muy joven.

-La chica del servicio: Solo hago mi trabajo. Para pagar mis clases de francés. Tu es seul?

-Sebastián: Yo no sé francés, pero suena muy bien.

-La chica del servicio: Igual puedo enseñarte algo más.

-Sebastián: (se excita pero se controla) Mira, ahora no puedo. Estoy ocupado. Mejor en otro momento.

-La chica del servicio: (Mosqueda, chasquea la lengua) vale, como quieras. ¿Puedo dejar su pedido dentro?

-Sebastián: (nervioso) Mira, creo que solo me tomaré el café.

La chica del servicio le entrega el café, pidiéndole propina con la otra mano.

-Sebastián: Claro. (Saca la cartera y le entrega unos billetes) Para tus clases. (Entra y cierra la puerta. La chica del servicio alucinada se marcha)


Sebas entra en la habitación y es golpeado por el Sr. Faggar, que se ha soltado. El Sr. Faggar lo golpea. Pelean como animales, pero el Sr. Faggar tiene más fuerza y deja a Sebas ko. Coge la cámara y graba la cara ensangrentada de Sebas.


-Sr. Faggar: Despídete tú de tu familia.

-Sebastián: Queridos padres, ante todo, siempre os he amado.

Suelta la cámara que queda grabando las piernas de Sebas mientras el Sr. Faggar lo ahoga. Suena un disparo. Un silencio inunda la habitación. Una sombra sale de la habitación, tiene la cara ensangrentada por lo que no se le reconoce. Lleva consigo un maletín y una pequeña sonrisa que ilumina su rostro.

FIN.

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