Nunca he pensado en la guerra como en algo malo. En el patio de recreo siempre jugamos a la guerra y nos lo pasamos bien.

Hoy no ha sido tan divertido. Volvía de la escuela con mi madre y mi hermana mayor cuando hemos visto que la plaza del pueblo estaba llena de gente. Pensaba que había una fiesta, pero no era así. He visto un hombre vestido de soldado y he sonreído a mi madre. ¡Un soldado de verdad! Mi madre no ha sonreído, solo ha mirado al soldado y ha apretado mi mano.

El soldado ha anunciado que íbamos a la guerra. ¡No podía estar más contento! Íbamos a hacer bandos, elegiría a mi amigo Marc, él siempre gana. Venceríamos a los enemigos y después lo celebraríamos. Esta vez jugarían los adultos… ¡y con un soldado de verdad!

Me he extrañado cuando mi madre se ha agachado y nos ha abrazado llorando. ¿Acaso está tan feliz de ir a la guerra? Entonces he pensado que tal vez no hablábamos de un juego. ¿Y si era un lugar? ¿Hay algún lugar tan malo que hasta haga llorar a mi madre? He mirado a las personas de la plaza y muchas mujeres lloraban, incluso algunos hombres, otros se van corriendo y otros lanzan gritos de rabia.

Esta noche nadie habla durante la cena. Todos remueven su plato, excepto mi padre, que ha comido más rápido que nunca. Cuando ha acabado nos ha mirado y ha dicho “Comed, no siempre vamos a tener comida en el plato”. No he entendido que ha querido decir, incluso he pensado que era una tontería, ¿Por qué nos iba a faltar comida? Cuando lo he preguntado me ha respondido:“Y no será lo único que cambie”. Mi madre le ha dicho que no era un tema para hablar con un niño de cinco años. Se ha vuelto a hacer el silencio mientras la cara de mi madre se mojaba poco a poco a causa de sus lágrimas silenciosas.

Hace un mes que anunciaron que íbamos a la guerra y creo que esto no me gusta. Hay soldados por todos los rincones, pero no son amables ni quieren jugar. En la escuela todos están nerviosos y nos explican que hacer en caso de bombardeo. ¿De verdad alguien puede bombardear un lugar? ¿Y qué pasa con las personas que estamos allí?

He oído la palabra muerte muchas veces durante este mes. Cuando mi abuelo murió, mi madre dijo que estaba en un lugar mejor, que ya no sufría y que nos cuidaba des de donde estuviera. Entonces, ¿por qué la gente tiene tanto miedo a la muerte? Debe ser un sitio estupendo.

Ayer mi madre no cenó, dijo que no tenía hambre y que prefería que comiéramos nosotros. Mi padre no estaba, así que creo que tampoco cenó. No me creo que no tuvieran hambre, mi madre miraba mi plato con tristeza. Además, ahora casi siempre comemos arroz y patatas. Creo que pronto no tendré hambre yo tampoco si no comemos otra cosa.

Hoy cumplo siete años y no he podido celebrarlo. Mi amigo Marc se mudó hace meses. Pensé que podría ir a visitarlo pero mi madre dice que nadie sabe dónde están, que están “exiliados”. No me extraña que nadie sepa dónde están, ¡nunca había oído ese lugar!

No he tenido muchos regalos pero he podido comer un gran trozo de carne que hemos repartido entre todos. He oído decir a mi padre que ha tenido que sobornar a unos soldados.

Cuando hemos acabado de cenar han sonado unos golpecitos en la puerta y todos nos hemos mirado asustados. Mi padre ha ido a abrir y mi madre ha esperado en el pasillo para ver quién era. Unos soldados le han dado una carta a mi padre, quien la ha abierto tembloroso y se ha girado hacia mi madre con una cara muy seria. Mi madre se ha puesto a llorar y ha salido corriendo hacia su habitación. Mi padre nos ha mirado, ha venido hacia nosotros arrastrando los pies y se ha arrodillado mientras nos abrazaba.

