«Lamenté su pérdida, lamenté cada minuto que estuve sin ella.»

«Me ofusca el pensar en tratar de soportar una herida abierta o un corazón que ya dejó de funcionar… que dejó de palpitar.»

Encontrándose en el umbral de su ventana, con las lamparas apagadas con la vida casi destrozada, observaba intermitentemente, a través del vidrio empapado de gotas que se topaban entre sí, cayendo, cayendo…. solo las podía ver cuando un rayo caía del cielo.

Ese cielo oscuro, amplio a donde iban las vidas que ya en la tierra no existían.

!Oh corazón débil¡, !Oh amargo llanto, que me inunda en dolor y no me deja pensar con razón¡

La tormenta se escuchaba mientras sus lagrimas le marcaban las mejillas, y sus lamentaciones la ahogaban. «Tormenta preciosa, permíteme contemplar aquella rosa que mamá dejó antes de morir y con la cual fue tan cuidadosa»

Sintiéndose tan fatal, con falta de control, con todo lo que nunca llegó a desear, sintió un frío corrientazo por toda su espalda, una insaciable ansiedad y un horrible deseo de asesinar. Quizás, se trataba de liquidar todo el dolor que le causaba tragar ese nudo en su garganta. Continuaba la temible tormenta, azotando no solo el techo de su vivienda, seguía pues causando para otros temor, pero para ella, llanto y rencor.

Esa tormenta tan inolvidable a altas horas de la noche fue como el portal que abrió la puerta del odio y del rencor esa, nunca antes vista lluvia en la inmensa ciudad, significó el comienzo de un terrible mal. El golpe de espesas gotas de agua sobre el techo, sobre la ventana realizaban una armoniosa pero intrigante melodía que solo su mente podía descifrar, y la cual la trasladó a ese terrible momento, a ese funesto lugar:

«Invadida entre gritos y sollozos, contemplaba la sangre que caía del rostro, perteneciente a aquella mujer que le dio la vida, pero que ahora yacía en el asfalto mojado de aquella carretera vacía.

Con desesperación en el alma, con tristeza en su corazón pedía a gritos ayuda en esa acera inmunda donde casi nadie había, parecía que ningún ser podía escuchar su voz, su madre había sido arrollada y el cobarde se había puesto a la fuga.

La chica en medio de su confusión reconoció el rostro del conductor, pero no le importaba más, que la vida de su madre salvar, como nadie la ayudó, sostuvo a su madre en brazos tratando de buscar algún tendido brazo que la socorriera, pero la única persona que por esa carretera pasó, a su suerte la abandonó, se sentía desgraciada y mas con su madre desangrada, a los pocos segundos una ambulancia llamó pero para cuando llegó, ya era muy tarde la madre de este mundo ya no hacía parte.

Imagina el dolor que sintió, junto a la desesperación, junto a la perdición. Su alma pareció quebrarse, cuando el enfermero le dijo que lastimosamente murió, que el golpe había sido tan tenaz que sería imposible que sobreviviera un tiempo más.

Su estrella se apagó, su vida para siempre terminó, la sangre del ser más amado, en su ropa, en sus manos, en su cuerpo para siempre quedaría guardado. La noche caía sobre ese carretera que comunicaba un pueblo con la ciudad. Dentro de sus mas profundos miedos era el perder a su mamá y junto a eso, quedar sola y desubicada de lo que su vida pudiera tratar. El comportamiento entre las dos era envidiable: era su mejor amiga, su confidente, era la única persona en la que podía confiar; motivo por lo cual, su muerte significó para ella un puñal, significó el deceso instantáneo en plena vida y juventud.»

Esa noche, la tormenta le tramó aquella ocasión sucedida hace apenas siete días y en medio de toda su pena escuchaba las ultimas palabras de la boca de su madre pronunciadas: «No creo soportar hija mía, !Dios¡, tengo miedo…tengo tanto miedo… solo sigue tu vida bien, bien…» Pasaba por su mente también la sensación de que ella hubiera muerto en sus brazos, se sintió culpable por no ayudarle, por no haber hecho algo más.

