La oscura noche, bosquejaba el siniestro andar de aquel sombrío personaje que deambulaba por la ciudad. La incipiente luz de unos escasos faroles mostraba caprichosa aquellos finos rasgos de aquel rostro pálido y sin expresión que se hallaba cubierto en gran parte por una frondosa y ensortijada cabellera negra.

Al llegar a una esquina tropezó con otro pernoctante, al tratar de esquivarlo notó que se trataba de un hombre de unos veinte años a lo sumo, mal vestido e inundado de aquel olor nauseabundo producto de la mezcla del alcohol y pegamento industrial, éste le sonrió y preguntó:

  • -Disculpa amigo, ¿tienes la hora?

A lo que respondió

  • -Me temo que no, sin embargo, me atrevo a suponer que deben ser cerca de las tres de la mañana.
  • -¿No es un poco tarde para andar por un barrio tan peligroso y sobre todo bajo esta lluvia?
  • -La lluvia no me resulta impertinente y con respecto al peligro, considero a esta una de las horas más aptas para disfrutar de una caminata, es la hora de los muertos, creo que deberían ser los vivos quienes deberían temerle.
  • -Dame todo tu dinero si deseas seguir siendo uno de ellos.
  • -No poseo moneda alguna, dejé de utilizarlas hace tiempo.
  • -Dame tu abrigo entonces…
  • -No puedo hacerlo, más bien te brindo el consejo de que partas ya, interrumpes mi camino y debo ser puntual en mi llegada.
  • -PUES ESTA SERÁ TU ÚLTIMA PARADA.

El ladrón asestó un brutal golpe directo al pecho del hombre de negro, el cual dio dos pasos atrás y alzó la mirada sonriendo a aquellos ojos desorbitados, propios de un rostro desencajado por el miedo.

  • -No… nnnnno… no puede ser…
  • -Como te dije, hoy no tengo tiempo de atenderte, pero algún día espero poder hacerlo, ¿cuándo? Pues no sabría decírtelo.

El malhechor caminó hacia atrás sin dejar de mirar atónito el pecho del sujeto para finalmente echar a correr por la calle huyendo despavorido, en tan alborotado escape no vio el camión que se precipitaba en contra suyo. El silencio de la noche se estremeció repentinamente por un aterrador grito y un gran estruendo provocado por vidrios, metales y huesos rotos, el caminante nocturno bajó nuevamente el rostro y siguió su camino mientras susurraba para si mismo:

  • -Supongo que será pronto.

Luego de caminar un par de cuadras más se detuvo ante la verja de una casa colonial que otrora quizás mostraría la riqueza de quienes habrían sido sus dueños. Hoy sólo era un viejo armatoste anquilosado por el tiempo completamente destruido.

Con paso decidido ingresó a la casa que estaba inundada por un olor pútrido y a medida que caminaba hacia el patio interior de aquella casa, le pareció oír un leve susurro que se intensificaba al acercarse hasta que pudo oír casi claramente una frase entrecortada.

  • -… cielo, sant… reino… SEÑOR Y DIOS MÍO, YA SON TRES DÍAS, PRO… PRO… PROTEGE A AQUELLA INOCENTE CRIATURA…

No podía creer lo que estaba oyendo, en aquel lugar, a esa hora, aquella anciana y humilde mujer, de rodillas, con la frente en el piso y sus brazos en cruz estaba… no podía ser… estaba rezando…

No sabía si mirarla con compasión, odio o gratitud, aquella amalgama de sentimientos se entremezclaban y una furia incontenible se apoderaba de él. Un grito desgarrador rompió la quietud del tenso ambiente y se escuchó como el encolerizado sujeto caía de rodillas luego de clamar aquél “BASTA” tan lastimero, la mujer quedó silente, sus brazos ya no estaban en cruz, sino que cubrían aquel rostro sucio y lloroso. La mujer se levantó pesadamente sin fijarse siquiera en aquel bulto que respiraba agitadamente a su lado. Bajando la cabeza soltó un sollozo y poco a poco se fue alejando, tropezando torpemente con lo que se hallaba a su paso queriendo huir de aquel lugar, pero sin tener las fuerzas de hacerlo. El tipo aún de rodillas se incorporó y bajado aún el rostro susurró con voz apenas audible un triste ADIÓS…