Han pasado tres años y aún recuerdo la mañana que mi padre se despidió de nosotros. Fue el último día que le vimos.

Desde ese día todo ha cambiado mucho. Hay casas derruidas por los bombardeos. El colegio está en ruinas, ya no vamos a la escuela. Ahora sé qué pasa en los bombardeos. No les importa que estemos allí, que haya personas que mueran. Al parecer es lo que quieren. ¿Por qué querría alguien que muramos de esa manera?

La gente se muere de más maneras. El otro día vi a un soldado disparar a un hombre que robó un trozo de pan de una tienda. Ya no me gustan los soldados, no son como yo pensaba, sobre todo los del uniforme del otro color. El profesor de la escuela se escondió unos días en casa del vecino, al parecer no pensaba igual que los soldados y antes de la guerra había intentado cambiar las cosas. Lo estaban buscando y cuando lo encontraron lo mataron a él y al vecino por ocultarlo. Vi a un niño muerto entre unas ruinas, estaba muy delgado, no había comido en semanas. Hay unas enfermedades que llaman “infecciones” y que dicen que son por culpa de la guerra, que antes no había tantas.

No todo el mundo está triste o muere, he visto algunos niños felices, dicen que son “del otro bando” y no me dejan jugar con ellos. Sus familias viven bien, aunque no hablan nuestro idioma y no entiendo lo que dicen. Ellos se ríen, se divierten e incluso humillan a mis amigos y vecinos por diversión.

Tengo trece años y empiezo a entender todo mejor. Esto no es un juego, aunque de eso me di cuenta hace mucho tiempo. Los soldados enemigos no están ahí para ayudarnos, si no para hacernos trabajar para ellos y después matarnos cuando no les servimos.

Hoy he visto como mi madre se desmayaba. Un hombre que fue médico en tiempos mejores, frase que se utiliza mucho ahora, dice que necesita comer. Le he dado mi cena y he insistido cuando se ha negado a que me quedara sin comer. Ha mejorado un poco su color de cara. A partir de ahora nos repartiremos la comida.

Hoy ha sido unos de los peores días de mi vida. Nos han cogido a unos cuantos que veníamos de trabajar y nos han obligado a ponernos contra una pared, a ponernos las manos sobre la cabeza y esperar. Han sonado disparos y han empezado a caer. Asustado, me he tirado al suelo y he dejado que el cuerpo de un compañero cayera sobre mí. He estado tres horas tumbado bajo su cuerpo, fingiendo que estaba muerto, sin moverme para respirar, incluso he tenido que cumplir mis necesidades sin moverme. Aquellos que han disparado estaban celebrando a escasos metros de nosotros, borrachos. Cuando todos se han ido o han caído dormidos, me he levantado y he corrido hacia casa. Nunca olvidaré el peso muerto de mi compañero sobre mí, el olor que empezaba a surgir de entre tanto muerto, la seguridad de que me matarían en cualquier momento.

Hace unos meses que mi hermana está asustada. Un día vino llorando y dijo que los soldados habían abusado de ella. Recuerdo haber sentido mucha rabia y quería ir a hablar con aquellos soldados, pero mi madre se ha negado, ha dicho que no me dejarían escapar si me enfrentaba a ellos. Son las dos de la mañana y mi hermana no aparece, tememos que le haya pasado algo. Salgo a la calle en su busca y no me cuesta encontrarla. Entre unas ruinas oigo unos sollozos y me acerco corriendo. Allí está ella, con la ropa desgarrada, llena de cortes y moratones, la sangre ocupa casi todo su cuerpo. La cojo en brazos y la llevo a casa. Mi madre le limpia las heridas e intenta consolarla. Horas después empieza a subirle la fiebre, no tenemos nada para curar esas heridas.