¡Y como es la mente de extraña!, te daña, otras veces te engaña, entre medio de sucesiones e infinitos pensamientos, su mente se fue yendo hacia el autor de los hechos, cobarde como para regresar y asumir el acontecimiento fatal. También hacia aquella que la abandonó, que no la ayudó en aquella carretera tirada como si de una basura cualquiera se tratara. También maldijo aquel día, maldijo el lugar, maldijo el motivo por el que estaban allí, maldijo la hora, el minuto y el segundo, maldijo todo lo que pudo suceder ese día.

Se sentía frustrada, no podía creer que su madre ya no estaba.

Aquella tormenta que la había hecho divagar por sus pensamientos y sentimientos, fue la misma que la despertó del momento en el que recordaba cada trazo del suceso. Había investigado por un par de días a las personas que le causaron aquel mal, aquella herida, sabía de quienes se trataban, pero de igual manera, reconocía que la policía no haría nada sin pruebas. Sostenía una intriga en el pecho que nunca antes había sentido.

«Alma mía, mente dueña de mi cuerpo, no dejes que éste actúe a su voluntad, no lo dejes cometer algún mal.»

Se recostó en su cama, pero no durmió por más de una hora, su mente se le alborota y sale a la calle sin tener sentido de nada. Reconoce la casa de aquella mujer abnegada a la situación, se prepara y de su cuerpo no posee el control.

No sabe lo que va hacer, pero como de un ladrón con experiencia se tratara, entra a la casa tan minuciosamente; la tormenta le ofrece el poder del silencio pues es tan escandalosa, lanzando gotas tan pesadas y truenos que evitan escuchar algo más. Al parecer la casa no la habita nadie más y la ve tirada en el sofá, con un libro en su pecho y una pequeña lámpara encendida a su lado, totalmente profunda en su sueño, tan profunda que no se dio cuenta el momento en que alguien irrumpió en su casa sin su consentimiento.

Los deseos de venganza, se incorporan y pasan por su espalda, ve aquella mujer indefensa y se le tira encima como si fuera su presa. La chica de un susto se despierta, entrando en pánico cuando ve a esa mujer encima de ella, con las manos en su garganta y recuerda el rostro de aquella mujer visto en otro lado.

Manotea inútilmente, trata de golpear a su agresora, pero esta parece invadida de una fuerza exagerada de la cual no puede salvarse, entonces poco a poco se desploma, mientras la futura asesina le dice: «Recuerda mi rostro, recuérdalo allá en el infierno donde pronto nos encontraremos, tu por no ayudarme a salvar a mamá yo por matarte sin piedad». y ahora sí realmente cae en el más profundo sueño.

Después de unos minutos se pregunta qué es lo que ha pasado, no puede creer lo que ha causado y se mira en un espejo, como si de una completa desconocida se tratara. «¿Qué he hecho?» entonces mira a través del espejo el cuerpo sin vida tirado en su lecho.

«no te culpes, lo querías hacer, además sé que se lo merecía»

-«¿Qué?, ¿Quien es?. ¿Qué me está pasando?»

-«Eres tú misma estúpida. Quisimos hacer esto.»

-«No, yo no…, !No¡»

Como alma perdida, se da a la huida dejando aquel cuerpo sin vida, sintiendo cosas que nunca sintió. Asustada, no porque la policía la pudiese encontrar sino por lo que ella misma podía causar, se metió a la ducha y allí amaneció, casi enferma por el frío que le causó. En la mañana parecía una verdadera mujer salida de sus casillas. Pero su mente le decía que ya no había salida, «Aun tenemos a alguien más, en la noche saldrás y lo matarás.». Se negaba ante sus pensamientos, se estaba volviendo loca y quiso buscar ayuda. Rezó pero nada escuchó, nada halló. Fue a la iglesia que estaba en su plena cantidad vacía y pidió perdón, pidió salvación, pero nuevamente nada encontró. Cuando salió las nubes grises iluminaban las calles con un ambiente frió y desalentador, las nubes escondían al sol y ese tipo de paisajes que antes le causaban amor, esa mañana le causó temor.