Una vez ya de pie buscó con la mirada las escaleras que lo conducían al segundo piso, estas se hallaban al final del patio, la lluvia había cedido y las nubes permitían ahora ver una luna redonda y diáfana que iluminaba todo el lugar. Al pasar por el patio alzó la mirada al cielo y retirándose la mojada cabellera del rostro se dijo así mismo:

  • -Luna llena… los licántropos estarán ya de fiesta, esas bestias nunca paran…

Mientras decía esto descubrió su gran abrigo mostrando parte de su cintura y acariciaba con su mano un revolver automático en cuya culata se veían diseñados dos dragones fusionados que rodeaban una S escrita en latín antiguo, miró el arma y añadió:

  • -Nunca está de más estar prevenido, aunque Amici Nocti estará seguramente en ello, ojalá puedan controlarlos, nunca dejes a un vampiro la labor de un… Bueno ya es hora…

Subió las escaleras que crujían bajo su paso amenazando con desplomarse de un momento a otro, los ventanales hecho trizas al igual que las puertas y por uno de aquellos marcos derruidos se filtraba la tenue luz de luna que bosquejaba la silueta de una cuna, al mirarla sintió como una gélida lágrima le atravesó la mejilla y aceleró el paso a la última puerta que se hallaba intacta.


Al entrar en la habitación se detuvo en seco… como expresar lo que vieron sus ojos, aquel macabro escenario… las paredes estaban manchadas de sangre, el colchón apenas cubierto por jirones de sábanas, estaba rasgado por al parecer un cuchillo, el suelo estaba adornada por varias palabras en latín y algunos símbolos cabalísticos que el reconocía. En medio de aquellos sobresalía aquella estrella de seis puntas y en medio de la misma podía verse al macho cabrío de Méndez, cuando advirtió de él, pareció notar que lo miraba y hasta se le heló el cuerpo cuando creyó ver que le sonreía mostrando sus desalineados dientes.

Al mirar a la esquina más apartada de la habitación, vio como una mujer se mecía de espaldas a él, parecía que susurraba una canción de cuna y tenía algo en brazos, se acercó lentamente a ella hasta quedar detrás suyo:

  • -Ana…

Ella se sobresaltó, se dio la vuelta y para su sorpresa le sonrió, vestía un camisón blanco, sucio y maltrecho, de sus brazos goteaba gran cantidad de sangre, tenía un pecho descubierto y sostenía a un niño de unos seis meses de nacido a lo sumo, tenía un corte profundo en la yugular y se encontraba ya en estado de leve putrefacción.

  • -Por fin llegaste, pensé que no ibas a volver por mí.
  • -Sabías bien que tendría tarde o temprano que hacerlo.
  • -Y la vieja loca de tu madre ¿por fin se largó?
  • -Si…

Bajó la cabeza y dijo:

– Aún reza…

  • -Vieja estúpida, creía poder salvarte aún después de tu partida tenía la esperanza de tu conversión, la muy ilusa…
  • -Lo sé, pero te aseguro que, si bien no consiguió salvarme, llegó a rescatar lo mejor de mi…
  • -¿A qué te refieres?

El hombre de negro bajó su mirada pasando por alto lo parcial desnudez de aquella muchacha, sus ojos tenían otro destino y después de encontrarlo no dejaba de observarlo.

  • -¿Cómo se llamaba?
  • -Ariel, al igual que su padre.
  • -¿Cómo murió?
  • -Con una daga, la misma que tú utilizaste al morir.
  • -Pensé que iba a ser enterrado con ella.
  • -De hecho, lo fuiste, pero logré recuperarla, sabes no es fácil profanar tumbas cuando estás embarazada.
  • -No tienes respeto por nada ¿verdad?
  • -¿Y tú lo tenías?
  • -Puedo; dijo mirando al cadáver del niño.
  • -Claro, es tu hijo después de todo.

Al levantar los despojos del niño sintió como algo le impedía acercárselo al pecho, se percató de que era y presuroso sacó el cuchillo que tenía clavado, producto del encuentro con el ladrón, después abrazó fuertemente al niño olvidando por completo el fétido olor que lo envolvía.

