Su barba y su melena expuestas al viento le conferían un atractivo especial. No así a los doce tipos desaliñados que le escuchaban. Llevaba muchos días sermoneando a todos ellos, porque quería que partieran de viaje a nuevos destinos donde predicar sus enseñanzas. Entonces ocurrió lo impredecible, uno de ellos estornudó y otro dijo ¡Jesús!. En ese momento se inspiró y mientras se atusaba la barba, decidió que debían escapar del manicomio.

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