Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón. Recibiría la noticia con el alma algodonosa por los combinados y la luz caribeños.

Se lo hubiera llevado de buena gana pero las reglas son férreas: nada de secretarios, nada de amigos entrañables, solo los exclusivos miembros de la «Asociación Nos Salvamos Porque Podemos» y el personal escrupulosamente seleccionado, o, como dice el presidente, los corderillos del rebaño.

Hace un gesto como quien espanta una mosca y comienza a preparar el equipaje, exiguo siguiendo instrucciones.

Dentro de la maleta, una nota: les he dicho que se vayan sin usted. ¡Buen apocalipsis!

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