Salió de la iglesia, caminando como alguien que oculta en su mirada vergüenza, y por cosas del destino vio al individuo cruzando la calle, subiéndose a su coche para dirigirse a su hogar. El tipo miraba a todos lados, tal vez sentía miedo interior frustrado. Ella lo miraba con tanta rabia que empezó a escuchar a su interior. «síguelo, síguelo» ella un taxi tomó que a casa de él la llevó.

Observando el lugar, en mente, desarrollaba un plan para entrar a media noche a su hogar causando su anhelado mal. Regresó a su casa, esperando cada segundo, minuto y hora. Por fin eran las doce, y la casa del asesino arribó. Tiempos de lluvia, le sugerían oportuno sigilo, entonces miro al tipo quien cerca de la ventana se encontraba. Asustado por la presencia de aquella mujer en casa, acompañada de una enorme daga. Los truenos dejaban ver poco a poco de quien se trataba entonces recordó aquella mujer en carretera accidentada. Su cuerpo se paraliza mientras la mujer se le acerca.

-«Detente» Piensa la mujer. A lo que en voz alta ella misma se contesta.

-«Cállate mujer cobarde, ¿acaso olvidaste qué nos hizo este infame?, no tiene perdón yo tampoco, ni siquiera razón.»

«¡Mamá no hubiese querido que yo cometiera esto!»

«Tu madre ha muerto por culpa de aquel suceso que este hombre provocó.»

En medio de su confusión, se lanza rendida en un sillón y el hombre al verla totalmente loca reacciona arremetiéndose sobre ella, pero con lo que él no cuenta es que otra vez, de su cuerpo no posee el control pues le clava la daga en su abdomen, perforando su estomago y causándole un insoportable dolor. Para asegurarse que está bien hecha su «misión» le perfora el pecho cuatro veces más. Cuando iba en la tercera puñalada siente la sangre tibia de su victima, recorrer todas su manos y salpicada en todo su cuerpo, siente desenfreno, siente una inexplicable sensación de triunfo y correcta decisión. Con cinco puñaladas en total, el hombre agoniza lenta y angustiosamente.

-«Ahora si, dime ¿qué se siente estar desangrándose sin poder pedir ayuda? ¿qué se siente estar tirado como si fueras una basura agonizante? Fuiste asesino y fuiste asesinado, en las llamas nos quemaremos porque muy pronto nos veremos.»- Le dice mientras observa el charco de sangre que ha provocado.

Después de unos minutos reacciona, entonces vuelve apoderarse de su cuerpo. Mira a su alrededor en su pura confusión. A lo que se cuestiona en voz alta: -No fue mi decisión, no quería cometer esto- y su mente le contesta impura y sin vergüenza.

´-«Lo querías con el alma y con tu cuerpo»

-«No, no es cierto, soy espectadora del dolor que tú causaste y que me causaron.»

-«Ese «tú», eres tu misma. Nunca hubo nadie más, solo tu y yo en el mismo lugar, dos pensamientos, en el mismo cuerpo.

Suspira con tanta agonía y remordimiento.

Si tengo ese poder, entonces, puedo hacerte dormir para siempre. Te recordaré como alguien que jamás he visto»

-«¡No!, nooo.

Sin hacer caso a sus malvados pensamientos, la daga se combinó, con la sangre que las venas, de sus muñecas brotaban. Y lentamente su vida se fue escapando por esas dos heridas tan pequeñas pero tan fatales. Quedando en el mismo cuarto, dos cuerpos asesinos y asesinados.

Historias que se relatan, bajo una noche atormentada y la sangre aun viva de una asesina empedernida , se traslada poco a poco hacia la rosa que en el patio se encontraba y que por falta de cuidado, junto a su vida para siempre se ha marchitado.

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