Hace tres días que encontré a mi hermana. Hoy la hemos enterrado. Hemos conseguido llevarla a las afueras del pueblo y hacerle una tumba improvisada. Mi madre se negaba a dejarla en la fosa común.

Mi rabia va aumentando. He perdido a mi padre, he enterrado a mi hermana y estoy viendo como mi madre se hunde cada día más. He oído que hay personas que mueren de tristeza, que su cuerpo no quiere vivir más. Intento animar a mi madre pero no lo consigo.

Ahora tengo quince años y estoy sujetando el cuerpo muerto de mi madre. Mi cerebro está en blanco y mi rostro lleno de lágrimas. He podido enterrarla donde enterramos a mi hermana un año atrás.

Ahora estoy solo. No tengo familia, mis amigos están muertos o exiliados, que ahora sé lo que significa.

Tengo tanta rabia acumulada que he destrozado muebles de mi casa a golpes, hay agujeros en las paredes y mis nudillos están despellejados.

No me queda nada, salvo la necesidad de vengarme.

He conocido a un tipo, Luis, que también se ha quedado solo, y llevamos días planeando algo. Hemos controlado los turnos de los soldados, sabemos todos sus movimientos. Esta noche vamos a hacerlo.

Estamos escondidos tras unos de los pocos edificios que quedan en pie. Los soldados están haciendo su cambio de guardia y dos de ellos vienen hacia nosotros para regresar a su campamento. Los seguimos por una calle oscura y aguardamos impacientes. Es la hora. Luis se acerca despacio por detrás y le da al soldado más alto en la cabeza con un palo. Cae al suelo aturdido mientras abordamos a su compañero. Nos fundimos en una pelea en la que ninguno parece ganar. Pronto se oyen algunas voces y hombres y niños salen de sus casas y corren hacia nosotros. Se han unido a nosotros. Unos minutos después la rabia acumulada que todos teníamos se refleja en los cuerpos sin vida de los soldados.

A partir de esa noche se derramó más sangre enemiga. La gente estaba harta, los soldados empezaron a tener miedo.

Esta noche casi nos atrapan. Nos han visto las caras. No podemos quedarnos.

He salido del país. Por primera vez en mi vida salgo del país y por obligación. Aquí no hay guerra, Luis y yo hemos conseguido llegar a salvo. Ya no estamos en guerra, aunque nuestros amigos y vecinos siguen allí, sufriendo.

Estoy trabajando en el taller cuando oigo la noticia. Se ha acabado la guerra en mi país, hemos ganado. Miro a Luis y sonreímos. Nos abrazamos, lloramos. Volvemos a casa.

Hace dos años que he vuelto a casa y, aunque la posguerra es dura, es posible levantar el país. Vamos a conseguirlo y no nos rendiremos.

He oído que van a hacer un acto para premiar a los héroes de guerra, para honrar a los caídos.

Luis y yo hemos asistido contentos. Tal vez tendremos algún reconocimiento por haber sobrevivido a estos tiempos tan difíciles.

Necio de mí. Creí que alguien pensaría que soy importante. Los héroes de guerra son los soldados, aquellos que han luchado por nosotros, aquellos que han caído por salvarnos. Aquellos que han matado a otras personas, que han torturado al otro bando y que seguramente han hecho lo mismo que los soldados le hicieron a mi hermana, que dejaron morir a personas como lo hicieron con mi madre. Ellos son los héroes de guerra.

Yo no he hecho nada de utilidad, al parecer. He intentado salvar a mi hermana y a mi madre, he sostenido sus cuerpos mientras morían, los he enterrado con mis propias manos, he ayudado a vecinos, a niños, a mujeres a escapar, a tener algo que llevarse a la boca. He intentado levantar el país trabajando duro cada día, ayudando a las personas que no tenían nada. Pero yo no soy un héroe de guerra, soy una víctima de ella. Lo que llaman “daños colaterales”.

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