  • -¿Qué eres?; le dijo ella al notar como el cuchillo caía bajo sus pies.
  • -Soy su mercenario, asesino de bestias que son de su propiedad y se niegan a regresar a su verdadero amo, soy su mensajero, su adalid, su esclavo, soy… soy su mensajero y colector.
  • -¿Eres acaso inmortal?
  • -Sí, hasta que llegue mi juicio.
  • -Pero, si eres inmortal, ¿por qué llevas armas contigo?
  • -El inmortal soy yo, mis enemigos no lo son, como si con armas fraguadas en los mismos avernos puedo llegar a derrotarlos.
  • -Estoy muy mareada Ariel, siento que mi cuerpo se entumece.
  • -Es normal, te estás desangrando, por lo visto los cortes que te hiciste son verticales, no dejaste nada al azar, ¿verdad?
  • -Me… conoces.
  • -Si lo sé, tranquila, todo cuanto sientes es normal, se paciente, no durará mucho tiempo.
  • -Y… y que dijo tú… tú madre al verte co… convertido en el emisario de… de sssssatán.
  • -Ella no puede verme, lo hacen las almas de quienes están ya condenados o los que se hallan próximos a la muerte, en el caso de mis víctimas, los dos forman una sola persona.
  • -Te… tengo mucho frío…
  • -Descansa…

Ariel tomó una bolsa de cuero de uno de los bolsillos de su abrigo, de él sacó un polvo blanco y fragante con el cuál dibujó un círculo en el suelo en medio del cual depositó a su hijo, una vez hecho esto comenzó a exclamar un conjuro en una lengua ininteligible. Ana se levantó y le gritó:

  • -ARIEL NO… ¿QUÉ HACES?

Ariel no escuchó y siguió en su tarea un par de segundos más hasta que finalmente se incorporó.

  • -Bien eso es todo, éste es mi regalo, hijo mío…
  • -Que hiciste infeliz, devuélveme a mi hijo, tenemos que estar juntos…
  • -No lo entiendes, el niño era inocente, siempre lo fue, aun cuando lo hallas degollado y ofrecido al demonio mismo él niño no puede seguirnos, no pudo decidir su destino, tú si lo hiciste consiguiendo condenarte más, el niño era inocente, lo entiendes… INOCENTE.
  • -Pero que le hiciste ahora, cuál es tu regalo…
  • -Únicamente podía brindarle protección eso era todo, pero la vida, la vida se la devolvió mi madre.
  • -¡QUÉ! NO… ES MÍO… LO ENTIENDES… SOY SU MADRE, DEBO ESTAR A SU LADO…

Ana se acercó e intentó tomarlo, pero el círculo había formado un escudo alrededor del niño y desesperada vio cómo su hijo se regeneraba hasta quedar ileso, de pronto abrió los ojos y rompió a llorar. Ana por su parte daba arañazos, gritos, cuchilladas, pero el escudo no cedía.

  • -No te molestes, no puede verte ya…

Ana se quedó estática, se dio la vuelta y se observó a sí misma acostada, con los ojos y boca abiertos mirando perdidamente al cielo, de pronto sintió como el suelo cedía bajo su peso y un fuerte olor a azufre la comenzó a sofocar, oía gritos y lamentos y sentía como el fuego comenzaba a carbonizarle los pies, sintiendo un dolor espeluznante y entre gritos logró decir:

  • -SERÁ EN VANO… SERÁ COMO NOSOTROS… YA LO VERÁS… SERÁ UNO DE NOSOTROS…

Al cerrarse nuevamente el piso, la habitación quedó nuevamente en silencio y un suave aroma comenzó a inundarlos, el niño se había quedado callado y miraba fijamente a su padre.

  • -Al parecer las oraciones de tu abuela te permiten por hoy verme, supongo que en el fondo tenga algo de bueno, algo que solo ella pudo ver y luchar por salvarlo, hijo mío, de ahora en adelante tu nombre será Daniel, Dios será tu juez, tienes una nueva oportunidad, ese era mi regalo, si decides seguirnos será tu decisión, ahora tienes ya una opción…

Se dio la vuelta y miró la puerta, ahí se encontraba su madre que bañada en lágrimas se abalanzó sobre el niño atravesando a su hijo sin darse cuenta, al llegar a la criatura lo llenó de besos y bañaba el rostro del niño con sus propias lágrimas. Ariel miraba la escena y una leve sonrisa pareció dibujársele en el rostro, salió de la habitación y amparado por la oscuridad de la noche, desapareció.

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