estático
!Lástima que no haya billetes para maniquíes¡ Exclamó la anciana sentada junto a mi en la banca de la plaza. Me quedé mudo, algo confundido. ¿Habré oido bien? Ella reía, agitando sus rugosas manos. No me animé a interrogarla. ¿Quién soy para hacerlo? La tarde caía, el frío ajaba mis mejillas. Ella balbuceaba y yo...